—¡Boris, sal de aquí!
La lengua áspera y húmeda del bulldog de más de veinticinco kilogramos le había dejado una mancha pegajosa en la mejilla y en la parte baja de la mandíbula. Intentó apartarlo con una sola mano, ya que con la otra sostenía una de las mancuernas de hierro que levantaba cada mañana, no solo para mantenerse en forma, sino para relajarse y olvidarse un poco del estrés del trabajo.
—¡Te lo advierto, pequeño demonio! —Pero sus amenazas no surtieron el efecto deseado; el robusto y mofletudo Boris insistía en que aquella mañana el rostro de Itachi fuera su juguete favorito.
Itachi tomó, entonces, la toalla que descansaba sobre el aparato de pesas y la arrojó lo más lejos posible.
Fue a dar al otro lado de la terraza, junto a la puertaventana que daba al salón comedor y que, por fortuna, había dejado abierta; de otro modo, el perro se habría estrellado contra ella.
Lo observó mientras corría en busca de su presa; a pesar de su sobrepeso y sus patas cortas, poseía la velocidad que, seguramente, solo le daban su ímpetu y sus ganas de complacer y jugar con su amo.
Se sentó en la banqueta de cuero negro y dejó la mancuerna en su lugar antes de que Boris regresara a entregarle la toalla.
Apoyó los codos sobre las piernas y se pasó ambas manos por el cabello. Cerró los ojos en un intento por normalizar su respiración.
Se preguntó por qué Boris estaba tardando en regresar con la toalla. Cuando levantó por fin la vista lo supo, el pequeño bribón se había quedado dentro de la sala y estaba recostado sobre la toalla o lo que quedaba de ella. Su fuerte mandíbula mordía unos cuantos jirones, mientras sus garras tironeaban con fuerza de la tela hacia abajo.
Itachi no supo si reprenderlo o dejarlo que siguiera entreteniéndose con su nueva adquisición.
Se decidió por lo último, al menos, por un rato, se olvidaría de él.
Se puso de pie y levanto los brazos por encima de la cabeza y los estiró lo más que pudo. Respiró profundamente un par de veces y los bajó.
Repetía aquella rutina de ejercicios, al menos, cinco veces a la semana y de alguna manera, le servía de escape de su rutina de trabajo que se iniciaba cada mañana a las ocho.Miró el reloj que colgaba en la pared de enfrente, tenía todavía treinta minutos, el tiempo suficiente para pegarse una ducha y desayunar de forma decente.
Se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano y sin perder tiempo, se dirigió hacia el cuarto de baño.
Quince minutos después, renovado y oliendo a menta, se preparó un desayuno rápido. Aquella mañana consistía en una buena taza de café y un par de rosquillas que había comprado en la mejor pastelería de todo el Distrito, como él la consideraba.
Se sentó sobre la mesa y le dio un mordisco a la crujiente masa. No se sorprendió cuando Boris apareció de la nada y se sentó a su lado para mirarlo con ojos de corderito degollado, con la clara intención de obtener lo que quería.
Itachi sonrió, le arrojo la mitad de una rosquilla y lo observó irse contento a su rincón predilecto para saborearla.
Bebió un sorbo de café y, de pronto, como una ráfaga que llega sin previo aviso, la imagen de Naruto Namikaze vino a su mente.
Habían pasado dos días desde la visita a su casa, y no había tenido noticias suyas.
Estaba asustado en ese momento, sus ojos celestes habían reflejado el terror que significaba para él revivir la historia de su secuestro.
Habría deseado no necesitarlo, poder prescindir de él y dejarlo tranquilo, pero no podía.
Estaba seguro de que él era el único que podía ayudarle a atrapar al asesino. Porque ya no dudaba de que era el mismo que le había secuestrado cuatro años atrás y había acabado con la carrera de su propio padre.
Mientras terminaba de beberse el café, decidió que, aunque él no lo llamara ni quisiera saber nada con él, insistiría en su propósito y lograría convencerlo.
Sería una tarea difícil, pero no se detendría hasta derribar la barrera de temor que le impedía poder recordar.
Naruto era una persona frágil y vulnerable, un joven que cualquier persona querría proteger y cuidar.
Lo embargó la misma sensación que había experimentado cuando, sin querer, sus brazos se tocaron.
Había algo en él que le atraía, y no era solo su belleza, era algo que había llegado a percibir detrás de su mirada.
Quería volver a verlo.
Dos necesidades completamente diferentes se debatían dentro de él.
Precisaba a Naruto para resolver el caso, quizá, y detener a aquel hombre que tanto daño había hecho. Pero lo necesitaba aun más de una manera que todavía no llegaba a comprender, y eso le desconcertaba.
Tampoco comprendía por qué no había podido dejar de pensar en él durante esos dos días.
Se dijo a sí mismo que solo era porque sospechaba que estaba en peligro y quería protegerlo, y de paso, obtener la ayuda que solo él podía brindarle; pero sus propias cavilaciones al respecto no lograron convencerlo por completo.
Debía verlo de nuevo.
Tenía que verlo.
No supo exactamente la razón de su deseo, pero lo único que sí sabía era que lo volvería a buscar; y la próxima vez, necesitaría ser más convincente.
La taza casi se le cayó de las manos cuando la melodía de su teléfono móvil comenzó a sonar.
...
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No me olvides [ItaNaru]
FanfictionUna noche de verano, Naruto Uzumaki fue secuestrado. Tres meses más tarde, una familia lo encontró inconsciente en un bosque que rodeaba al lago de la hoja. Después de ser llevado de urgencia al hospital, Naruto recupera el conocimiento, pero no la...