13. Botella. [Higuel]

127 14 0
                                    

Lo entrego tarde, lo sé.

Apenas y me llegó una idea.

•♥•

Estábamos en la sala de interrogación, solo nos podíamos mirar a los ojos; tal vez esperaba una confesión pacífica o un abogado, ¿Quién sabe?

Miré a mi derecha, alguien había entrado. Otro detective.

-Buenas tardes, joven Hamada. – Su voz era neutra, no estaba para juegos como lo puedo notar.

-No tiene nada de buenos en realidad.

Se me quedaron mirando por unos segundos antes de abrir una carpeta que habian traído, el archivo de mi expediente supongo.

-Hiro Hamada; 16 años, chico prodigio. Estudiante del Instituto de Tecnología de San Fransokyo. – Leían mis antecedentes al parecer. – Arrestado por participar en peleas de robots y apuestas ilegales. Obstrucción a la justicia y daño a propiedad privada.

-Eso solo pasó una vez. – Respondí reacio ante lo dicho, no creía que fuera para tanto.

-Sabe que si habla revoca sus derechos, ¿Verdad? – Le recordó uno de los detectives, era cierto, se había amparado en la quinta, por lo que se irguió sobre su asiento con una cara de fastidio.

Todo pasó así.

Digamos que Hiro no era emocionalmente estable, solía tener arranques de ansiedad que lo llevaban al desespero y a la locura, a veces solía lastimar a sus seres más cercanos. Otras solo gritaba hasta el cansancio.

Hubo llamados de atención a causa de sus arranques que lo llevaron a una suspensión extensa.

El nipón se negaba constantemente a ir a un psicólogo alegando que estaba bien o que no era necesario. Tanto su tía como sus amigos estaban de acuerdo en que el joven adolescente requería de atención especializada lo antes posible. Sin embargo, tampoco podían obligarlo a tal cosa, no era justo para ninguno, y no creían que fuera a funcionar.

Con el tiempo, el tratar con el japo-americano se empezó a volver un reto. Ya no salía como antes, empezaba a aislarse, se negaba a entablar alguna conversación, no parecía cooperativo, llegaba incluso a actuar errático con gente desconocida, ya no sabían cómo tratarlo, por lo que lo dejaron hundirse en su miseria.

Algo que no debieron hacer.

Hiro solo empeoró hasta el punto en que se volvió retraído, el estrés lo carcomía día y noche, empezaba a comer menos, parecía un muerto andante.

Un día conoció a un alma llena de bondad, quien tenía el nombre de Miguel Rivera.

Dicho muchacho había ido a la cafetería con tal de conseguir empleo, y con el pasar de los días se fue acercando al sobrino de su jefa de a poco, siempre preparándole un café en las mañanas, charlando con él en sus ratos libres, cantándole cuando lo veía deprimido, alegrándole sus noches con algún mensaje que llegaba a enternecer al de piel blanca.

Entablaron una buena amistad en pocos meses.

Amistad que se volvió noviazgo en un año.

Hiro ya había terminado la universidad y estaba listo para avanzar en su pasión en su propia empresa.

Miguel solo le quedaba un mes más antes de poder graduarse de la academia de música.

Parecían tener la vida arreglada.

Que buen chiste.

El celular de Hiro había sonado, en el identificador se podía leer el nombre Tamalito, haciendo sonreír al nipón, se esperaba un saludo alegre o alguna broma que lo hiciera sentir avergonzado y querido, como siempre se sentía al lado del moreno. Lastimosamente no se trataba de Miguel.

❀Ink❀ [BillDip/Higuel]Where stories live. Discover now