Prólogo

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Leo

Leónidas Valdez, o mejor dicho Leo  -que era asi como se presentaba- caminaba por el instituto rumbo a la salida principal para luego encaminarse al taller de su padre que, por alguna razón -para nada normal a su parecer-, se llamaba Hefesto Valdez.

El chico medio latino estaba ansioso, ya que, el día de hoy su madre regresaría de su viaje a México y la vería luego de casi un año.

"No llegues tarde" le había dicho su padre cuando lo dejó en el instituto, él solo había asentido y salió corriendo del auto para su primera clase.

Aunque eso habia pasado en la mañana y eran exactamente las 2:30pm. Solo digamos que, parecía un chico con Trastorno Hiperactivo por Déficit de Atención que había tomado demasiado café...esperen un momento, él si sufría de THDA, y si había consumido cafeína. Oh Dioses.

Calipso

Calipso Belladona, junto con todas sus hermanas admiraban asombradas la nueva floreria de su madre.

Oggigia,  la habían llamado, era un local espacioso, de color blanco perla y decorado con mas de doscientas especies de flores. Había una escalera tipo caracol que las llevaba al piso superior el cual, cabe destacar, era el departamento de las chicas. Calipso seguía sin saber como aproximadamente siete mujeres cabrían allí.

- ¡Es hermoso! -exclamó su hermana Zöe dando vueltas en su propio eje.

- Ya lo creo  -dijo su madre que, al igual que Calipso, tenia el cabello color caramelo.

Calipso no tenía duda alguna, ese pequeño negocio era sin duda perfecto, estaba con su familia y estaba rodeada de una de sus cosas favoritas, flores.

Una cosa que hay que conocer de Calipso es que ama la naturaleza, es la hippie de su grupo de hermanas. Habia participado en eventos para perseverar el medio ambiente, había hecho campañas en la escuela y era voluntaria los fines de semana para limpiar Long Island, una de las hermosas playas de New York. Porque, si, vivian en New York desde hace cinco meses y hasta entonces su madre habia tenido uno o dos empleos para mantener a sus hijas ya que, su padre, Atlas, había fallecido cuando ella tenia tres años y lo único que recordaba de él era su sonrisa.

Leo

Volviendo a su carrera frenética, Leo atropelló aproximadamente trece palomas en Central Park y una anciana le había golpeado con su bolso porque el pobre chico pisó a su perro. ¡No tenía la culpa de que el canino estuviera en medio del paso peatonal! ¿O si? Leo nunca lo sabría.

- ¡Vieja chiflada!  -gritó en español y la anciana soltó un juramento que no sería bien visto por su tía Rosa que era católica hasta los dientes.

Volviendo en sí, el latino cruzó la calle como alma que lleva el diablo y, una cuadra antes del taller de su padre, Leo se paró en seco y se puso a pensar.

Si mi madre viene hoy, se dijo, ¿debería darle algo, verdad?

Ese pensamiento hizo que él reflexionara, ¿Qué le gustaba a su madre aparte de talleres, maquinaria, tener un hijo tan sensual y su padre? ¿Chocolates? No, demasiada azúcar, ¿Cartas? Jamás las leía, ¿Tacos? Se los comería antes de que el chico se los mostrase, ¿Flores? ¡Por supuesto! , Leo mas de una vez había encontrado a su madre mirando jazmines. Voilá: regalo listo, ahora el problema era, ¿Dónde había una floreria cuando se necesitaba?.

Color Caramelo [Caleo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora