Capítulo VII

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NIÑOS. LOS MEJORES CONSEJEROS

VII

A pesar de acomodar una fecha para tener su primera cita, Chris se hallaba inevitablemente nervioso. Recordaba que durante la tormenta eléctrica hubo un breve momento en que Tom le había dado permiso para seguir besándolo sin restricciones, pero no había tenido tiempo de indagar si era por voluntad propia, o por compromiso porque Nat y Ben habían comenzado a gritar pidiendo la presencia de sus padres. Aun así había sido una noche muy bella porque había obtenido otro beso del inglés; habían subido para tranquilizar a los pequeños, y a manera de distracción concretaron en mirar una película los cuatro juntos: "Los Vengadores". Parecían un verdadero cuadro familiar, encantador.

El rubio salió de su tren de pensamientos. Estaba a mitad de anudar su corbata negra. Pensaba ir por Tom hasta su casa, pero el inglés optó por verse directamente en el lugar de la cita, que era un restaurante del centro de Londres.

—Así no se anuda la corbata

Escuchó perfectamente la voz de su niñera a sus espaldas. La miró a través del espejo y suspiró con pesadez. —Estoy nervioso

—¿Nervioso? Lo dice el mismo que se le robó un beso a Thomas en medio de una romántica noche —respondió la mujer, cruzando los brazos. —¿Qué pasa? ¿Estás teniendo segundos pensamientos?

—No, no es eso —dijo Chris, dándose por vencido con la condenada corbata. ¡Carajo, si siempre se vestía sin problemas!

Clara enarcó una ceja. Su semblante inquisidor y maternal congeló a Chris, pero finalmente la mujer se acercó al guardarropa del australiano, sacando una chaqueta azul rey, una playera gris de algodón y un par de jeans de mezclilla holgados.

—Ahí tienes —señaló el montón de ropa. Chris miró con confusión a la mujer e hizo una seña de duda, a lo que Clara giró sus ojos. —En lugar de intentar anudar una corbata, en lo que estamos viendo te has vuelto torpe, colócate esto. Es casual, no demasiado elegante, te da porte y presencia, y además es el conjunto más limpio

—¿Limpio? Pensé que llevabas todo a la lavandería cada miércoles

—Agradece que los detergentes incluyen un aromatizante ahora

—¿Qué?

—No cambies de tema. Cámbiate si no quieres llegar tarde a la cita

Chris no quiso preguntar más y decidió hacer caso a los consejos de la mujer. Al final el conjunto tenía un combinación perfecta, incluso debía admitir que le favorecía su perfil nórdico. Se había dejado crecer un poco la barba, se colocó su mejor loción y bajó por las escaleras. Natalie estaba en la mesilla de noche, cenando y al mirar hacia su padre se emocionó, yendo a abrazarlo. La chiquilla tenía ilusión porque sabía a la perfección sobre la cita de su padre, y aunque a Chris le pareció una coincidencia feliz que su hija no se opusiera a salir ese viernes, dado que habían adoptado las noches del viernes como noches de película, seguía con nervios. Sin embargo, quería ser optimista, pues solía ser un sujeto muy testarudo y bobamente positivo, que le había valido su suerte hasta ahora. Se despidió de Natalie, sin olvidarse de dar las últimas instrucciones a Clara, pero la nana solo golpeteó el piso con su tacón bajo.

—Si quieres intercambiamos papeles y yo voy a la cita

—No, no, no —respondió con una risa nerviosa, dirigiéndose a la camioneta.

-o-o-o-o-

Tom se hallaba a unas cuantas calles del restaurante. No era fanático de manejar, así que había optado por montarse en un taxi para ir al punto de encuentro. Llevaba una camisa cuadriculada casi milimétrica color beige con una gabardina café oscuro y un pantalón de vestir con zapatos negros. Elegante como solo un londinense puede verse.

Niños, los mejores consejeros [Hiddlesworth AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora