CAPÍTULO 8: DERRUMBE

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CAPÍTULO 8: DERRUMBE.

El invierno está finalizando, la nieve está fundiéndose y las temperaturas empiezan aumentar. Parece que este ha sido uno de los inviernos más duros de las últimas décadas. Me pregunto hasta qué punto controla la Unión la meteorología. En cualquier caso, un par de semanas después de que llegáramos a la mini y a la zona de tala se desató una tormenta de nieve de dimensiones colosales. Esta apareció de repente y duró una semana. Fallecieron unas diez personas. Las condiciones laborales de la Unión son nefastas. Cinco de los diez fallecidos murieron de hipotermia, y anqué yo les preste mis abrigos para las noches el Tipejo los obligaba a trabajar igualmente con mucha satisfacción, aunque por orden de la Unión, ya que delante de todos contactó con está y escuchamos como ordenaba que se prosiguiera con el trabajo para según ellos "Contribuir a esta nuestra gran nación, nuestro esfuerzo servirá para que se pueda mantener nuestro buen estilo de vida y nuestra paz." Así que finalmente murieron. Unas dos personas se perdieron por el bosque y diez después encontramos sus cuerpos congelados. Las últimas tres víctimas pudieron haber sido más, pero conseguí evitar la matanza. Aun así, me siento culpable, pienso que hubiera podido hacer más, aun así, no se me quita la imagen de la mente del Tipejo observando cómo nos devoraban, mientras él seguía comiendo chocolatinas.

Todo ocurrió el día antes del cese de la tormenta. Estábamos un grupo de unas veinte personas talando árboles cuando escuchamos aullidos a lo lejos. Al principio no le dimos importancia, esos sonidos eran habituales en medio del bosque y ya nos habíamos habituado, pero poco a poco sonaban más y encima más cerca. Empecé a preocuparme y me dirijo a hablar con el tipejo, el cual me ignoró y me ordenó que volviera a mi trabajo. Cuando volví al grupo, situado a unos doscientos metros del Tipejo, me encontré con que una manada de lobos de las nieves, junto a una manada de raptores albinos (una especie que se descubrió cuando los humanos nos pusimos a vivir en el continente renacido, o eso dicen, pero cuando los vi me vino idea difusa en la mente). En total había cinco de cada especie.

Las dos manadas, que por extrañas circunstancias estaban colaborando, tenían rodeada por completo a una persona. El resto de personas trabajadoras hacían ruido y gritaban, pero ninguna se enfrentaba directamente con los enemigos. Para cuando llegue a la altura de los animales estos ya habían matado a su presa. Sus tripas ya estaban esparcidas tiñendo de rojo la blanca nieve. Conseguí partirle el cráneo de un hachazo a uno de los raptores que se abalanzo sobre uno de los vacíos, el cual estaba temblando de miedo.

Por otro lado, las otras personas trabajadoras decidieron que era mejor huir, pero ya era demasiado tarde, los 19 restantes de nuestro grupo ya estaban rodeados. Intenté organizarlos para que se defendieran, pero algunos estaban demasiado aterrados, incluso se orinaban. Mientras me enfrentaba a hachazo limpió con un lobo para evitar que devora a otra persona escuche un grito a mi espalda. Un grupo formado por dos raptores y un lobo acaban de rebanar la yugular a otra persona. Por mi parte elimine a mi enemigo. Ya solo quedaban ocho criaturas hostiles. Empecé a llevar a las personas trabajadoras hacia al centro para que formaran un circulo defensivo. Finalmente conseguí que todas, excepto una se agruparan. Aun así, no conseguí salvar a una tercera víctima, derribada por un raptor blanco y muerta por un mordisco en la yugular. Los que aún estábamos vivos nos encontrábamos en el medio de un circulo que se estrechaba a cada segundo que pasaba. Un raptor salta hacia nosotros, pero le incrusto el hacha en el cuello en el aire. Aprovechando la caída de este consigo cortar gran parte de su cuello, terminando con su vida en medio de gorgoteos y salpicando todo de sangre. Me giré en el momento que al otro lado del círculo otra persona era arrestada por un lobo que le había cogido la pierna. Corro hasta ella, hundiendo mis pies en la arena y plaqué al animal, con mi hombro golpeándole un costado. El lobo no soltaba a su presa, cosa que hace que se le desgarre parte de la pierna a la víctima. Ruedo por el suelo y me levanto con el hacha en ristre y de un golpe vertical parto en dos el cráneo del animal. Por otro lado, parece que las otras persones trabajadoras han espabilado y se están defendiendo con sus hachas. Finalmente, solo quedaban cinco enemigos, los cuales nos gruñen. Un intenso aullido que proviene del interior del bosque les hace levantar las orejas, para segundos después alejarse del círculo y adentrarse entre la espesura de los árboles de hoja perenne.

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