Cobardía.

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Un tirón fue lo suficiente para creer que había sido alcanzada por el vehículo, lanzando su cuerpo hecho un obillo al suelo en busca de protección. Cubrió su cabeza con uno de sus brazos y con el otro inconscientemente su estómago, porque dolía. Estaba contraído. Y entre su propio escondite, vio una mano veloz dar como piedra hacia una superficie que fue tan sencilla de desfigurar, dando por finalizado un enorme silencio. Esa mano que ni tembló en plena colisión. Estaba en shock. Había algo que la rodeaba con fuerza y ese algo solo estaba detrás suyo. Girando la cabeza para observar sobre su hombro, bajando lentamente el brazo, reconoció el rostro de Edward. Quedó completamente en blanco sin siquiera formular alguna palabra, estaba muy confundida, demasiado. Hasta tonta se sintió, ¿había pasado muchísimo tiempo? ¿Se había ido juntos? No, él no se había movido.

Muy lentamente se sintió liberada, siendo abandonada entre el repentino bullicio y el pitido en los oídos.

¡Ay, Dios mío!

¡Es Stella!

—¡¿Estará bien?!

¡Llamen a una ambulancia!

¡Saquen a Tyler del coche, puede que esté herido!

Se puso de pie gracias a cierta ayuda, no supo quien. Quedó muda, pálida y con una horrible sensación en el estómago. Iba seriamente a vomitar, no sentía las piernas y su cabeza se sintió hasta ligera entre el mareo.

—¡Stella...! —Tyler había sacado la cabeza por la ventanilla—: ¡Juro que no fue a propósito!

No le prestó atención, nada de lo que hablaban y mucho menos a su entorno en sí. Comenzó a temblar, refugiándose en unos brazos que no sabía de quién provenía, escuchando un constante pitido en el oído izquierdo. Literalmente, iba a morir ahí mismo y ahora parecía estar en una pieza al borde de un desmayo.

Todos bombardeaban con preguntas, algo que apenas podía responder. Se dio cuenta —después— que se había golpeado en la cabeza, porque al tocar dolía. Definitivamente iba a vomitar pero le daba pena, no quería manchar a nadie. 

Ni se resistió, fue directamente al hospital así como con Tyler, claro que el chico estaba mucho peor. Eso generó su notoria ansiedad al punto de comerse el cuerito de los labios, pellizcarse la piel, sacudir la pierna incontrolablemente.

Estando en el hospital, solo quería ver a su padre.

Y la puerta se abrió de par en par, viendo a su mayor en bata caminando con prisa hacia ella.

—Cariño —un gran suspiro de alivio de escapó del hombre apenas se abrazaron, podía sentir el latido acelerado apenas apoyó la cabeza sobre el pecho de su padre.

—Estoy bien, papá, te juro que estoy bien ahora mismo —murmuró apenas.

—¡¿Bien?! —los ojos se le iban a salir de la cuenca—, ¡casi aplastan a mi hija! —su voz era grave, demandante, la dulzura había sido reemplazada por algo severo—. Hablaré con el comisario al respecto de ti, chico —apuntaba a Tyler—, ¿entendido? ¿Dónde estaban las cadenas en las ruedas? Tu irresponsabilidad al volante casi le cuesta la vida a Stella y posiblemente, pudo ser otro estudiante además de ti. ¿Qué les sucede a los adolescentes de hoy?

—Papá —llamó, bajando de la camilla para comenzar a llevárselo un tanto alejado—, no pasó a mayores.

—Stella, traté de detenerme —el moreno parecía ansioso por la culpa, alzando la voz.

Volvió hacia Tyler con una muy pequeña sonrisa, no porque estaba todo bien, necesitaba mantener calmado a su padre.

—Tranquilo, está bien.

Stella. |#1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora