Las escondidas

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En medio de una inmensa arboleda una pequeña lloraba desconsolada sentada en el pasto, no le importaba que el bonito vestido que llevaba puesto se llenara del barro, hojas e insectos, llevaba varios minutos sin poder parar sus lagrimas, no podía encontrar a su hermano y a su primo que la habían convencido de jugar a las escondidas, el problema es que la casa y sus alrededores eran demasiado grandes para ella sola con sus siete años, a pesar de ser un poco más alta que aquellos que creía perdidos para siempre. De pronto a lo lejos aparece corriendo un chico de largos cabellos blancos seguido de un enorme perro de igual color, cuando llega hasta la niña se pone de pie y se cuelga en su cuello.

-¡Luuuuuuuuciiaaaannn!

-¿Que pasa Cassie? ¿Por qué estás sola?

-Thian y Diego...

El chico no entiende nada.

-¿Qué con ellos?

-Los perdí... Mamá se enojará conmigo...

Lucian pone un poco de distancia entre ellos y apenas puede evitar reírse de su amiga.

-No perdiste nada, están en la casa.

Esa noticia lejos de alegrar a la niña hace que llore con más fuerza.

-¿Ahora por qué lloras?

Con su pequeña manga ella hace a un lado las lágrimas que caían por su rostro.

-Ellos son malos conmigo.

-Entonces tú se más mala.

Sacude su cabeza.

-No, yo soy la hermana mayor, no puedo ser mala.

No puede evitar abrazarla, con 10 años Lucian sabe perfectamente lo que quiere, y apenas puede soportar el ser demasiado pequeño para tenerlo. Espera ansioso el día en que ambos sean lo suficientemente grandes para estar juntos, como más que amigos.

Más tarde cuando llevó de vuelta a Cassie a la casa y como la niña estaba hecha un desastre, sus ropas todas rotas y sus mejillas rojas ambos fueron interrogados por la madre que Cassie, una mujer de cabello corto, ondulado y rubio, de bonitos ojos verdes, que podía ser la mujer más dulce y a los segundos convertirse en el peor de los demonios, incluso el padre de Lucian le temía cuando estaba enojada. Ella escucho a Lucian atentamente para luego sacarlo, sin decir nada de la habitación, cambiarle el vestido a Cassie, quien no quiso ponerse otro de esos, a lo que su madre asintió y le puso una camiseta simple y unos bonitos pantalones, acto seguido los dejó solos en la habitación y al rato volvió con dos chicos a los que tenia firmemente agarrados de las orejas.

-Tía Gemma... duele...

Dijo el par.

-Y les dolerá más si no se callan, ahora discúlpense.

Ambos niños que estaban al borde de las lagrimas se pararon frente a su prima y hermana y le pidieron las disculpas más sinceras que podían pedir para de niños de 6 y 5 años, a lo que Cassie les sonrío para luego bajarse de la silla en la que estaba sentada y darle una patada a cada uno.

-¡Tontos!

Acto seguido tomó la mano de Lucian y salió corriendo de la habitación.

Lucian no podía borrar la sonrisa de su rostro.

Cassie siempre lo sorprendía.



Las huellas del lobo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora