Querido Dan:
Espero que recuerdes esas noches que pasamos juntos.
Fueron las mejores.
Porque nosotros no éramos como los demás, éramos diferentes.
Más puros, tal vez.
Solo nos mirábamos fijamente con las manos entrelazadas y las sonrisas acalambradas, disfrutando de ser y de estar.
Y de ser y estar juntos.
Tus ojos brillaban en la oscuridad.
Espero que los míos no lo hayan hecho.
Espero haber logrado ocultar mi llanto silencioso.
No merecías que te echara mi mierda encima.
Tú ya estabas lo suficientemente roto.
Y de alguna manera eso era lo que más amaba de ti,
porque era y sigo siendo una egoísta.
Aún trabajo en ello, Dan, lo intento.
Pero ahí entra la cobardía otra vez.
Soy un desastre, Dan.
Lo siento, jamás debí pretender que era suficiente para ti.