Pareciera que cada vez que tu mirada roza la mía me hundo. No me mires, porque te miro y nos hundimos juntos. No me toques, por que tu piel con mi piel un fuego provocan, no te acerques, porque acercarte no puedes evitar verme y tocarme, y al final me quemo, te quemas, nos quemamos, nos hundimos, pero no nos unimos porque el frío de las miradas nos separa.
Y ahí permanezco hundida, yo en tu mirada, tú en la mía; te acercas, me rozas, te quemas, me quemo, nos quemamos; pero no nos tomamos, esos ojos no nos dejan.
Sácame de aquí que ya no puedo salir, creo que tú tampoco.
Necesito tu fuego, necesitas el mío, pero esa mirada, helada mirada, nos apaga, nos congela, te apagas, me apago, nos apagamos. Pero sigues hundido, sigo hundida, hundidos estamos y ni esa mirada ha de sacarnos; no puedo salir, no puedes salir, pues la profundidad de mi mirada al verte, la tuya al verme es tanta que no sabemos si a la superficie podremos llegar, aún así, la superficie no será suficiente para que deje de amarte, para que dejes de amarme; para dejar de amarnos.