Eran las 6 de la tarde, te observaba, ¿Por qué no dejabas de mirar hacía la ventana? La lluvia siempre te ponía melancólico y tu melancolía me inundaba, inundaba mi calma, me inmutaba terriblemente que no pudieses voltear a verme.
Sé que siempre fue mucha la distancia, pero algo nos unía, algo que a nadie separaría de otro, pero podía ser separado por todos, aun así nadie la veía, a la invisible línea que nos unía, todos pasaban atravesándola, haciéndola cada vez más larga, más irrompible, pero menos transmisible.
Frío, como el que tocaba tu calma cada que intentabas ponerle dulzura a tu alma. Frío que tocaba mi ser hasta hacer de mis ansias un mayor abismo, abismo que con tus palabras crecías sin intención pero con tanta pasión... Pasión que hacía de mis ganas unas calladas pero fogosas armas, que nunca supiste, pero siempre fueron tuyas, tuyas como tus manos que al tocarme electricidad provocaban.