Quizás era la última vez que te vería salir por esa puerta, no podía dejar de pensar en tus ojos, sí, aquellos que sabes que me atraparon desde la primera vez que los vi.
Cada detalle, cada palabra, eran como una apuñalada en el corazón, en el estómago y en cada centímetro de mi piel.
Una punzada que nadie me había hecho sentir, y que no sé si volverá.
La oscuridad de la noche no ayudaba, me hacía inundarme cada vez en un abismo más profundo, preguntándome ¿Por qué no me quieres?
Siento tanto, y al mismo tiempo nada, ese tanto, indica que estamos bajo el mismo cielo, y con eso, la dicha me alcanza. Pero nada, la nada indica, que bajo el mismo cielo, también está ella, más bien, bajo tu mismo techo.
Sobre la misma cama.