Capítulo III*** 41 días antes

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- Que pase primero el equipo de Esteban y Pablo, por favor. Quiero que todos guarden silencio, está exposición cuenta para su calificación final.
Ambos se levantaron y comenzaron a hablar sobre el tema que habían investigado. Hablaban sobre las relaciones tóxicas y el maltrato.
Terminaron de exponer y se sentaron.
Los siguientes fueron Raúl y Julián, que hablaron sobre accidentes automovilísticos.
- Karina, Eric. Es su turno.
Ambos se levantaron y comenzaron a hablar sobre los riesgos de la drogadicción, y las razones que llevan a una persona a hacerse un adicto.
Karina hablaba con sentimiento, con pasión. Tenía la mirada algo perdida, pero sus palabras hacían que la piel de los demás se pusiera de gallina. Al final todos aplaudieron, y la maestra no pudo evitar hacerlo también.
- Fue un muy buen trabajo, felicidades a ambos.
- Gracias, miss. ¿Puedo ir al baño? Me estoy meando.
La maestra asintió y todos comenzaron a reír. Karina salió corriendo al baño, y Julián le dió unas palmaditas en la espalda a Eric.
- Hiciste un buen trabajo. A ella le preocupan sus notas, así que si haces buenos trabajo en equipo. Ya tienes puntos a favor.
- La noté rara en la exposición, ¿Tú no?
- Pues, su hermano estuvo anexado por problemas con las drogas y casi muere hace como 6 meses. Supongo que no le gusta hablar de ese tipo de cosas.
- Ella eligió ese tema.
- A lo mejor quería concientizar, pero terminó afectada. No lo sé.
- Puede ser, voy a hablar con ella en la siguiente hora libre.
La clase acabó, y Karina agarró sus cosas. Eric fue tras ella, y la tomó de la muñeca.
- Enana, ¿Todo bien?
- Suéltame, Eric.
- ¿Estás bien?
- Sí, es solo que no dormí muy bien. Estoy enferma del estómago. Ya me voy a mi casa, nos vemos mañana, ¿Sí? Perdón.
- Está bien, hasta mañana.
Karina se fue corriendo y Eric se quedó preocupado.
- Vamos por cáncer en tubitos. ¿Vienes? - preguntó Esteban.
- Claro, vamos.
Los tres comenzaron a hablar sobre las exposiciones, y sobre lo gracioso que se veían algunos exponiendo, cuando una chica de tercer semestre se acercó a ellos con una hoja color blanca.
- Hola. Estamos organizando una fiesta para el 1 de octubre. Es de bienvenida. ¿Jalan o queso?
- Pues va, estaría cool. ¿Cuánto cuestan los boletos, peque? - preguntó Esteban.
- $50 cada uno, y 5 por $220.
- Arre, mañana nos buscas. Y te compramos los 4 ¿Va? - dijo Julián.
- Está bien, los busco como a las 12. Bye.
- Oigan, yo no sé si quiero ir. No me agrada mucho ir a fiestas.
- Vamos, no has ido nunca a una fiesta en México, es otro pedo, neta.
- Está bien, les doy una oportunidad.
Acabaron sus cigarros y se dirigieron al salón de clases.
Era la hora de filosofía, la clase favorita de Eric. El único problema es que no estaba Karina, y ella siempre hacía las clases más interesantes. Discutía con la profesora y al final todos terminaban con menos tarea por eso. Fue diferente. La clase era entretenida, la maestra era muy buena, pero Eric no podía concentrarse.
Contó 100 ladrillos de altura en el salón, 45 baldosas blancas. 20 butacas, 5 libreros con 50 libros en cada uno de ellos. Dos pizarrones de cristal enormes, dos pantallas. El ventilador hacía un ruido exageradamente molesto, y Luis se sentaba debajo.
-Sería divertido si se cayera encima de ese idiota - pensó Eric.
Las clases siguieron de forma aburrida. No quería pensar que Karina era de vital importancia, pero lo era. La chica hacía bromas de vez en cuando, o comentarios acertados. Incluso los profesores se sentían extraños sin ella.
- Oye, wey, vamos a ir a mi casa a ver películas, ¿Quieres venir? - le preguntó Julián a Eric cuando la campana marcó el fin de la jornada escolar.
- Vale, solo le aviso a mi mamá.
I'mma go to Julian's house. I'll be there at 8.

Sure! HV fun ILY

Se dirigieron a casa del muchacho caminando, ya que vivía a dos cuadras del colegio. Iban fumando un cigarrillo.
- Raúl - dijo Esteban para terminar con el silencio que comenzaba a ser incómodo - Cuéntale a nuestro amigo cómo son las fiestas aquí.
- ¡Uy, amigo! No sabes de todo lo que te has estado perdiendo todos estos años. Mira, normalmente son todas iguales. Llegas, dices que tomarás solo un poco y terminas tirado en la banqueta mientras tus amigos te cuidan para que no vomites a nadie. Todos llegan diciendo "no, es que odio el reggaeton" y lo entiendo, a mí me caga esa madre. Pero en la peda todo es diferente, todos movemos el bote al ritmo de Maluma. Solo que, lo único "malo" es que si eres como nosotros, sales de pedo con un vato, siempre.
- ¿Por qué? - preguntó Eric algo alarmado.
- Porque - siguió diciendo su amigo mientras tiraba su cigarro al piso para aplastarlo con su bota - La mayoría son unos idiotas que intentan aprovecharse de las chicas. Tú sabes, las emborrachan para intentar que pase algo; como lo intentó Luis con Karina. La fiesta pasada, Julián sacó a dos cabrones de las greñas. Así como lo ves de chiquito, este wey no le teme a la muerte. Total, estábamos los tres bailando, ya medio borrachos. Vimos como esos dos weyes llevaban a una chica a "ayudarla a vomitar" al baño. Ella no podía ni mantenerse en pie. Vimos que de tardaban, así que fuimos a ver qué pasaba. Escuchamos forcejeos, y Julián abrió la puerta para ver cómo intentaban subirle la falda a la chava, porque ella decía que no, que quería irse con su amiga. El wey entró enojado, y los sacó. Buscamos a las amigas de la chica, y se la llevaron. A los otros dos les pusimos en su madre. Nos llevamos unos cuantos golpes, pero valió la pena.
- Entonces - dijo Eric parado en el umbral de la puerta de Julián - definitivamente terminaré saliendo de pedo.
Los cuatro se miraron, y comenzaron a reír.
- Pues, bienvenido al infierno, amigo.
La casa de Julián era pequeña, vivía solo con su hermano Paco. Era un joven alto, de 27 años, moreno y con una barba de candado perfectamente recortada.
Dejaron sus cosas en la sala, y caminaron por un estrecho pasillo hasta la habitación de Julián. Estaba hecha un verdadero desorden, pero aún así Eric se sentía a gusto.
Prendieron la televisión, y Raúl tomó su teléfono para pedir pizza.
- Julián, ¿Hay cervezas?
- Simón, wey. Tómalas del refri.
Los cuatro comenzaron a hablar sobre sus películas favoritas mientras esperaban la pizza y tomaban cerveza.
Eric se sentía feliz. Sus nuevos amigos no eran para nada como Lindsey y Patrick. Los últimos dos eran pareja, y cuando se juntaban los tres era incómodo, la mayoría de las veces Eric terminaba en la sala viendo la televisión, mientras que los otros dos estaban arriba demostrándose amor.
Raúl, Julián y Esteban eran diferentes. Se trataban como hermanos, se apoyaban el uno al otro y difícilmente se sentía un ambiente incómodo. Desde el principio trataron a Eric cómo uno de ellos, como si lo hubieran conocido de toda la vida.
- ¿Cómo era tu vida allá, Eric? - Preguntó Raúl abriendo la caja de pizza.
- Pues, era rara. Iba a un colegio privado, y nunca tuve muchos amigos. La mayor parte del tiempo estaba en mi casa escuchando música o acompañado a mi papá a su trabajo. A veces ayudaba a mi mamá con cosas de la casa, o escribía un rato.
- ¿Escribes? ¿Qué? - inquirió Julián con un bocado todavía sin masticar en su boca.
- Muchas cosas aleatorias. Pequeñas historias, cómics, escribía en mi blog. Nada particularmente importante, la verdad.
- ¿Qué más? - lo ánimo de nuevo Raúl - ¿Alguna novia?
- No. La mayoría de las chicas de la Highschool eran muy... Ordinarias. Sé que puede sonar estúpido, pero las películas de Estados Unidos que muestran a las porristas mamonas y jugadores populares, se acerca mucho a la realidad. Y en el colegio al que iban, las que no eran unas huecas que solo se preocupaban por estupideces, se encerraban en la biblioteca para poder conseguir un buen promedio. Yo era del segundo grupo, sólo que no era alguien que sobresaliera. Era solitario, nunca iba a fiestas y me la pasaba con estos - dijo señalando sus audífonos - en general, era todo muy aburrido.
La plática siguió, con anécdotas divertidas de la infancia, y algunos pasatiempos. 
Las horas pasaron, y cuando se dieron cuenta, Eric estaba quedándose dormido a causa de la cerveza.
- Eric, ¿En dónde vives?
Los tres chicos llevaron a Eric a su casa, y le explicaron a su madre lo sucedido.
- Miren, yo lo entiendo. Estoy muy agradecida con ustedes por haberlo traído, y me siento muy contenta de que tenga amigos. Muchas gracias, muchachos.
Eric subió a su habitación, y su madre estaba riéndose por lo sucedido.
- ¡Ay, Eric! Eres igualito a mí. ¿Cómo crees que se te va a subir con dos cervezas? ¡Ay, hijo! ¿Mañana vas a ir a la escuela?
- Sí.
- Bueno, si no quieres no hay problema.
- Mañana va Karina, tengo que ir.
- Está bien, hijo. Descansa, te amo.
Eric cayó en un sueño profundo, sin pesadillas ni interrupciones.

-Buenos días, solecito. Dijo su madre entrando por la puerta con una pastilla en la mano y un vaso de agua en la otra - ¿Descansaste?
- Sí, ¿Qué hora es?
- Las nueve. ¿Quieres ir a la escuela? ¿No te duele la cabeza?
- No, no me duele. Me meto a bañar y bajo, ¿Sí?
Tomó la pastilla que le ofreció su madre, por si acaso, y se bañó lo más rápido que pudo. Llegó a la clase de Biología, y Karina estaba ahí. Lo saludó con la mano y una sonrisa enorme en la cara, llena de vida. Eric sintió un pellizco en el pecho y no pudo evitar sonreírle de vuelta. Sintió cosquillas en sus brazos y muchísimas ganas de abrazarla, pero se contuvo y se limitó a agitarle el cabello.
- ¿Por qué no viniste a la primera hora, rubio tarado?
- Me quedé dormido, enana. ¿Ya te sientes mejor?
- Sipi, muchas gracias por preguntar. ¿Te paso los apuntes?
Eric copió las notas de la chica, pero no podía concentrase. Era escucharla hablar, sentir su presencia, verla de reojo y su corazón comenzaba a latir con más fuerza. Intentó reprimir su sonrisa cuando Karina le preguntó si le podía regresar su libreta.
Sus amigos lo veían con una sonrisa triunfal.
Al terminar las dos clases siguientes, Julián volteó a ver a su amigo.
- Le gustas a la loca.
- ¿A quién?
- A Karina, tonto. Le gustas a Karina.
- Cállate, menso. No lo creo, ella es así de amigable con todos, y supongo que le caigo bien, es todo.
- No lo sé, Eric - dijo Esteban caminando hacia su silla - nunca se sabe qué pasa por la cabeza de esa niña.
Se dirigieron hacia el salón de la chica de tercer semestre para comprar los boletos. Eran unas tarjetas negras, con la frase "New bastards" en color verde neón, y la fecha en la esquina.
- Pues ya no hay vuelta atrás, amigo. El 1 de octubre te pones la peda de tu vida.
Las clases siguieron con normalidad, pero esta vez Eric no tuvo la necesidad de contar los objetos del aula. Karina absorbía su atención con sus comentarios elocuentes y sus bromas con los profes.
- Eh, profe... Deje el Cristo, esas ojeras ya no son normales.
- Si me dejaras de vender - contestó el profe de matemáticas a Karina - podría ser más fácil, mejor deja tú la coca.
Al final de la clase, Eric tuvo que preguntarle a Julián a qué se referían.
- Cristo es cristal, es la cocaína de los pobres. Y pues, coca es cocaína.
Eric rodó los ojos divertido.
No entendía cómo incluso las bromas más simples sonaban divertidas viniendo de Karina, o cómo los profesores podían reírse de los chistes de una niña de 16 años. La respuesta vino a su cabeza de inmediato. Karina no pretendía ser graciosa. Las bromas le salían solas, y su forma de ser hacía que no supieras cuándo bromeaba y cuándo no. Era divertida, y su aura hacía que te sintieras bien. Ella era así. Feliz, alegre, espontánea. Así era Karina.

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