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Ian

Alex había cambiado, mucho más de lo que su hermano me había contado. Las fotos que Nate me había mandado no la hacían justicia a como era en persona.

Lleva el pelo a media espalda y se ha hecho unas mechas un poco más rubias, que la hacen destacar un poco más de lo que ya lo hace. Sus ojos son lo único que sigue igual, esos grandes ojos chocolate y motitas celestes con su brillo especial que ahora estaba desapareciendo, causando que las motitas se oscurecieran tanto hasta casi desaparecer por completo. Se habían oscurecido hasta tal punto que llegaban a parecerse a dos agujeros negros de los que era casi imposible salir.

—Verás... — me rasqué la nuca sin saber cómo decírselo — Es que... —

—Le han desconectado de la máquina de aire... — dice ella en un hilo de voz estrangulado por el dolor. Mierda, mierda y más mierda, no tenía que enterarse por las noticias.

Lágrimas silenciosas caían por sus mejillas, esa imagen me destrozó por dentro y, de cierta manera, me siento culpable.

—Alex... — Skylar hace el amago de acercarse a ella, pero Alex retrocede — Lo siento tanto... No tenías que enterarte así —

—¡¿Y cómo se supone que tenía que enterarme?! ¡¿Eh?! ¡¿Cuándo me llamaran diciendo que lo sienten mucho, pero mi hermano ya no está?! — no podía aguantar verla así, estaba rota, completamente rota. Y es normal, ha perdido a la única familia que le quedaba. No sé de dónde saco el valor, pero me acerco a abrazarla.

Lo que de verdad me sorprendió fue que no solo me dejara abrazarla, sino que me correspondió y lloró en mi pecho durante un rato hasta que se calmó.

—Lo siento... — Skylar parecía sentirse realmente culpable — Lo siento de veras, Alex — bajó la cabeza y se dio la vuelta para salir de la casa.

Pero la chica que estaba en mis brazos fue más rápida, se soltó de mi agarre y enganchó a su amiga por el brazo. Cuando esta se dio la vuelta, ambas se miraron cómplices y se dieron un abrazo.

—Perdóname tú, estaba muy alterada y no sabía lo que decía — la castaña sonrió triste.

—No pasa nada — le dio una sonrisa tranquilizadora mientras cogía sus cosas — Pero me tengo que ir o mi madre me mata, llámame si necesitas algo y estaré aquí en un segundo — se despide con un beso en la mejilla y cierra la puerta tras ella.

Ahora mismo es uno de esos momentos incómodos en los que no tienes ni la menor idea de lo que hacer. Alex se para delante de mí y me mira a los ojos, intenta poner una sonrisa creíble pero no le llega a los ojos.

—Ya estoy mejor, puedes irte — me dice mientras se da la vuelta para entrar a la cocina.

—No estás bien — mi voz hace que se detenga en seco delante de la puerta de la cocina — A mí no me puedes engañar, preciosa —

—Voy a estar bien, enserio — esta vez no intentó fingir y bajó la cabeza.

—Está bien — digo dando un par de pasos para llegar hasta ella — Pero si necesitas algo, ya sabes dónde estoy —

Le doy un beso en la mejilla como despedida, ella se quedó congelada en el sitio, con los ojos como platos. Yo reí ante la escena y acto después me dirigí a la puerta y me despedí levantado una mano antes de cerrarla y dejarla completamente sola dentro. La sensación de culpa se vuelve a instalar en mi pecho, pero ahora es mucho más fuerte que antes.

No me puedo quitar de la cabeza sus ojos, había algo en ellos que me caló más fondo de lo que había deseado, pero es cierto. Transmitían un dolor que ni yo sería capaz de soportar.

No todo es casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora