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Alex

Ian estaba tenso, ese tal Henri no parecía para nada contento y tenía un mal presentimiento de todo esto.

Estábamos pasando un buen rato, cuando todo esto pasó.

—¿Qué haces aquí, Henri? — preguntó Ian poniéndose delante de mí como escudo.

—Solo cobrar viejas cuentas — su ironía me empezaba a poner enferma, y eso que no había hablado demasiado.

Toda la sangre de mi cuerpo se congeló al ver que dos de los hombres de atrás sacaban unos cuchillos y el hombre frente a Ian nos apuntaba con una pistola.

—Baja el arma — dijo Ian cauteloso.

Entonces todo ocurrió muy rápido, el hombre que llevaba el arma disparó al techo haciendo que todos los que se encontraban cerca de nosotros se agacharan o corrieran para protegerse.

Yo fui incapaz de moverme, no con los gritos que cada vez oía más lejanos de la gente ni de Ian que me decía que me largara de allí.

Todo se volvió borroso por un momento, pero conseguí recuperarme y prestar atención a lo que estaba pasando.

—Largo de aquí, creo que te lo dejé bastante claro la primera vez — dijo Ian mientras los cinco girábamos en círculos como en las peleas de las películas.

Lo sé, lo sé, no debería estar pensado en eso cuando podemos morir o salir herido.

—Te dejaré en paz con una condición...

—Habla.

—Que me des a la chica a la que tanto escondes y o me volverás a ver.

No, no no no no... esto no puede estar pasando ¿Yo? ¿Por qué me quiere a mí?

—Ni en tus mejores sueños capullo — Ian me agarró del brazo para acercarme más a él, gesto que no podía agradecer con palabras.

—Entonces será por las malas.

Volvió a disparar al aire y, aprovechando la distracción, uno de los dos hombres de atrás se acercó a mí sin que Ian se diera cuenta.

Por suerte yo había asistido un par de meses a clases de defensa personal cuando mi hermano se empeñó en que necesitaba una niñera o a alguien que cuidara de mí cuando él no estaba, es decir, siempre.

Yo me negaba porque no era una niña pequeña y no necesitaba que alguien estuviera 24/7 detrás de mí para saber que nada malo me pasara. Nate aceptó con la condición de que asistiera a clases de defensa personal. Estuve yendo hasta que lo dejé unas dos semanas antes del accidente.

Pero creo que no me haría mal volver para desfogarme un poco e intentar evitar situaciones como esta.

El sujeto me agarró del brazo intentando hacerme una llave para inmovilizarme, claramente no lo consiguió. Rápidamente me puse su brazo en el hombro y lo levanté del suelo con un movimiento limpio, haciendo que cayera de espaldas cerca de Ian, que me miraba sorprendido.

—¿Qué? — pregunté divertida.

—¿Cómo...?

—Hay demasiadas cosas que no sabes sobre mí.

Reí un poco y me acerqué a darle un leve pico mientras que esquivaba un puñetazo que intentaba darme el tío que había derribado.

—Nunca dejarás de sorprenderme — dijo acercándome con la misma intención que yo.

—Que monos, hacéis una pareja preciosa — dijo Henri cambiando el cargador — Que pena que no vayáis a veros otra vez...

La sonrisa que se dibujaba en su rostro era enfermiza, una auténtica sonrisa de psicópata. Nos apuntó, más bien me apuntó, y quitó el seguro a la pistola.

No todo es casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora