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Alex

Intenté forcejear contra esos dos hombres con todas mis fuerzas, aunque, sinceramente, no sirvió de mucho. Consiguieron meterme en contra de mi voluntad en ese asqueroso camerino con una C negra un poco desgastada pintada en la puerta.

—¡AYUDA! ¡AYU...! — grité con todas mis fuerzas, pero el hombre de la camiseta de Nirvana puso una mano en mi boca para acallar mis gritos.

—Niña estúpida, cállate si no quieres acabar mal — dijo el otro hombre acercándose lentamente después de echar el pestillo de la puerta.

—Creo que nos lo vamos a pasar bien contigo — rio el que me tapaba la boca, tirando de mi pelo para atrás haciendo que levantara la vista de forma brusca para verle acercarse poco a poco hacia mí, con clara intención de besarme.

Empecé a retorcerme todo lo que pude para evitarlo, pero me tenía agarrada y no podía hacer nada. En ese mismo instante alguien llamó a la puerta, consiguiendo que los dos capullos desviaran su atención de mí. Di gracias por eso.

—Joder... ¿Es qué uno ya no puede divertirse sin que le molesten? — molesto, el que estaba más cerca de la puerta maldijo por lo bajo —Cameron, átala, voy a ver qué pasa — dio la orden y corrió una cortina parecida a la que Ian tenía en su camerino.

Se escuchó como el tipo quitaba el pestillo y abría la puerta con cautela.

—Hombre, pero si es el niño de papá — dijo este en un tono mucho más amigable que el que había usado conmigo —¿Qué te trae por aquí?

—Solo venía a decirle a Cameron que le toca salir, no vengo a charlar contigo, Dóminic — dijo la otra persona, no tardé ni medio segundo en identificar la voz de Ian y empezar a moverme e intentar gritar.

El tal Cameron me dio un puñetazo en la boca haciendo que mis gritos cesaran inmediatamente. Un sabor metálico comenzó a aparecer en mi boca.

—Cállate, puta, si no quieres que te reviente a golpes — amenazó, volviendo a tirar de mi pelo.

—¿Qué ha sido eso? — se oyó a Ian preguntarle al tal Dóminic.

—No ha sonado nada — respondió este, con un cierto tonito nervioso.

Tenía que volver a intentarlo, necesitaba que supiera que estaba allí y me sacara de este puto infierno.

Así que volví a gritar.

Otro puñetazo no tardó en llegar, esta vez en la nariz, causándome un mareo terrible. Empecé a notar como un hilo de sangre caía de esta.

Solté un leve grito ahogado.

—No me tomes por gilipollas, Dóminic — en tono de Ian pasó de ser calmado a dar realmente miedo — Dime a quién tenéis ahí.

—Nadie en especial — dijo Dóminic, restándole importancia — Solo a una chica que pedía a gritos un repaso — rió.

Jamás una risa me había causado tantas nauseas como me provocó la suya.

—¿A sí? — dijo Ian sarcástico — ¿Te importaría si me uno entonces?

No se oyó ninguna respuesta, pero sus sombras se movieron dentro de la habitación, por lo que supuse que había negado con la cabeza.

Cuando las dos figuras se pararon delante de la cortina, empecé a forcejear de nuevo con las cuerdas que ataban mis manos a mi espalda.

La cortina se abrió de un tirón, dejándonos a la vista a Cameron y a mí. Cuando sus ojos se posaron en los míos, se tensó de repente de una manera exagerada.

No todo es casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora