La vida es una rueda

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—La vida es una rueda, rueda con ella —le decía siempre su madre. O tal vez lo dijo sólo una vez, pero a Jazmín le quedó grabado a fuego.

  Ella no entendía lo que su madre quería decirle. Todavía no podía pensar en metáforas, por eso imaginaba la vida de verdad como una gran rueda de auto. Esa frase que su madre repetía era una más de las tantas cosas que no le cabían en la cabeza, pero la aceptaba. No comprendía la infinidad de rituales y tradiciones que preservaba su familia. Para cada pregunta de ella siempre había una única respuesta:

—¿Por qué tenemos que usar pañuelos en el cabello?

—Porque somos gitanos.

—¿Por qué hacemos palmas?

—Porque somos gitanos.

—¿Por qué el abuelo parece llorar cuando canta?

—Porque es gitano.

—¿Por qué no puedo jugar con esas chicas? ¿Por qué se ríen de mi en el colegio? ¿Por qué tengo que bailar así?

—Porque somos gitanos.

—¿Por qué papá y el tío pelean tanto? ¿Por qué tienen cuchillos? ¿Por qué gritan y los clavan en la mesa de madera?

—Porque somos gitanos.

  Ser gitano lo explicaba todo. Y sin saber por qué, sentía orgullo de ser gitana. No sabía qué significaba serlo pero su madre lo decía con orgullo y su padre también. Sus abuelos, tíos y primos gritaban y cantaban con orgullo: ¡somos gitanos! Todos hacían palmas cuando ella bailaba flamenco, y le gritaban, y la vivaban, y los tacos repiqueteaban en el tablao, y el olor de las rosas, y la seda roja brillante, y ese canto que parecía un llanto. Somos gitanos. Y con orgullo.

  Ser gitano es todo en un mundo de gitanos. Ser gitano es nada en un mundo de payos.

  Jazmín cumplía siete años. Era un día de lluvia y no podían salir. Su madre hizo palmas. Y cantaron y bailaron en su habitación. Su papá le regaló una cámara de video. Su mamá la filmaba mientras ella bailaba y cantaba:

Vienes arrepentida, vienes pidiendo perdón...

Diciendo que me quieres, que he sido tu primer amor...

  De pronto un grito. ¿Por qué gritan? Porque somos gitanos.

  Más gritos. La sonrisa de su madre se desvaneció. Miedo en sus ojos. Su madre la escondió bajo la cama y le hizo prometer que no saldría. Desde su escondite, ella vio los zapatos de su padre, los zapatos de otro hombre. Olor a cigarro. Más gritos. Se tapó los oídos. Oyó un grito desgarrado. Su padre cayó. Su madre también cayó. Sangre. Dolor. El hombre apagó su cigarro en el piso. Y se marchó.

  Todos lloraban y gritaban, lamentándose en el entierro de sus padres. Muchos juramentos, maldiciones y plegarias. Muchas viejas vestidas de negro. Y luego, mucha soledad.

  Ella tenía entonces que ir a vivir con otro clan. El clan de Joselo. ¿Y por qué? Porque somos gitanos. Joselo es cruel. es violento. Joselo es malo.

  Un juez vino a buscarla y le dijeron que la iban a llevar a vivir a otro lugar. Que ya no tuviera miedo, que Joselo no podría hacerle nada. La llevaron a vivir a una mansión, la Fundación BB. Ahí no la dejarán cantar sus canciones. Ni usar su ropa. ¿Por qué? Porque no son gitanos.

  Ahí vive un chico muy serio y muy triste con su hermanita más chica. Ahí también vive un chico rubio, de pelo largo y enrulado, siempre está enojado y es prevenido. También hermoso. Se llama Juan, pero le dicen Tacho. Él la mira, la mira mucho. Y le dice que quiere ser su amigo. Pero ella le dice que no. ¿Por qué? Porque él no es gitano.

  Ella sabe que hubo un día en que todo eran palmas y música y flamenco. Y luego hubo un día en 1 y luto y desgracia. Pero sabe también que vendra un dia en el que todo volverá a ser palmas y música que la vida es una rueda, y ella rueda con la vida.

Casi Angeles La Isla de EudamonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora