La Magia

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    La magia duró apenas unos instantes, pero para Mar y Thiago el tiempo se volvió espeso y los segundos se estiraron hasta el infinito. Hasta que dos gritos despertaron a ambos del trance. Era Justina quien, al ver a Marianella fuera de la Fundación y empapada, comprendió que estaba huyendo. Ése fue un grito indignado. El otro, más agudo y prolijo y de sorpresa, lo dio al reconocer al hijo de Bartolomé.

  Justina tenía una tierna devoción por el niño Thiago,como ella lo llamaba; lo había criado de pequeño, sobre todo desde que Ornella lo había abandonado. Thiago tenía hacia ella sentimientos encontrados. Por un lado, la particular ternura, de Justina fue lo más parecido que tuvo al cariño maternal tras el abandono de su madre. Pero por el otro, ella era la mano derecha de su padre, a quien secundaba en cada decisión

—¡Niño Thiago! ¡Qué alegría! ¿Tu padre sabe que venías?— preguntó como si desconociera que el joven no era bien

—No —respondió él con una sonrisa, y agregó con ironía —Quise darle una sorpresa.—

—¡Y se va a sorrrprender tanto!— exclamó Justina, disimulando la tensión.

  Era evidente que no sería una sorpresa feliz para Barto. Entre otros motivos, porque la causa principal del alejamiento de Thiago era que no conviviera con los chicos de la Fundación. Estando cerca, Thiago podría percatarse do las actividades que allí se llevaban a cabo. Por esa misma razón Justina tomó por los hombros a Marianella y la trató con una forzada dulzura.

—¿Y vos qué hacés, Marita, acá afuera? —Justina tenía esa antipática manía de deformar los nombres de las personas que no le caían bien. —Es tarde ya, ¡es peligroso quo estén en la calle! ¿Además mojada? —

—Sí, tropezó y se cayó en la fuente —explicó Thiago—, ¿Vivís acá? —le preguntó directamente a Marianella. Pero Justina interrumpió de inmediato ese diálogo, era gravísimo que Thiago intimara con ellos.

—Sí, claro, Marianella es nueva en la Fundación. Pero andá, Thiaguito, andá a ver tu padre. Está muy excitado con el compromiso de tu tía Malvina. —

—¿Malvina se compromete? ¿Hoy? Me encanta cómo me participan de todo en esta familia —dijo otra vez irónico. Y volvió a mirar a Marianella, que no le sacaba los ojos do encima. —¿Vos te estabas escapando? ¿Pasó algo?— Ella amagó a contestar, pero Justina la tomó por los hombros apretándola aún más, y falsificó una sonrisa.

— ¡Pero no! ¡Qué se va a estar escapando, si está rrregia acá! La mandé a buscar a Jásper, y la muy torrrpe trepó el porrrtón en lugar de abrirlo! Andá, Thiaguito, ¡anda!—

—¿Dónde está? —cambió de tema Thiago.

—¿Y dónde va a estar?— Seguro que en el jardín trasero.

— Lo voy a saludar —dijo al pasar y miró a Marianella de una manera que aceleró aún más el corazón de la joven—. Nos vemos, entonces.

  Ella no contestó. Lo vio rodear la mansión hacia el jardín trasero, mientras Justina sostenía su sonrisa tensa y la sujetaba por los hombros. Apenas Thiago desapareció tras la casa, el ama de llaves arremetió bestial contra la pequeña.

—¿Así que escapándote, rrrata ingrata? —Marianella atinó a decir algo, pero Justina la zamarreó de un brazo. —¡Silencio entierrrro, mocosa! —gritó, atronadora—. Intenta escaparte una vez más y vas a ver dónde terminas.

  La tomó del brazo con violencia y la condujo otra vez hacia el interior de la mansión, y con un gesto que no pretendió disimular el tono de amenaza, agregó:

— Y ni se te ocurra volver a acercarte al niño Thiago, ¿está claro? ¡Olvidate de él!

  Marianella la miró sin contestarle nada. Y por lo que expresaban sus ojos, Justina comprendió que ya era tarde: imposible que Marianella se olvidara de él.

Casi Angeles La Isla de EudamonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora