Dos Compromisos
Escaparse
Lo primero que pensó Marianella apenas intuyó cómo seria su destino en ese lugar fue a escaparse.
Al llegar a la Fundación BB, Marianella miró sorprendida la casa en la que viviría. El imponente portón de hierro labrado se abrió para darles paso, y ahí mismo Justina comunicó la primera regla.
—El porrrtón se cierra a las seis de la tarrrde, y nadie sale ni entrar después de esa hora.
Bartolomé la miró con severidad, ya que esos modos sólo generaban aprehensión en los niños. En cambio él los trataba con una edulcorada ternura. Sabía que había un tiempo, un proceso, para ganarse la confianza de los purretes y así poder . iniciarlos en la inefable tarea para la que eran reclutados. Pero Marianella desconfiaba más de la sonrisa temblorosa de Bartolomé que de los ojos de lechuza de Justina.
Mientras recorrían la galería que conducía a la puerta principal la diminuta rebelde observaba la clásica construcción del edificio. Y creyó ver que una horrible cabeza de bicho—una de las gárgolas que ornamentaban el frente de la mansion — giraba a su paso. Ese lugar le daba miedo, tenía algo siniestro, como un susurro de peligro. Por pura intuision se aferró a la pequeña bolsa sucia y raída que traía entre sus brazos.
La pesada puerta de madera se abrió, y Marianella sino una súbita caricia de la calefacción, algo difícil de apreciar si no se ha padecido realmente el frío. Tener frío en inviero es algo que conocemos todos, pero vivir a toda hora con frio algo muy distinto. Un frío que cala los huesos, que se siente como un dolor crónico, que no se calma con nada .Así eran los inviernos de Marianella y de todos los chicos que vivían en el orfanato. Por eso, Cuando dio un paso dentro de la sala calefaccionada, la invadió una repentina emoción, y por un momento llegó a confiar en que su suerte de verdad había cambiado. Pero pronto se anotició de la segunda regla:
—Este sector está prohibido para ustedes. Nadie puede entrar en la sala sin autorización. Y bajo ningún punto de vista se puede subir a la planta alta. ¿De acuerrrdo? —siguió advirtiendo Justina, remarcando mucho las erres. Y de inmediato la condujo al sector donde viviría.
Una pequeña puerta frente a la escalera conducía a la fundación propiamente dicha. Apenas la atravesó, notó el cambio. Ya no había allí paredes revestidas en madera pintada de color azul oscuro, ni pisos de mármol azul y blanco, ni hogar a leña, ni olor a lavanda, ni enormes cuadros de personas viejas, ni objetos dorados, ni estatuas desnudas. Detrás de la puerta, había paredes blanqueadas a la cal, pisos de madera resquebrajada y olor a humedad. Y frío. El mismo frío de siempre.
Que la pequeña ingresara por la puerta principal, para luego negarle ese privilegio y conducirla al lugar gélido y horrible en el que viviría, no era simplemente un juego cruel y perverso. No. Era una estudiada manera de mostrarle todo lo que no tenía ni tendría jamás. Era una forma de someterla, de forzarla a aceptar su destino.
Después de recorrer el estrecho pasillo que comunicaba la sala principal con el sector de los menores, llegaron hasta una especie de patio interno, techado. El frío bajaba desde la chapa del techo como una nevada invisible. En el patio había algunos pupitres, pero ningún libro. Y sobre una pared, un pizarrón, sin rastros de tiza. Era evidente que esa especie de aula escolar no era usada con esos fines. Detrás de los bancos había dos puertas de madera con varias capas de pintura saltada. Se podía advertir que las puertas habían sido pintadas primero de verde, luego de rojo, después de blanco y por último de verde otra vez; pero habían mezclado pintura sintética con látex, y no habían rasqueteado bien la madera. Eso era algo evidente para Marianella, que conocía mucho de oficios tales como pintura, albañilería, electricidad y plomería.
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Casi Angeles La Isla de Eudamon
Teen FictionUna noche de febrero de 1854 tres puntos luminosos dibujaran en el cielo un triángulo perfecto: tres relojes idénticos han comenzado a funcionar al mismo tiempo, y uno de ellos esta en el altillo de la mansion Inchausti. Y aunque parece una escena o...