La Bailarina del Aire

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   Lleca, Rama y Alelí llegaron al circo y se colaron con facilidad por la parte trasera. En el frente, debajo del gran cartel que rezaba «Circo Mágico», había otro más pequeño que anunciaba: «Con la participación especial de La Bailarina del Aire».

  Cuando salían a robar juntos, Rama trataba de evitar que Alelí participara. Él hacía doble trabajo, por él y por ella. Además sabía que a su adorada hermanita le encantaban los circos. Por eso Rama gastó esa tarde algunas monedas que había podido esconder de los ojos de lechuza de Justina y le compró un gran algodón de azúcar. Le buscó una silla vacía y la sentó ahí para que disfrutara del espectáculo mientras él y Lleca hacían el trabajo.

  Los tres intentaban llevar con normalidad la vida que tenían, hacía ya cinco años, en la Fundación BB. Ya eran expertos en la materia. Jamás llamaban robar a lo que hacían, sino «trabajar». Alelí se sintió agradecida cuando Rama le dijo que ella no trabajara, que él lo haría por ella. Y con una gran sonrisa de felicidad aplaudió a los artistas circenses que se sucedían. La que más le gustó fue la bailarina del aire, una acróbata rubia, hermosa, con unos enormes ojos celestes. Alelí observaba fascinada cómo la muchacha parecía volar colgada de una tela, con unas enormes alas blancas en su espalda. Pero en ese momento un hombre muy gordo se paró unos pocos centímetros delante de ella y vio que del bolsillo trasero sobresalía una billetera bastante gorda, como las que le encantaban a Justina. Vio que el bueno de Rama estaba trabajando y sintió que debía ayudarlo.

  La billetera estaba a la vista y gracias a eso, casi sin dejare comer de el algodón de azúcar, se la quitó a su dueño, que ni se dio cuenta. Alelí vio que el hombre miraba la hora en el pequeño reloj dorado —a Justina le encantaban los relojes dorados— y luego lo guardó en el bolsillo delantero del chaleco También le pareció que era un trabajo fácil. Y con la misma tranquilidad de antes se lo sustrajo. Pero no advirtio que frente a ellos había una mujer que la estaba observando Resultó ser la esposa del hombre gordo. Y ambos resultaron ser los nuevos dueños del Circo Mágico.

   —¡Ladrona! ¡Te está robando! —gritó la mujer a su marido. El hombre reaccionó rápido y miró con descreimiento a la pequeña. —¡Sí, ella, la morochita te robó el reloj! —preciso la mujer.

  El hombre no alcanzó a corroborarlo, que Alelí ya se había echado a correr. La mujer intentó atraparla y Alelí tuvo que subir a la pista del circo para eludirla. Cielo,la bailarina del aire, vio desde lo alto la situación, y comprendió de Inmediato lo que ocurría: los desagradables nuevos dueños del Circo perseguían a una nena a la que acusaban de ladrona Y ella huía atravesando la pista. Sin dudarlo, Cielo decidió ayudarla y con un gesto a su asistente le indicó que la bajara. Cielo descendió como un ángel sobre la pista y se interpuso ante el hombre. Él intentó esquivarla, pero ella se le impidió. En ese momento había varios artistas en el escenario. entre ellos el lanzallamas, que claramente detestaba al nuevo empresario. Y respondiendo a un guiño que le hizo tele, empezó a dirigir sus llamaradas hacia el hombre que Nomina en la pista. Lo mismo hicieron los payasos en sus Monociclos, los malabaristas y los enanos. Todos empezaron a rodearlo, acorralándolo. Se armó un gran revuelo, idas, y caídas. Todo parecía parte del espectáculo. Cielo vio con satisfacción que la niña había podido escapar por la parte trasera del escenario.

  Rama y Lleca habían visto toda la situación, y al observar que escapaba, salieron de la carpa, la buscaron infructuosamente entre los carromatos, y dedujeron que Alelí había corrido directamente hacia la Fundación. Rama le pidió a Lleca que regresara por la plaza. Él lo haría recorriendo el mismo camino que habían hecho para llegar hasta el Circo. Se dividieron y Rama comenzó a buscar a su hermana con mucha angustia.

  A pocas cuadras de allí, Rama empezó a oír música. Y la música era una pasión para él, cualquier tipo de música lo atraía como un imán. Se acercó al lugar desde donde provenía y vio a una chica de unos quince años, ataviada con tules y faldas muy largas de color verde, que bailaba apasionada, taconeando y moviendo sus manos como si fueran alas. Junto a ella había un pequeño estéreo en el que sonaba un tema flamenco. Apenas la vio, la reconoció. Era Jazmín Romero, una chica que había estado viviendo en la Fundación hacía algunos años. Jazmín era gitana, Bartolomé nunca les explicó por qué ella debió irse de la Fundación.

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⏰ Última actualización: Dec 31, 2018 ⏰

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