Capítulo 5: Alianza

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"A veces las circunstancias de la vida nos alteran los nervios y nos volvemos complejos e irritables. Lo importante es saber darnos cuenta a tiempo cuando el carácter se nos ha desmejorado para reaccionar y decirte a ti misma: Ya basta"

Unos días después cuando íbamos camino al liceo, noté a Hanna algo distante y mal humorada. Sus nudillos se crispaban de vez en cuando al sostener la carpeta de apunte con más fuerza de la necesaria, mientras se perdía en sus pensamientos. Esta actitud era muy poco habitual en ella que siempre parecía vivaz y alegre, algo muy serio tenía que estar ocurriéndole para que estuviera de ese modo, así que no pude evitar preguntarle:

– ¿Te sucede algo Hanna? –procuré que mi tono de voz sonara lo más conciliador posible.

– No –me respondió con monosílabas, su tono de voz era más grave de lo normal y las arrugas surcaban su frente por tener el ceño fruncido. Decidí no entrometerme más, si ella quería contármelo lo haría cuando se sintiera cómoda.

– Hola Amanda –se me acercó Miguel Castillo, sentándose encima de mi mesa, yo lo fulminé con la mirada, pero no le dije nada.

– Hola –le respondí de mala gana. En esos momentos no tenía cabeza para sus tonterías. No dejaba de preocuparme Hanna, había tratado en varias ocasiones sacarle un poco de conversación y mis intentos fueron en vano, parecía estar molesta conmigo o algo así... ¿Sería por algo que yo había hecho? Y una idea vino a mi mente como una ráfaga de aire gélido, sentí cómo el calor abandonaba mi cuerpo ante esa posibilidad. No, no, no... No puede ser posible... ella... no puede saber lo que yo siento por Jeffrey. Me debatía a mí misma ante los posibles escenarios en los que ella pudo haberlo descubierto y estuve al pendiente de cada uno de sus gestos o palabras en búsqueda de algún indicio que me ratificara mis peores temores.

– ¡Amanda! –Miguel chasqueó sus dedos frente a mis narices.

– ¿Qué? –respondí con brusquedad saliendo de mi estupor.

– Entonces... ¿qué me dices? –inquirió con mirada expectante.

– ¿Sobre qué? –pregunté confusa. No tenía la menor idea de lo que me estaba hablando, no estaba prestado atención a lo que sea que me estaba diciendo.

– Sobre ir al cine conmigo esta tarde –su tono de voz era obstinado.

– Lo siento Miguel, pero la verdad es que no tengo ganas de salir –y mucho menos contigo concluí mentalmente.

– Bien –se levantó bruscamente de encima de mi mesa y se dio media vuelta pisando fuerte hasta su puesto, obviamente enfadado, le di poca importancia y comencé a garabatear figuras carentes de sentido en mi libreta.

Durante los breves momentos en los que nos topamos con Jeffrey a lo largo del día, pude notar la tensión que emanaba en el ambiente cuando él y Hanna cruzaron sus miradas, pero no creo que alguien más lo hubiera notado. Ella lo miraba retadoramente y él con severidad ¿se habrían peleado? Casi suspiré de alivio ante esa perspectiva y me golpeé mentalmente por mis pensamientos ridículos, esa era una explicación más lógica para mal humor de Hanna y la batalla de miradas que presenciaba. Esto me sorprendió un poco, nunca hubiese imaginado tal cosa, la relación entre ellos dos siempre fue muy tranquila se la llevaban muy bien el uno con el otro. Era un hecho poco común pero no imposible, supongo que en toda familia existen diferencias, aún en una familia tan estable como la de mi amiga.

Casi tuve que morder mi lengua para no mencionarle nada a Hanna cuando ibamos de vuelta a mi casa, sobre lo que me había percatado. "Te lo contara cuando esté lista", me decía a mí misma una y otra vez. Me decepcionó un poco el que no me lo contara porque al fin y al cabo era su mejor amiga y no nos guardábamos ningún secreto.

No existe un "tal vez"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora