"Una cosa era saber que tenía un amor platónico e imposible, y otra muy distinta (y peor) era saber que tenía un amor correspondido... imposible"
***
– Srta. Morales – oí que una voz me llamó, y en respuesta mi corazón comenzó a palpitar desbocadamente. Sólo una persona provocaba esta respuesta involuntaria en mí.
¡Esta vez estaban tan cerca de la puerta! ¿Por qué, Jeffrey, no podíamos dejarnos de esto y ya? Estábamos solos luego de la clase extra del viernes, lo que lo hacía mil veces peor. Por lo que esperaba salir huyendo antes de verme atrapada por el momento– diario– de– incomodidad.
Dándome media vuelta, le miré. No del modo en que los convencionalismos sociales dictaminan, no, más bien fue una acción cobarde en la que enfocaba mi vista en algún punto cercano a donde se encontraba para dar la sensación de estar mirándolo a la cara. Esta vez le tocó al pizarrón que estaba justo detrás de él. Sí, el pizarrón estaba bien, podía controlar esto.
– ¿Sí, señor Green? – sentí mis mejillas arder al pronunciar su nombre.
– ¿Cómo estás? – me preguntó y yo me tomé más del tiempo necesario para contestarle.
Por un momento mis ojos se desviaron en contra de mi voluntad, observando su figura tras el escritorio. Llevaba una camisa blanca de lino que dejaba entrever los músculos de su pecho. Juro que vi una gota de sudor proveniente de su cuello y recorrer la piel libre de su pecho hasta perderse en esos lugares a los que mis ojos no podían acceder.
De repente esta fue la alarma que sonó en mi cabeza indicándome que se supone que era mi momento de hablar. ¿Qué era lo que me había dicho Jeffrey?
Parpadeé perpleja y desvié mi mirada al suelo.
¡Oh sí! Me preguntó cómo estaba. ¿Qué se supone que debería decirle? ¿La verdad? ¿Debía decirle lo frustrada e incómoda que me sentía luego de nuestra última conversación?
No, desde luego que no. Así que opté por responderle lo que le dices a cualquier persona cuando no quieres ahondar en la realidad: – Estoy bien.
Lo sentí levantarse de su asiento y acercarse hacía mí y me decía a mí misma: «No mires, no mires, no mires».
A unos metros de mí él dudó y se detuvo, supongo que por la expresión de mi rostro.
– Y... ¿tienes alguna duda sobre la clase? – por su tono de voz pude deducir que también para él era incómoda la situación. Yo miré hacia la puerta, repentinamente con ganas de correr hacia ella y huir.
«Más bien tengo dudas de por qué las cosas son tan malditamente difíciles entre nosotros ahora» quise decirle.
– Mmmm... esto... No. Todo claro – respondí en un tartamudeo que me hizo avergonzar, cambiando el peso de mi cuerpo de una pierna a otra.
– Es bueno saberlo.
– Yo... Tengo que irme.
– ¿Segura que no quieres que te lleve ésta vez?
– No, está bien. Hanna está esperándome – mentí, pero eso él lo sabía. Desde luego, ella estaba con Jhonatan en el cine o cualquier otro lugar como hacían siempre que terminaban las clases.
Él me lanzó una mirada de reproche, pero no dijo nada al respecto. Estuvimos sumidos en un silencio incómodo hasta que dije:
– Tengo que irme – repetí, y pasé rápidamente a su lado, escabulléndome hasta la salida, pero él fue más rápido y me detuvo tomándome por el brazo. Su toque quemándome como cientos de brasas ardientes.
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No existe un "tal vez"
RomanceAmanda ha estado enamorada de Jeffrey desde que tenía 12 años, el problema es que él es 10 años mayor que ella, el tío de su mejor amiga y... está casado ¿Podría su amor imposible volverse posible? Tal vez... ¡Descúbrelo