Capítulo 9: Ni contigo, ni sin ti...

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"...tienen mis penas remedio: contigo porque me matas, sin ti porque me muero".

***

– ¿En qué estás pensando? –me preguntó Jeffrey sobresaltándome, aún se encontraba acunando mi rostro entre sus manos. Yo sutilmente tome su mano entre las mías y la aparté.

– No es nada –hice un gesto con mi cabeza. –Pero tienes razón. Esto no volverá a pasar –forcé una sonrisa. –Creo que debería llamar a Hanna para que me pongan al tanto de la situación que me esperará allá abajo.

Él asintió captando la indirecta.

– Yo la llamaré por ti. –se encaminó hasta la puerta, y dirigiéndome una última mirada, como de disculpa, se perdió en el pasillo. Pero ni que me dirigiera mil expresiones como esa, podrían borrar la burla que sentí cuando me dijo que sólo había sido un beso. Como si hubiera sido algo que se intercambia todo los días al igual que una moneda, algo corriente. Como si no fuera la gran cosa.

Para mí estaba muy lejos de significar 'poco'.

Me sentía apesadumbrada, como si me hubiesen arrebatado algo de gran importancia. Tal vez ese algo fue mi dignidad, que perdí desde el mismo momento en que besé a Jeffrey. Pero me dije a mí misma que no sufriría más por él, y que por ningún motivo iba a dejar que se alejara con expresión de triunfo mientras sostenía mi dignidad entre sus manos cual trofeo haciendo alarde de lo estúpida que fui. No, yo la recuperaría de regreso.

Unos pocos minutos después apareció en la habitación el torbellino que tenía por amiga. Me obligué a mí misma a quitar la expresión de pesar y adoptar una de completa alegría.

– ¡Ey! ¿Quién eres tú y que has hecho con mi amiga? –dijo ella mirándome boquiabierta. Yo le dirigí un gesto infantil con la lengua. –Te ves muy bien Amanda.

– Gracias. Tú también luces estupenda. –y la verdad es que así era, se veía genial con su vestido gris perla de corte princesa y su máscara elaborada con pequeños trozos de espejos en formas desiguales que lanzaban destellos de luz a su alrededor. Llevaba su cabello liso levemente alzado de medio lado con un broche plateado.

– Gracias, gracias –hizo una reverencia teatral, a lo que yo reí aplaudiendo. Era muy fácil parecer alegre a su lado, porque en realidad no requería de mucho esfuerzo. Hanna podía levantarle el ánimo a cualquiera.

–Bien ¿y ahora qué viene? –le pregunté. Ella cambió su expresión juguetona y adoptó una de perfecto profesionalismo.

– Primero debes esperar a mi señal para que salgas, mantén tu teléfono a la mano –me dijo tendiéndomelo y yo lo tomé.

– ¿Cómo lo...? –comencé a decir mientras miraba atónita mi teléfono. Con el apuro del "arresto" yo no había tenido tiempo para llevarlo conmigo.

– Este no es el momento para revelar los detalles de cómo llevé a cabo mis planes Amanda ¡Concéntrate! –me reprendió mirándome crispada. Se notaba que todo esto de la fiesta la tenía un tanto estresada y agradecí internamente todo lo que estaba haciendo por mí.

No existe un "tal vez"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora