Capítulo 1: Un nuevo comienzo

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El corazón no se equivoca... los equivocados somos nosotros al creer que podemos luchar contra él.

***

Nunca había sido partidaria de los viajes largos que implican un cambio rotundo de ambiente (llámese clima, personas, modo de vida, etc.) pero extrañamente ese último había sido diferente, pude deleitarme con el cálido clima de la Isla de Margarita en donde el sol brillaba resplandeciente cada mañana, olvidándome del turbio pueblo de San Diego y aquellas situaciones de mi vida que hacían que no deseara regresar a mi hogar. Pero a pesar de mis inquebrantables ganas de no dejar Margarita, esa isla rodeada de playas tan azules que no podías distinguir dónde comenzaba el cielo en el horizonte, mis días de vacaciones llegaron a su fin, lo cual hacia imprescindible mi regreso a ese lugar tan aburrido San Diego donde nada interesante ocurría con frecuencia.

Cuando me encontraba en mi habitación, reorganizando mi equipaje, el sonido de mi celular interrumpió mis quehaceres.

He escuchado ciertos rumores de que has regresado a casa hace unas... 4 horas ¿Puedo saber cuándo pensabas decírmelo?

Hanna

Era un mensaje de texto de mi amiga, ambas éramos inseparables. Podría decirse que prácticamente vivíamos pegadas la una a la otra; cuando no nos encontrábamos en mi casa estábamos en la de ella y así había sido por mucho tiempo, cinco años para ser más exactos, pero tenía mis razones para no decirle nada al respecto.

¿Tenía que hacerlo? Eres una pequeña bruja entrometida, supuse que lo averiguarías tan pronto como llegamos aquí. Es más, ¡estoy sorprendida que te haya tomado tanto tiempo enterarte!

Estoy bien, gracias por preguntar. También te quiero ;)

Amanda

¿Bruja entrometida dices? Bien, tomaré eso como un cumplido. No necesitas ser sarcástica conmigo querida... sé que llegaste bien (tu madre habló con mi tía hace unas horas, he allí la fuente de mi información) Y si me demoré tanto en comunicarme contigo fue por consideración contigo, supuse que estabas agotada por el viaje.

Hanna

Como quien dice eres la "consideración" personificada.

Amanda

:O Creo que las altas temperaturas de Margarita han afectado tu sarcasmo ¡AHORA SE HA VUELTO INSOPORTABLE! Bien, como soy una amiga "desconsiderada" tendrás que aguantar mi presencia hasta... que YO me aburra.

Hanna

¿Vienes a mi casa?

Amanda

De hecho, querida, estoy instaladísima en la sala de estar.

Hanna

Una sonrisa se dibujó en mi rostro. Típico de Hanna hacer algo así; en realidad, no sé cómo no lo vi venir.

Tomé un suspiro para calmar mis ánimos y así enfrentarme al torbellino de energía que tenía por amiga, lo iba a necesitar. Sin duda Hanna no se estaría del todo quieta –si es que eso era posible– si no sacaba de mí hasta el último detalle de mi viaje a Margarita. Y no la culpaba por ello, la verdad mi amiga no había salido del pueblo en mucho tiempo, por cuestiones familiares. Nunca había tiempo para eso. Casi me sentí una miserable al dejarla pasar esas vacaciones sola, y digo casi, porque las ganas de irme no me lo permitieron. Es broma, las palabras de Hanna hicieron mi culpabilidad un poco llevadera, pero debido a la insistencia de Hanna porque saliera a respirar otro ambiente, y luego de asegurarme de que el mundo tal como lo conocíamos no sucumbiría en mi ausencia, finalmente opté por emprender un viaje que, sin lugar a dudas, necesitaba.

– ¡Amanda! –exclamó Hanna una vez que me vio llegar a la sala. Ella estaba sentada leyendo una revista de chismes de farándula y al percatarse de mi llegada se levantó de un brinco del sofá que, de no saberlo, habría jurado que éste tenía algún tipo de resorte.

– ¡Ey Hanna! –Le devolví el saludo mientras abarcaba la distancia que nos separaba y le proporcionaba un sofocante abrazo– ¿Cómo has estado?

Ella, tras separarse de mi abrazo y tomar una bocanada de aire que la ayudara a recuperar la respiración, respondió con el ceño fruncido:

– Realmente hostigada. Eulalia no hace otra cosa que hablar sobre los hijos que desea tener con Jeffrey. Ya empieza a enfermarme –hizo una mueca de desagrado. Yo me vi forzada a dejar entrever una sonrisa de comprensión en mi rostro. Ésa era una de las cosas por las que, no tan literalmente, huí ése verano. Deseaba olvidar, aunque fuera por un corto período, a quien constituía el pesar de mis días... Jeffrey Green.

Y ustedes se preguntarán ¿Qué tienen que ver él y Hanna? Pues... ¡mucho!

Jeffrey Green es el tío de Hanna y su tutor desde hace cinco años, justamente el tiempo que llevábamos conociéndonos y, a su vez, siendo amigas. Él asumió su tutoría debido a que los padres de Hanna eran personas muy ocupadas, siempre vivían viajando de un lugar a otro sin descanso alguno, y ellos no querían una vida así para su hija, de modo que decidieron darle la estabilidad de un hogar centrado dejándola en manos de Jeffrey (quien es el hermano menor de Arnold, el padre de Hanna) quien, para ese entonces, contaba con la edad de veinticinco años. Sin duda, una edad poco avanzada y experimentada para lidiar con un preadolescente, sin embargo supo manejar la situación muy bien.

Eulalia era la esposa de Jeffrey desde hacía tres años. Me convendría decir que es una bruja malvada que no lo merece, pero es todo lo contrario. Es una persona muy dulce y de buenos sentimientos. Trata a Hanna como si fuese su hija y a mí me tiene mucho cariño, jamás se ha comportado de una forma odiosa conmigo, ni tiene la menor idea de mis sentimientos hacia su esposo.

Sin lugar a dudas, Jeffrey no pudo haber escogido mejor esposa, y eso constituía algo muy doloroso para mí. Tener que saberlo, tener que vivirlo, tener que presenciar cómo juntos formaban la familia perfecta que cualquiera desearía tener, era realmente un gran castigo para mí por fijarme en un hombre casado y mucho mayor que yo que...

– ¡Amanda! –el grito de reprimenda de Hanna acompañado de una zarandeada, hicieron que dejara atrás mis pensamientos. – ¿Has escuchado algo de lo que te he hablado? –inquirió con las cejas arqueadas. Yo negué con la cabeza, apenada, y ella soltó un resoplido de frustración. –Bien, supongo que eso ya no importa. No es un tema que deba interesarte mucho así que... ¡olvidémoslo! Pero ¡Cuéntame! –Dijo pegando un brinco en su asiento con gran entusiasmo, que hizo sacudirme de la sorpresa– ¿Qué tal estuvo tu viaje? ¡Quiero saberlo todo!

Tomé un suspiro... todo sea por mantenerla alejada de sus conversaciones sobre Eulalia, Jeffrey y bebés.

Ya era bastante tarde cuando Hanna se marchó a su casa. Habíamos pasado el resto de la tarde entre risas y relatos. Al parecer sus vacaciones no habían sido del todo aburridas, ya que conoció a un chico cuyo nombre no recordaba, quien se había mudado desde Falcón y estudiaría en el mismo liceo que nosotras. Noté el gran interés que sentía por él, y eso me hizo muy feliz por ella, y esperaba honestamente que él fuera un buen chico, mi amiga nunca tenía buena suerte y siempre atraía a patanes.

Esa misma noche, cuando trataba de conciliar el sueño, mirando el techo agrietado de mi habitación, tuve la sensación de que algo cambiaría en ése último año escolar. Y ese algo traería consecuencias inevitables a mi vida, no sabía que sería, pero de algo sí estaba completamente segura, Jeffrey Green tenía algo que ver en ello.

Con ese pensamiento me quedé dormida, deseando febrilmente que el mañana no llegara tan pronto.

No existe un "tal vez"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora