C a p í t u l o I

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Estaba acostado, y a mi lado había una puta.
Era la típica y rutinaria noche de sábado; tomar unos tragos y buscar a alguien para divertirme.
Mi mirada estaba perdida en el techo de mi casa, yo pensaba en lo miserable que era cada fin de semana. A mí no me gustaba estar con una y con otra, de hecho, me parecía detestable, me hace sentir usado. Sí, así me siento, las putas nacieron para ser usadas y eso no me genera ningún cargo de consciencia, sin embargo, yo no nací para eso.

Se pasó un año desde que me separé de mi pareja. Teníamos planes de vivir juntos y quizá tener un hijo. Pero todo terminó cuando llegué a su casa y encontré a la perra con otro en la cama. Ella lo llamaba "mejor amigo", y yo me siento un estúpido por haberle creído eso. Pero de eso se trata una relación, ¿cierto? "Confiar en el otro" se le llama, y es lo más normal y es lo que todos deberían de hacer. Pero confiar de más, a veces, está de más.

La mujer corpulenta a mi lado se despertó, se dio vuelta hacia mí y me quedó mirando.

- ¿En qué piensas tanto, bonito? - Me preguntó, mientras con su dedo índice recorría mi abdomen.

- En el amor. - Le respondí. Mi mirada seguía fija en el techo, en realidad, no le prestaba atención a ella.

La miré de reojo y la noté confundida. Quizá no entendía porque estaba ahí conmigo, porque en vez de estar follandola, pensaba en el amor.

-¿Fuiste capaz de encontrar el amor?- Me preguntó, para adentrarse un poco en el tema tal vez.

- Sí. - Le respondí, con mi indiferencia de siempre.

- ¿Cómo era?

- Era bella, con sórdidas intenciones hacia mi persona. A veces se comportaba como niña, otras veces como una puta miserable. Muchas veces la quise, pero más veces la odié. - Contesté, seguro de mis palabras.

- No entiendo. Creí que habías encontrado el amor.-Me dijo ella, mientras se sentaba arriba mío.

- Y lo hice, mi querida. ¿Pero, quién dijo que el amor tiene que ser bueno? - La miré con seriedad, no la quería encima de mí, ya la había usado como tenía que ser.

- No lo sé - Me dijo - Nunca me enamoré.

- Las putas no se enamoran. - Le contesté, sin sentir lastima alguna.

La pelirroja se levantó enfadada, se puso su vestido corto que hacía que casi se le viera el culo. - ¡Eres un idiota, Castian! ¡No me vuelvas a buscar! - Dicho esto, salió corriendo de mi habitación y detrás suyo dejó un portazo.

Era otra puta más que salía furiosa de mi casa, era otra puta más que no volvería a ver.

- ¡Sé que soy un idiota, me lo repiten todos los sábados! - Le grité.

Me senté en la cama mientras me reía a carjadas por esa escena, y al mismo tiempo lágrimas caían. Sí, así de miserable me sentía.

《Todas son unas putas》pensé. Hasta que recordé a mi hermana de diecisiete años corriendo hacia mí para abrazarme. Y entonces me arrepentí de haber pensado eso.

Aún sentía un inmenso dolor, ya no creía poder confiar en nadie, en verdad odiaba sentirme así de miserable todos los sábados, pero más era el miedo a que todas fueran como ella, ere ese miedo de entregarle mi corazón a alguien y que me lo terminara rompiendo en miles de pedazos.

《》

- ¿Vas a venir a verme hoy? - Me preguntaba Sam, mi hermana menor.

- ¡Claro que sí! ¿Quieres ir a tomar un helado? - La amo, ella es mi mayor felicidad, quizá la única.

- ¡Sí! ¡ Tenemos mucho de que hablar, Castian! Tengo un secreto que contarte- Me susurró al teléfono, no quería que mamá descubriera ese secreto, ya que la obligaría a decírselo.

- Me has dejado curioso, no vale eso, Sam. - Reí. Cada vez que hablaba con ella yo reía, lo hacía en serio.

- Cas, mamá me llama para que ordene su cuarto, hablamos luego- Su voz cambió de emoción a desánimo.

- ¿Por qué no ordena ella? Es su cuarto. Tú no tienes porque andar limpiando sus porquerías. - Me enfadé, en verdad esa mujer lograba sacarme de mis casillas.

- Adiós, por favor, ven por mí pronto, no quiero seguir aquí. - Cortó la llamada.

Mi madre fue la primera mujer en romperme el corazón. Y aún así no fue suficiente para aprender que las mujeres pueden llegar a ser unas malditas.

Cuando tenía dieciocho años y Sam diez, mi madre nos dejó por irse con un hombre, drogadicto y de malas pintas. Nosotros no entendíamos cómo ella era capaz de hacernos eso. El dolor no era tanto por mí, sino por Sam, que apenas era una niña y la necesitaba. Y para completar esa locura, mi padre había fallecido no hacía más de dos meses.

¿Podrías imaginarte cómo nos encontrábamos? Yo lograba entender las cosas, y podía valerme por mí mismo. Pero Sam era pequeña, su madre se fue con otro y su padre había muerto. En la cabeza de ella había un alborto horrible, no entendía nada, sentía que había quedado sola.

Yo estaba estudiando, consiguí un trabajo a medio tiempo para poder darle de comer a mí pequeña. Tuvimos la suerte de obtener ayuda de una tía, hermana de nuestro fallecido padre. Ésta me ayudó con la crianza de Sam, con la comida y los quehaceres de la casa. Continué estudiando y trabajando, a veces no comía bien y no me daban las fuerzas para continuar, varias veces pensé en dejar todo e irme, ¿pero, cómo podría hacerle eso a Sam?

Nuestra tía se enfermó repentinamente del corazón, y falleció de un ataque cardíaco a los dos años luego de todo lo sucedido. Fue un gran choque para nosotros, le habíamos tomado un cariño y respeto enorme. Otra vez los Mancini's se encontraban solos.
Yo tenía veinte años, Sam doce. Finalicé mis estudios y estaba trabajando de fotógrafo, nos iba bien, hambre no pasábamos.

Cuando mi hermana cumplió catorce años, nuestra madre decidió dar la cara. Luego de tanto tiempo volvió pidiendo perdón por haberse ido. Jamás la perdoné, Sam era más blanda.

Helena, mi madre, volvió para la casa, casa que mi tía y yo mantuvimos esos cuatro años.
Una vez que la "perdonamos", ella creyó que todo estaba bien y olvidado. Se creía dueña de todo, se creía una madre buena y decente.

Al pasar el tiempo, fuimos notando que nuestra madre tenía ciertos hábitos malos, como inhalar cocaína y fumar marihuana. Cuando me iba a trabajar, Helena ponía a Sam a limpiar toda la casa, incluso a juntar la cocaína que dejaba tirada y los restos de colillas de marihuana. Y por eso me enoja demasiado que ella limpié la habitación de nuestra madre.
Incluso la descarada se daba el lujo de llevar a sus machos para que le quitarán las ganas, no le importaba si se encontraba o no mi hermana.

Ahorré dinero durante dos años y logré comprar un pequeño apartamento, quería sacar a Sam del ambiente en el que estaba viviendo. Mi mayor miedo era que los amantes de mi madre la lastimaran, o incluso la misma Helena.
Lamentablemente, ésta no permitió que me llevara a Sam de la casa y me amenazó con irse lejos con ella. Era una loca bastarda, yo sabía que podía desaparecer del mapa con mi hermana, así que no me quedó de otra que ceder e irme a vivir solo.

Mi frustración por todo lo ocurrido era demasiada, sentía rabia de mi ex y de mi madre, en realidad sentía un odio enorme hacia ellas dos. Sam era todo lo que tenía, y lo que más amaba en el mundo.

Me calmaba saber que pronto ella cumpliría sus dieciocho años, ahí podría traerla a vivir conmigo.

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A ti, querido nuevo lector; espero te guste y disfrutes de cada capítulo. Te invito a formar parte de esta familia. Gracias por leer♡

Aviso

Las personas más activas en los comentarios van a tener capítulos dedicados :)

Muchas gracias a todos por el apoyo♡

La vida de C a s t i a n  Mancini © [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora