Capítulo 20.

2.9K 217 47
                                    

Perrie

Venganza. Era todo lo que podía y quería pensar. Quizá esa era mi única motivación, quizá por eso no sentía remordimiento alguno, quizá por eso me sentía tan bien.

Sentía una extraña corriente eléctrica recorrerme, era algo que me llenaba de energía y me hacía sentir poderosa. No quería detenerme ahora, porque estaba en la cima y ahora yo tenía el control de todo.

No podía decir exactamente cuánto tiempo llevaba aquí, ni siquiera sabía sí ya era de día o sí apenas habían pasado algunos minutos. Pero no me interesaba, era capaz de quedarme aquí toda una vida hasta haber visto a ese maldito pagar.

Michael seguía atado en la silla con la cabeza gacha y toda la ropa desgarrada. Sangraba gracias a las pequeñas cortadas que le había hecho y después de había limitado a hacerlo sufrir un poco. No me había detenido con nada, pero él sólo lograba hacerme enfadar más y más con cada palabra que abandonaba sus labios.

Estaba inconsciente, y debo decir que era la cuarta vez que pasaba. Así que repetí el procedimiento anterior y tiré un poco de agua sobre su cabeza haciéndolo despertar.

Soltó quejidos y alzó la mirada para encontrarse con la mía, no podía creer que después de todo seguía con esa mirada desafiante, divertida y dominante. Pero ya no tenía efecto en mí, cada centímetro de mi cuerpo pedía seguir desquitándome con él.

Era cómo sí los recuerdos de los últimos tres años se hubiesen arremolinado en mi mente como una bomba, era algo amenazante, algo que rogaba por explotar y causar todo el daño posible. Los últimos tres años se habían vuelto un infierno, y el único culpable era el chico que estaba frente a mí. Incluso, podía sentir la ira que seguro todas las chicas que habían pasado por lo mismo, sentían.

La risa profunda de Michael me arrastró fuera de mis pensamientos y lo miré fulminante. Cuanto deseaba poder borrarle esa sonrisa que seguía adornando su rostro, pero aún no lo haría.

- Mírate, ¿es que quieres terminar en la cárcel, amor? -rió- Secuestro, tortura, y luego quizá puedas matarme -se lamió los labios, los cuales sangraban y después sonrió- No, no vas a matarme, porque apenas puedes sostener esa navaja sin que te tiemblen las manos.

- ¡Cállate! -rugí- Entiéndelo, tú hablas sí yo te ordeno que lo hagas -le di una bofetada y él escupió un poco de sangre.

- Perrie, tú sólo eres una chica que está asustada y quiere vengarse por algo que se va a repetir en cuanto me quite estas estúpidas cuerdas -se burló- Aún puedo acordarme de esa noche, puedo recordar tu sabor, lo estrecha que estabas, tus gritos, tus lágrimas, tus suplicas...

Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos amenazando con salir en cualquier segundo. Yo también podía recordar esa noche, mi mente la había revivido durante meses haciéndome despertar llorando y queriendo quitarme la vida. Pero todo era su culpa y debía pagar.

- ¡Que te calles! -rugí nuevamente y me abalancé sobre él aún con la navaja en mis manos- Tal vez debería coserte esa maldita boca para que te calles de una vez -mi rostro estaba a centímetros del suyo, sus ojos viajaron de mis labios hasta mis ojos y sonrió.

- Deberías de besarme y admitir que aún me amas -comencé hacerle un corte profundo en el hombro y él hizo una mueca de dolor- ¿Te... excita... el dolor, kitten? -jadeó mientras hacía muecas de dolor y después se mordía el labio para no gritar.

- Vamos, no ahogues esos gritos -sonreí dejando de cortarlo mientras disfrutaba de como la sangre salía de su hombro- Me toca a mí saborear tu dolor. Nadie te va a escuchar, ¿sabes? Así qué más te vale que grites.

MMM YEAH Donde viven las historias. Descúbrelo ahora