Presidio

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                                                                                                                                              Encerrada en trena por quienes rebosaron su orgullo,
Y me sugestiono, si encadenada por el firmamento o por sus ojos.
Es absurdo porque no hallo la diferencia.

se conmueve mi corazón. ¡no! peor aún, Se conmueve mi cerebro.
Y mi voz trémula que en silencioso llanto grita,
Obrera, se dedica a abominar aquel fuego que en pasión le arde,
Que absorbe los indicios de vida que crecían en campo santo.

su amor como el ápice de un alfiler,
Reventó mi burbuja en fragmentos de cascada,
Cuyas raudas aguas y finas piedras le arrastran a mi locura,
Que le abraza y le besa tan dulcemente con el calor de mil infiernos.

Mi profuso suplicio, incomprendido de pies a cabeza,
nació postrado de rodillas ante un rey,
vivió Rezándole a su dios, que no era un dios sino un simple hombre.
para concluir en un “estamos listos para morir si es en tus brazos amado mío”.
Que amado si era, pero nuestro jamás sería.

Este rey semidiós, no solo sofocaba mi aliento y orgullo,
También alimentó en ambos aquella ave fénix,
Que se esconde en la sombra de las pupilas.
Y me aterra, porque no besa, sino que muerde.
me tienta a alimentarme de un excitante pecado.

Porque respira cerca de mí y un suspiro
Es capaz de obnubilar mi existencia por unos segundos,
Hasta que me trae de vuelta a este calabozo,
Tan solo y oscuro como su jovial querer.

El Chico Del PianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora