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- ¿Cuánto es veinticuatro multiplicado por "0,35"? - preguntó la mujer, sentada al lado de escritorio del menor, este estaba sentado frente al mueble, mientras, delante de él había una libreta con varios apuntes sobre varios temas.

-Son...- pensó rascándose la cabeza con el lápiz – "8,34" - respondió al acabar la ecuación.

-Muy bien Chopper- felicitó la mujer, esta miró el reloj -podemos hacer un descanso- explicó Robin de forma alegre. El menor suspiró y dejó el lápiz sobre la libreta, seguidamente la cerró, para finalmente estirar los brazos y las piernas.

-Esto de hacer matemáticas no me gusta- explicó algo apenado.

-Puede que no te gusten, pero necesitaras saber algo de matemáticas para ser un gran doctor- explicó, acariciándole la cabeza y despeinándolo en el proceso. Robin insistió en querer educar a su hijo en casa, decía que la escuela era "Una fábrica de matar la creatividad" y "Que era un lavadero de cerebros" o no sé qué más -bien, ¿Qué quieres hacer? - preguntó la mujer, atenta. En ese momento se abrió la puerta, dejando ver al peliverde cargado con una mochila de deportes.

-Me voy al gimnasio, ¿Necesitáis algo? - Robin negó con calma -bien, me voy- explicó, cerrando la puerta.

- ¿Qué es un gimnasio? - preguntó Chopper, apoyado en las piernas de su madre.

-Es un lugar lleno de máquinas y gente muy fuerte, entrenando para superar sus metas- a Chopper se le iluminaron los ojos ante aquella idea.

- ¿Puedo ir? Por favor ¿Puedo ir? – preguntaba, impaciente por una respuesta mientras zarandeaba la pierna de su madre.

-No veo porque no- entonces, la mujer sacó su teléfono móvil y marcó a su marido, este lo cogió enseguida.

-Sabía que necesitabas algo- dijo con voz serena.

- ¿Te has ido ya? – preguntó, recibiendo una respuesta negativa -bien, ¿Podrías llevarte al "peque" contigo? Le hace ilusión ver donde su padre consigue ese cuerpazo- aquello ultimo lo dijo en un susurro.

-No sé yo... ¿No se aburrirá? - preguntó preocupado.

-Vamos, así pasáis más tiempo juntos- Zoro suspiró derrotado.

-Está bien, dile que baje, que lo estoy esperando en la puerta del parking- y después colgó. Robin miró el teléfono unos segundos, no le hacía mucha gracia dejar que bajase solo, así que lo acompañó y allí se encontró con el peliverde apoyado en el marco de la puerta del parking.

-Bien Chopper, recuerda lo que te dice siempre mamá...- el niño la interrumpió.

-No te separes de papá, no hables con desconocidos por mucho que insistan y tu teléfono es...- repitió el número de memoria con total naturalidad.

-Perfecto, que listo es mi niño- dijo, dándole un besito en la nariz haciéndolo sonrojar.

-Que me alagues no me hace feliz tonta- dijo avergonzado. Finalmente se subieron al coche y se marcharon dejando sola a la mujer.

El viaje empezó y Chopper se aburría en la parte de atrás, había oído que molestar a los mayores mientras conducían no era buena idea, pero el aburrimiento y la curiosidad pudieron con él -Oye papá- dijo llamando la atención del mayor. Este solo soltó un ruidito, demostrando que lo escuchaba - ¿Hay gente muy fuerte en el gimnasio? - Zoro levantó una ceja ante aquella pregunta, seguro que Robin le había vuelto a meter cosas raras en la cabeza, pero ¿Quién era él para romper los sueños de su hijo?

-Si Chopper, hay gente muy fuerte- explicó sin saber muy bien que decir.

- ¿Incluso más que tú? - Zoro se indignó ante aquella respuesta.

Seamos Una Familia. Zorobin. ReeditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora