Parte 4. Frustrado

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"Relojito" sentía un fuerte dolor en la esquina izquierda de la cabeza y la sangre caliente corría por su piel.  Lo único que agradeció era no estar manejando el auto porque no podrían escaparse de la policía.

-¿Estás bien? -preguntó Quevedo mirando de reojo la sangre en el rostro de "Relojito"

El más joven sabía que en esa situación sería mejor no ponerse a discutir con él. Tenía que concentrarse y sacarlos de ahí, así que sólo asintió.

El auto azul marino se abrió camino pasando varios semáforos en rojo y demás autos. No tenía matrícula y revestía vidrios polarizados. Estaba casi seguro que, además, eran blindados.

Ellos se separaron del otro auto a las pocas cuadras de haber comenzado la persecución.

El menor se sintió un estúpido como pocas veces en su vida. Iba a ser una noche fácil, tendría que haber sido una noche fácil.

La caja fuerte era electrónica con combinación numérica, a la que no pudo encontrar a simple vista el orificio de la llave de emergencia, usada en caso de perder la contraseña. Muchas empresas en la actualidad las fabricaban sin ésta y ofrecían el servicio para abrirla, en caso de ser necesario.

Agradeció al encontrar el pequeño orificio detrás de las baterías.

Pero la situación se fue al carajo cuando estaban por llegar a los vehículos luego de haber finiquitado el laburo y fueron sorprendidos por las luces de una sirena iluminaban la noche oscura. Haciéndolos subir de manera tan precipitada que "Relojito" se golpeó en la cabeza al sentarse.

Ninguno de los dos dijeron una palabra el resto del viaje cuando por fin se sintieron fuera de peligro. Pero se sentía la tensión en el aire.

Llegaron a lo que "Relojito" pensó sería la casa de Quevedo, un pequeña casa de un barrio sencillo pero tranquilo.

Lo siguió hasta la entrada y apenas cruzaron la puerta, "Relojito" lo tomó del cuello del buzo y lo empujó hacia la pared, estampádolo violentamente mientras lo miraba a los ojos con rabia contenida.

-¿Qué clase de hijo de puta incompetente no prevé que los autos pueden ser vistos por gente de la casa de enfrente? -le susurró en voz baja, con sus caras a escasos centímetros. -¡Casi nos atrapan! ¡la concha de tu hermana es una "fija"! -le gritó esta vez, mientras volvía a golpear el cuerpo del otro joven con la pared y lo levantaba aún más del suelo.

Quevedo se sorprendió por la fuerza que emanaba del delgado cuerpo de "Relojito" y, aunque la culpa era del "Mudo", no pudo excusarse de su responsabilidad.

El más joven esperaba que le conteste, que le dijera algo, lo que sea. Y así tener una excusa para golpearlo. Aún así el otro se quedó en silencio sin apartar la mirada, aceptando todo lo que le decía.

Sus labios, sellados y voluptuosos, lo pusieron tan ansioso que lo soltó de golpe en forma violenta, dándole la espalda.

-¿Sabes qué? No tenés que decir nada. Es mi culpa por involucrarme con principiantes. -dijo mientras golpeaba su mochila con el suelo y se sentaba en el sillón viejo de la sala.

El mayor desapareció de su vista unos minutos y luego apareció con una caja blanca, parándose frente a "Relojito"

-¿Qué querés? -le gruñó.

-Te voy a curar. -le afirmó sin preguntarle, mientas le colocaba una toalla mojada y fría en la herida.

Al menor le dolía, pero nada que no pudiera soportar.

-¿Te duele?

-Estoy curtido a golpes, yo ya no siento nada.

Quevedo no le contestó y le colocó algo que lo alivió al otro chico. Luego le levantó un poco la remera, dejando al descubierto piel de su abdomen.

-¡¿Qué hacés?!

-Tenés sangre. Creí que también te lastimaste ahí. -dijo mostrándole la mancha de sangre seca en la parte baja de la remera.

-Es la sangre de la cabeza. -le contestó jalando la remera de las manos de Quevedo.

-Esta bien. -le dijo con mucha paciencia. -Tenés que dormir acá hoy, hay que evitar el movimiento del auto.

-Veo que a veces sos cuidadoso. -le replicó en tono de burla.

-Podés usar mi cama o este sillón... -prosiguió ignorándolo.

-Estoy bien acá. Sólo quiero unas sábanas y una remera.

En minutos regresó con lo que "Relojito" le pidió.

Quevedo solo tenía puesto un pantalón corto blanco, mostrando el torso desnudo y acaparando toda la atención del menor, y se retiró sin decir nada más, dejándolo con todos los nervios a flor de piel.

"Relojito" estaba cada vez más furioso con él mismo por dejarse llevar por esos ojos verdes. Y tan frustrado que dudaba si quería partirle la cara o besarlo hasta dejarlo sin aliento.

Suspiró y se colocó la remera prestada, sintiendo el aroma del mayor, y maldiciéndose por su excitación repentina.

Empecemos otra vez (Blasnior/Quallicchio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora