Junior avanzaba a toda la velocidad que sus piernas le permitían. Sentía la adrenalina golpeando su sangre, y comenzaba a perder la noción del tiempo.
Ingresó en aquella zona montuosa detrás del barrio residencial. Sentía el frío metálico del arma contra su piel, la que Pablo le entregó antes de separarse.
"Si estás metido en esto podrías hacerlo alguna vez".
Blas tenía razón y quizás ese día tendría que matar para no ir a la cárcel. El sólo pensar hacerlo le daban ganas de vomitar.
Lo primero que intentaron hacer, al entender la inevitable llegada de la policía, fue llegar al vehículo. Pero al mirar por la ventana del primer piso, observaron como los patrulleros rodearon los dos autos destinados para sacarlos de ese lugar.
Y el vehículo del jefe había desaparecido a la primera señal de peligro. Juan nunca se encuentraba en el lugar del hecho, era su regla de oro, pero por lo inmenso de las ganancias y por la sombra de un posible espía, decidió tomar ese recaudo.
Estaban jodidos. Bien jodidos.
Junior tenía la esperanza de llegar a la ruta detrás de aquella arboleda. Todavía había posibilidades de que al final saliera bien.
Escuchó ladridos de perros que se hacían más cercanos y disparos.
-¡Para Junior! -le ordenó una voz conocida.
Su mente se negaba a creerlo. Tomó el arma y apuntó a quien le había hablado. Solo cuando fue confirmado por sus ojos, cayó en que se trataba de Blas, su Blas apuntándolo con la pistola reglamentaria y vestido con el uniforme azul.
Junior comenzó a temblar de furia y todos los puntos comenzaron a cerrar. Esa era la razón por la que sus instintos le gritaron que se alejara de él.
Por eso no era un tipo sospechoso.
Por eso le caía mal, aunque terminó enamorándose de él.
-¡¿Sos de la yuta?! ¡¿En serio, hijo de puta?!
-Tranquilizate, por favor.
¡No me digas que hacer, "rati" de mierda!
Blas todavía tenía marcas de los golpes que recibió horas antes.
-Junior baja el arma.
-No Blas. -dijo esta vez con una tranquilidad inesperada. -Aunque estoy seguro ese no es tu nombre. Yo ya estoy jugado.
Blas observó al menor visiblemente alterado y bajó su arma, quedando a su disposición si quería dispararle. Pero no le importó.
-¿Por qué yo? -es lo único que el joven quería saber.
-No estaba planeado, Junior. Sólo se dió. -Blas quiso acercarse, pero el menor dió un paso hacia atrás, y sostuvo el arma aún más firmemente.
Junior quería dispararle, quería que sufriera.
-Se que me odias. -dijo Blas, afectado por los fríos ojos del otro, llenos de rabia y desesperación. -Pero ahora no tenés más tiempo. Vete, y no te involucres más en esta porquería.
Junior no daba crédito a las palabras que estaba escuchando.
-¿Qué?
-Vete, Junior.
El más joven quedó inmóvil. No podía irse sin saber.
-¿Por qué me dejas ir?
La radio de Blas lo interrumpió y este le hizo la señal para que guardara silencio.
-¿Si?
-Atrapamos a un tipo, y aunque lo apretamos, dijo que trabaja solo y no largó nada más.
Pablo no lo entregó.
-Solo quedamos nosotros acá. -continuó la voz a través de la radio. -Todos se fueron por el pez gordo.
-¿Atrapamos al jefe?
-Si. ¿Vos no viste a nadie más?
-A nadie. Esta despejada esta zona. -dijo Blas mirando a Junior a los ojos, mientras cortaba la comunicación.
La mirada intensa de Blas, todavía lo alteraba, incluso con ese uniforme, él se veía atractivo, cautivante.
-Sólo quiero que sepas que nunca cometí errores, Junior. Pero yo te busqué para advertirte. Sabía que ellos me tenían vigilado y que cualquier paso en falso pondría en peligro mi vida, pero no me importó una mierda, yo sólo quería protegerte.
-Y yo sólo quería sacarte de esta vida.
Junior "Relojito" Guerrico, se giró y se alejó de él. No tenía antecedentes, ni rastros, ni familia o propiedades. No había nada.
No existía. Era un fantasma del que se enamoró por completo y que no volvería a saber de él nunca más.
El policía se obligó a tranquilizarse y se limpió el resto de las lágrimas que surcaron su rostro.
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Empecemos otra vez (Blasnior/Quallicchio)
Fiksi Penggemar"Relojito" es un experto en cajas de seguridad y alguien, a quien no conoce ni confía, le propone un plan. Sus instintos se niegan, pero él no puede resistirse a Quevedo, un ladrón de poca monta.