Ser educado, académicamente hablando por supuesto, era lo más importante para la familia. "Destinado a grandes cosas" le fue repetido hasta el cansancio. "Continuar con el legado de tu padre, somos familia de políticos" escuchó tantas veces que, sin duda, años después entendió que le lavaron el cerebro.
El joven elegantemente vestido aflojó su corbata, se estaba cansando de estar en ese lugar. El hotel era lujoso, como tenía que ser para una fiesta de un miembro de la clase alta. El sushi hacía todo más llevadero.
-Ultimamente estás muy raro, Tato.
-Estoy bien, hermanita. Sólo estoy cansado.
Su hermana menor lo escaneó, había cierta tristeza en él, aun más que de costumbre. Pero estaba agradecida de que los amigos de Renato terminaron en la cárcel, así ella recuperó a su hermano.
-Te llame estos días y no contestaste. -insistió Bruna.
-Estaba ocupado.- contestó mientras observaba las burbujas de champán que salían de la copa sostenida entre sus dedos.
Ahí estaba de nuevo su barrera, la que últimamente se hacía más notoria. Algo había pasado el último tiempo y Bruna lo sabía, pero tendría que dejar de preguntar, si no su hermano se iría de nuevo hasta quien sabe cuando.
La chica tomó el rostro de su hermano, para que la mirara a los ojos.
-No quiero que te metas de nuevo en algo peligroso. Ya hiciste suficiente y no quiero perderte.
-No me vas a perder. -Renato le da un beso en la frente y se aleja de ella para tomar aire fresco en uno de los balcones.
Se cruzó a su padre, quien no lo miró. Estaba hablando con uno de sus amigos y su hijo. Aquel muchacho rubio fue su compañero en el equipo de rugby. No se trataba de alguien desagradable, era bueno en el deporte y en los estudios, y obediente. El sueño de todo padre.
Recordó cuando él se emocionaba con el alto coeficiente intelectual de su hijo, o cuando obtenía las mejores calificaciones. En aquella época donde Renato estaba dormido en su zona de confort.
Llegó hasta uno de los balcones y encendió un cigarrillo.
¿Su vida sería más fácil si hubiera seguido el ejemplo de aquel chico?
Renato, de quince años, estaba alterado por todo. Ya eran varias veces que se escapó de casa para terminar en lugares de alcohol barato y peleas fáciles. Y siempre terminaba a los golpes con alguien.
Todo había empezado con la muerte de su madre, se había vuelto más difícil, además estaba la presión de su padre por ser su copia perfecta.
Un ejemplo que intentó imitar gran parte de su vida, cuando era un niño inocente.
Pero luego lo entendió. Su padre desviaba fondos, se encontraba con personas sospechosas, era un verdadero estafador, tramposo y mentiroso. La palabra "garca" le quedaba perfecta.
Lo único que pretendió con la política era tener un nivel de vida aún más privilegiado.
Renato no era así, le daba rechazo todo aquello. Su padre lo tachaba de antisistema, zurdo de cuarta. Y cuando él sospechó que posiblemente también le gusten los hombres, su relación se cortó para siempre.
Juan fue quien lo encontró en ese estado, al costado de la entrada de un boliche, con la sangre corriendo en su cara.
-Veo que te pegaron mucho. Pero sos bastante duro a pesar de que se nota que sos un pendejo consentido.
Renato no le contestó.
-¿No podés hablar? Veni, te invito algo. Necesitas algo fuerte para que deje de dolerte ese tajo en la frente.
Como el menor no tenía nada más que hacer, lo siguió.
-¿Cómo te llamas?
Otra vez silencio. Uno de sus hombres lo quiso increpar, pero el mandamás lo detuvo.
-Ya que sos muy chico, te voy a llamar "Junior".
Así conoció a Juan, y dando pequeños pasos, no supo en que momento pasó a formar parte de a una de las grandes bandas de ladrones de la ciudad. Y todo fue un juego para él.
"Al final fue una buena idea que ninguno de ellos supiera mi nombre" pensaba Renato, mientras miraba las luces de la ciudad.
-Hola.
El menor giró de manera inmediata al escuchar una voz conocida.
-No puede ser.
Gabriel estaba parado a su costado, sonriéndole. Tenía el cabello muy corto y sus mejillas estaban libres de barba. Un abrigo tipo trench descansaba sobre una camisa blanca perfectamente planchada.
-¿Qué haces acá? -Renato lo tomó del brazo y lo llevó, hasta el lugar donde había menos luz, del balcón.
-Ya que te fuiste sin decir palabra, te tuve que buscar.
-¿Como supiste? -susurró el menor, mientras lo tomaba del abrigo con excesiva fuerza.
-Una conocida trabaja en una de las dependencias de anticorrupción. -le contestó con paciencia. -Dijiste que tu padre era como esos hijos de puta, así que pensé que se trataba de un político. -Gabriel tomó las manos de Renato, quien estaba tambalenando emocionalmente al verlo. -Suerte para mi que te parecieras un poco a tu padre.
Renato lo soltó y se alejó de él, mientras de nuevo se apoyaba en la baranda del balcón. Gabriel estaba llegando a él, hasta un punto que nadie conocía. Y eso lo aterraba.
-Me fui porque somos muy diferentes. No te quiero ver más ¿entendés?
-No veo que sea un problema. Salvo a que te refieras a que vos estas forrado y yo soy un simple laburante.
-No, tarado. Sos un policía y yo un ladrón, en lo mejor de los casos.
Gabriel se acercó y se colocó a su lado, mirando también lo que Renato estaba viendo.
-A un buen amigo, policía también, le tocó investigar sobre el dinero robado por la organización, buscaban rastrearlo para recuperar algo. "El jefe" tenía propiedades y autos a nombre de testaferros. Y los de menor jerarquía vivían una buena situación económica, como mínimo.
El menor estaba seguro de que eso iba a pasar, pero no entendía porque Gabriel lo sacó a colación.
-Encontraron dentro de la Asociación, movimientos asociados a una fundación, que ayudaban a ciertas personas, casos especiales, por cuestiones de salud, vivienda. Obviamente, no era todo el dinero que presumimos que robaron. Pero era una gran cantidad. -continuó Gabriel.
-¿Y eso que tiene que ver conmigo?
-Suponen que es el dinero que correspondia a "Relojito". Ayudaste a muchas personas.
-Con dinero robado.
-Todos cometemos errores. Preguntaron por vos, y no había forma de encontrarte. Para la policia sos un fantasma. Sin registros, ni propiedades.
-Entonces, ¿qué harás? ¿Me vas a entregar?
-¿Realmente pensas eso, después de todo lo que pasó entre nosotros?
-Me cuesta creer en las personas, Gabriel.
El mayor se acercó a él, y lo beso. Renato le devolvió el beso, tímidamente. No fueron como los anteriores, fue como un primer beso cargado dulzura y ternura. Fue su primer beso sin mentiras de por medio, siendo ellos mismos.
-¿Y como sigue esto? -preguntó el menor.
-Será mejor que empecemos otra vez. -el mayor le extiende su mano. -Gabriel Gallicchio, oficial primero.
-Renato Quattordio. -le siguió el juego. -Encantado de conocerte, Gabriel.
Fin~~~
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Empecemos otra vez (Blasnior/Quallicchio)
Fiksi Penggemar"Relojito" es un experto en cajas de seguridad y alguien, a quien no conoce ni confía, le propone un plan. Sus instintos se niegan, pero él no puede resistirse a Quevedo, un ladrón de poca monta.