III. Resentimientos y órdenes

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Durante toda la noche, Hal hizo inútiles intentos por zafarse de los brazos del montaraz, sin éxito alguno. Aquel hombre siguió aprisionándolo por la cintura como si fuera una especie de trofeo, el cual celaba con posesividad extrema.

No estaba dispuesto a seguir rebajándose más o permitir que aquella sabandija hiciera de él lo que le viniera en gana. Era el príncipe de Gales por todos los cielos, ¿qué ganaba ese cornetas con violarlo? ¿reputación? ¿medir cuán placentero fue meter su verga en él?

Hal se sobresaltó por tales pensamientos. No quería admitir que ese bruto había logrado encender en él algo parecido a tocar las puertas del cielo. Pero era imposible. No podía ser ¿o sí?

—¿Estás despierto? —la voz ronca y adormilada del cazador chocó contra la nuca del monarca

Hal decidió quedarse inmóvil cual piedra y pretender que seguía en su sueño, pero Eric notó aquel burdo intento de evadirlo, por lo que lo zarandeó un poco, quedando así, él encima del príncipe, observando como apretaba los parpados.

—Oye, si te hace sentir mejor, te veías realmente adorable gimiendo como una zorra

Hal abrió los ojos de golpe, sintiendo tu orgullo más herido (si acaso era posible). —Eres escoria, ¡¿no te bastó con haberme violado para que ahora muestres el descaro de decir esas ridículas mentiras?! ¡Animal!

—Hey, no malentiendas esto. Te besé y te toqué pero no te negaste, así que técnicamente, no fue violación. . . Pierde cuidado, la próxima vez será mucho mejor Hallie —lo último lo dijo contra su oído, provocando que Hal colapsara en milésimas.

—¡Oh, no! ¡Ni lo pienses!. . . No podría soportar otra humillación tan sórdida como esta, estaría mejor en la comodidad de mi alcoba, ¡facineroso!

—¿Mejor en tu alcoba? Qué inconforme has resultado ser, príncipe. Te enseño un placer desorbitante, muy por encima de todos los placeres terrenales existentes en este mundo de mierda, y te quejas. Culpa a tu dios de haberme hecho nacer en la pobreza y no poder comprar una cama de finas plumas y sedas como la tuya

—¿Qué demonios has dicho? ¿crees que me he quejado del ridículo jergón que tienes por cama, sinvergüenza? ¿en serio piensas que reclamaría por el sitio donde me violaste? ¡Fue mi profanación lo que da ganas de matarte!

—Oh, con que era eso. . . Bien, que tengas suerte porque mientras estés bajo mi comando y seas mi prisionero planeo sacar provecho

Se incorporó sin dar tiempo al príncipe de replicar, quitándose las frazadas para exponer su musculado cuerpo desnudo. Hal en seguida se cubrió con las telas con pudor, cosa que hizo reír montaraz puesto que el pudor entre ellos ya había sido borrado.

—Saldremos en unos minutos, ve alistándote —dijo una vez de pie, tomando al azar unos pantalones y camiseta que ya no le quedaban, decidiendo si se las daría en la mano o las arrojaría al noble.

—¿Y cómo pretende el caballero que vista si destrozaste ayer mis ropas? Necesitaré las sabanas porque no pienso tocar uno de tus sucios harapos

—Qué lástima, princesa. . . Tengo que dárselas a Gus —el más joven de los enanos — para que las lave porque alguien las manchó mientras teníamos sexo. No tienes más opción que usar esto —comentó despreocupadamente, arrojando finalmente aquella vestimenta vieja suya a las piernas de Hal, arrebatando las frazadas tras las cuales el lord escondía su desnudez, cubriéndose él mismo con esta alrededor de su cintura y recogiendo el resto de sus pertenencias dispuesto a darse un baño en el rio adjunto y prepararse. 

Un sollozo, un beso, una condena [Hiddlesworth AU: Halric]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora