V. La Verdad detrás del Prejuicio

990 112 21
                                    


". . . el hocico de un lobo gris se abalanzó sobre él."

Por fortuna Hal se apartó lo suficiente para no ser mordido en la cara, pero dejando su pierna derecha a cambio para que los colmillos de la bestia se enterraran recio en su carne. El monarca aulló de dolor, retorciéndose contra el pasto y sangrando cuando la boca del lobo lo soltó, saboreando su sangre. Justo cuando la bestia se disponía a saltar sobre el príncipe, un hacha diminuta fue arrojada hasta clavarse en un árbol frente a ellos, captando su atención en un nuevo objetivo.

—¡Aléjate de él, maldito perro del demonio! —escuchó una voz gutural muy familiar y al girarse comprobó su hipótesis
El cazador había llegado muy a tiempo a impedir una masacre. Dio gracias internamente que lo hubiera perseguido todo ese trecho.

Eric por otro lado, estaba concentrado en alejar al animal de su rehén. Comenzó haciendo movimientos retadores. Los colmillos de sangre se hicieron visibles, así como los ojos de la bestia lo cazaban y éste irónicamente también lo hacía. Pronto el lobo dio un salto, derribando al hombre, quien le colocó el mango de su hacha para evitar que lo mordiera, tomando impulso le pateó el vientre para quitárselo de encima.

El animal encorvó su lomo y le gruñó más furioso. Ambos empezaron a caminar en círculos, la bestia se detuvo de pronto, abriendo sus fauces en toda su extensión corriendo hacia el montaraz. Eric se apresuró, sacó un hacha diminuta y con un movimiento de muñeca rápido, atravesó el pelaje de la pata del animal.

El lobo aulló por su pata ensangrentada y se retiró de allí cojeando.

Comprobando que ninguna criatura anduviera por los rumbos, Eric guardó sus hachas mientras se dirigía a Hal quien estaba recostado en la nieve retorcido contra su pierna que no paraba de sangrar. En seguida el montaraz fue a su auxilio, tomando algunas ramas y hierbas. Se inclinó y apretó donde el lobo había mordido, poco más abajo de la parte lateral de la rodilla.

—¡Ahh! ¡Déjame imbécil! —gritó Hal, cosa que Eric ignoró mientras desgarraba el pantalón en la zona ensangrentada y cortaba algunas tiras

—Serás cabrón, ¿cómo se te ocurrió venir a esta parte del bosque? —reprochó el cazador machacando las hierbas y untándolas con presión sobre la herida.

Hal apretó los parpados sin poder contenerse de lanzar un grito lastimero, era un ardor que le quemó, pero pronto amainó cuando Eric lo vendó con las tiras que había preparado y después de darle unas vueltas y cauterizar la mordedura hasta que Hal dejó de sangrar, el cazador lo tomó de los brazos y lo cargó como una damisela en apuros.

—Suéltame —exigió el príncipe —puedo caminar por mí mismo

—¿Con que si? Escúchame princesa y escúchame con atención porque no lo repetiré —los ojos de Eric se ensombrecieron y sus manos apretaron los brazos y piernas del monarca —si digo que no vas a lograr caminar, es porque tengo razón. Y si digo que voy a cargarte porque no tengo más opciones, es porque voy a hacerlo. Y te advierto que vayas midiendo tus palabras. A la primera maldita queja que escuche de parte tuya, te tiraré por la vereda y tendrás que arreglártelas para seguirnos el paso ¿entiendes? A menos que quieras ser atacado de nuevo o que se infecte la llaga o morir de hambre o sed o ser capturado por otra pandilla de ladrones que se turnen contigo, entonces haz tus estúpidos ademanes de mariquita quejumbrosa

Hal le sostuvo la mirada. Se veía molesto, es decir, en serio parecía que le rompería la pierna sana si se atrevía a cuestionarlo. Ante tal cuadro de enfado real, el monarca solo asintió con la cabeza, pero girando el rostro de inmediato para no tener más contacto del que ya había. Estaba en los brazos del cazador después de todo, y algo peor que estar en brazos de un hombre que lo había secuestrado, era que ese mismo insolente lo amenazara a su antojo (sin mencionar sus constantes deseos por fornicar).

Un sollozo, un beso, una condena [Hiddlesworth AU: Halric]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora