A un mes después de recibir la misteriosa carta, Hal seguía ferviente en su investigación respecto al Resucitado. Para esto había recopilado los nombres de sus víctimas, la hora del crimen, el lugar del ataque y escasos testimonios, pero nada. El famoso bandido no dejaba una condenada huella de su paradero, y a lo único que podía aferrarse Hal, en ese momento, era al escrito que guardaba bajo llave en un baúl de madera.
El día estaba teniendo un curso normal, y a decir verdad, Hal estaba impacientándose. Ese mes se le había alargado condenadamente. Lo único que ocupaba atención en su mente, era la promesa escrita en ese mugroso trozo de papel. Ahí podía contemplar a qué atenerse, a qué grado de confianza podía deber en esa carta.
Aunque al comenzar a caer el sol, el curso de todo le dio la vuelta.
Cursando una tarde de té normal, junto con su nana, Hal permanecía sentado en su balcón, conversando de cosas intrascendentales que tenían que ver con las acciones del castillo contra el criminal que le interesaba. Lo mismo de siempre, que si atacó al banquero, que si se ha perdido pistas en rastrearlo, que toda la guardia empezaba a temerle. Nada que no supiera ya.
—Es famoso entre la gente del populacho. Lo consideran un héroe —comentaba Sally, limpiando la mesita, en tanto Hal se disponía a tomar un baño.
No pudo cumplir tal propósito, puesto que oyó un alboroto fuera de la casa. Unos ruidos de espadas chocando, gritos de auxilio y guardias marchando.
De inmediato, todo el personal dentro de la mansión se movilizó. Hal bajó las escaleras, dando instrucciones y tentado a asomarse por la ventana para saber qué demonios ocurría. No estaba asustado, pero si confundido. No era común que esa zona fuera usada como territorio de guerra, y por lo que oía, era una revuelta fuerte.
Hal estaba a punto de abrir el picaporte, cuando una de las escoltas impactó contra la ventana, haciéndola añicos. El príncipe se acercó al cadáver, observando el cuello a medio degollar. Esa herida no era la que deja una espada, de corte fino y recto, esa era grotesca con bordes irregulares. El asesino usaba otra cosa.
—¡AVISEN AL REY! ¡ESTÁ AQUÍ! ¡ESTÁ AQ. . .! —
El lord oyó el clamo de un espadachín. ¿Quién había llegado? ¿Quién era tan temido, como para que fuera notificado al rey?
Hal abrió ambos parpados, sintiendo el corazón dolerle. Sus ojos aqua tomaron brillo, aun en ese alboroto. ¿Sería posible?
—Príncipe Hal, no salga —advirtió la nana, escondida bajo una mesa
El monarca ignoró por supuesto, llevado por un magnetismo desconocido a la zona de peligro. Al abrir la puerta de caoba, Hal notó una autentica masacre, la descripción hacia honor al montón de cuerpos de los guardias esparcidos por todo el prado. No había un solo soldado en pie. Arriba, en las torres de vigilancia, los arqueros habían sido atravesados por sus propias flechas. Era un lago de sangre.
Hal no sintió pánico, siendo guiado por sus pies a la puerta que separaba la barda del mundo exterior. El aire estaba pesado, y los albores del atardecer empezaban a acariciar la piel del monarca, quien estaba a unos centímetros de abrir la puerta, pero el sonido de una rama crujir lo paralizo.
Casi en cámara lenta, los ojos aqua del lord vislumbraron una figura de un hombre a sus espaldas, comenzando por unas botas desgastadas, pantalones rasgados con un cinturón del cual colgaban todo tipo de armas pequeñas, un portentoso torax, una capa negra que cubría el rostro del desconocido. Éste bajó su capucha, revelando su identidad.
Hal contuvo la respiración con premura, con un remolino en su estómago que subió a su garganta hasta culminar en dos silenciosas lagrimas que resbalaron insípidas por sus mejillas. Tenía los labios entreabiertos y la opresión en su pecho impedía que respirara con naturalidad. Podía vislumbrarlo en medio de los halos taciturnos, reconociendo en seguida esas facciones duras y severas.
ESTÁS LEYENDO
Un sollozo, un beso, una condena [Hiddlesworth AU: Halric]
FanfictionHiddlesworth AU: Halric (príncipe Hal y Eric el cazador de Blanca Nieves). El cazador tiene una sola meta: vengarse del rey Henry IV. Y no hay mejor plan que secuestrar al heredero. No cuenta con que el príncipe es bello... realmente bello - Longfi...