XII. Nada permanece igual

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Un mes después. . .

El incidente de la explosión, un mes atrás, se había borrado de la memoria de algunos criados, los que habían decidido quedarse a trabajar; otros optaron por renunciar e irse a vivir a un lugar más tranquilo. Hubo investigación, pero no se encontró ninguna prueba concluyente para arrestar a alguien.

Esa noche, Hal estaba revisando algunos documentos que habían enviado de palacio. Para variar seguía en la campiña donde su padre lo había mandado vigilar y la nana Sally checaba los últimos detalles para que el príncipe se fuera a la cama. Hal terminó de ver las cartas y tomó un libro al azar de su estante de libros, hojeándolo sin prestar atención a otra cosa.

—¿Desea algo más, mi lord?

—No, es todo señora Sally

—Príncipe, el cumpleaños del rey es mañana. Asumo que irá a visitarlo

—Mucho me temo que no podré —respondió Hal con una sonrisa, aprovechando que estaba de espaldas a la nana —estaré ocupado

La señora hizo una reverencia y salió de la habitación. No había dado ni cinco pasos fuera cuando se oyó un sonido en el balcón del monarca. Las perchas del cortinado se recorrieron y unos pasos estruendosos fueron audibles al tocar la duela. El lord acentuó su sonrisa, cerrando el libro y dejándolo en su lugar.

—Llegas tarde —comentó ladeando el rostro

—A estas alturas debes saber que la puntualidad no es una de mis virtudes

—No, no lo es. ¿Has hecho el trabajo que te encargué?

—Por supuesto

Hal giró sobre sus talones, acercándose al hombre. —Umm. . . ¿Recibió mi recado antes de morir?

—Como me encargaste: "Padre, el cazador merecía misericordia y no se la otorgaste. Él tampoco la tendrá contigo. . . Ojo por ojo, diente por diente". Luego lo degollé

—Qué sutil —respondió Hal enredando sus brazos alrededor del cuello de Eric. —¿No lo dejaste decir sus últimas plegarias?

El cazador hizo un gesto de atrevimiento, presionando el glúteo de Hal y tomándolo por el cuello, mirándolo con deseo y lujuria. No respondió en seguida, pero si mordió la barbilla de su lord, impaciente por desnudarlo.

—Chilló como puerco que le perdonara la vida —mencionó altanero

Hal sonrió con más complacencia de la permitida. Le había pedido a su hombre que matara con sus propias manos a su padre, al rey de Gales, y saber que fue cumplido le daba regocijo. Un regocijo que Hal catalogó como "retorcido" por tratarse de su progenitor, pero recordando que ese cerdo fue el culpable de causarle un sufrimiento asqueroso. Como si el rey hubiera sido quien se encargó personalmente de enterrarlo vivo.

No existía piedad para una persona así.

—Espero mi paga —la voz de Eric retumbó, al tiempo que se quitaba las correas y el chaleco de cuero.

Hal rio cínicamente, sintiendo como su cazador lo volteaba, y a sus espaldas tomaba a ciegas las cintas de su bata para dejarlos desnudo.

La prenda se deslizó lentamente por los hombros del castaño, ayudada por las manos ásperas del cazador, quien sin resistirse besó una escápula expuesta y parte del cuello. Luego, tomó por la cintura a Hal y le mordió en la unión de la clavícula con el hombro. Hal gimió quedo, echando su cabeza hacia atrás hasta perder la vista con un beso que lo atrapó en la boca fiera del otro.

Un sollozo, un beso, una condena [Hiddlesworth AU: Halric]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora