Miré perpleja al gerente y me dedicó una mirada de disgusto y agachó la cabeza a modo de disculpa.
Mis ojos ardían de tanto derramar lágrimas, sin embargo me encontraba muy asustada por todo el desastre que había cometido. Toda la gente estaba siendo revisada por los paramédicos de una ambulancia, al parecer no había nadie grave a excepción de Zack, el cual ya había sido trasladado al hospital más cercano.—Ve a casa muchacha —Murmuró el gerente—. Mañana pasaré a tu domicilio para ver las cuentas de los daños.
Me encontraba atónita por sus palabras. ¿Como se suponía que iba a pagar los daños?, no tenía ni un centavo de mi paga que supuestamente sería saldada hoy por la tarde. Estaba acabada.
Nathaniel sostenía mis hombros con ambas manos, me giré y me encontré con sus ojos profundos, era la única persona que no me miraba con desaprobación y odio.—Te llevaré a casa —Murmuró y yo asentí.
Subí al asiento del copiloto y no pronunciaba palabra, era como si todo estuviese atascado en mi garganta. En el trayecto me dediqué a mirar el paisaje, que analizándolo bien, no era el que habitualmente conocía para ir a casa, aún así no dije nada. Nath aparcó el coche delante de un enorme edificio de cristales azules que por la parte de arriba reposan las letras "Hitman" en color plateado. Desconcertada miré a Nath y este esbozó una sonrisa.
—Es el edificio donde me alojo por ahora. No quería molestarte preguntándote tu dirección, te veías muy perdida mirando el paisaje y no me quedó de otra que traerte aquí —Hizo una ligera pausa—. Espero no te moleste.
Tragué saliva y respondí:
—Oh no, está bien, gracias por todas las molestias que estás haciendo por mi a pesar de todo lo qué pasó hoy —Dije con un nudo en la garganta.
—No es molestia al contrario —Me pasó un mechón de cabello detrás de la oreja—. Me pareces una chica encantadora y no te culpes por lo que sucedió, los accidentes ocurren a diario. Zack estará bien.
Me ruboricé, no creía que un chico tan atractivo tratará de coquetear siendo la primera vez que nos vemos.
Me removí incómoda en el asiento y carraspeé.—G-Gracias por el halago —Dije nerviosa—. Como que hace calor, ¿no te apetecería salir del auto?
Esbozó una sonrisa y asintió.
Bajamos del auto y caminamos hacia la entrada del edificio, pasamos por el vestíbulo a paso normal; podía escuchar mis tacones retumbando en el suelo de piedra color blanco. Nos dirigimos al ascensor y Nath presionó el botón, esperamos unos segundos y las puertas se abrieron. El aire se cargaba con nuestra aura volviéndolo un momento algo tenso. Levanté la cabeza ligeramente y observé a Nathaniel, era un chico muy amable, me costaba asimilar todas aquellas molestias que realizaba por mi.
El ascensor se detuvo en el séptimo piso, salimos y comenzamos a caminar a lo que sería su departamento. El silencio se tornaba incómodo y molesto. Decidí hablar un poco para romper la tensión.—¿Cuánto llevas aquí? —Pregunté.
—Alrededor de dos años, de hecho hace seis meses compré por definitivo el departamento.
—Ya veo, es un lugar muy estético.
—Sí que lo es.
Tomó mi mano y la entrelazó con la suya lo cual me sorprendió bastante, ya que apenas nos conocíamos. Así caminamos hasta detenernos frente a una puerta color beige que posaban los números 320 en color dorado. Sacó la llave de su bolsillo y la introdujo en la cerradura, acto seguido la puerta se abrió con un ligero crujir. Entramos y todo se encontraba en penumbra, Nath soltó mi mano y encendió las luces.
Su departamento era más grande de lo que esperaba, las paredes estaban tapizadas en beige claro, el suelo era madera de roble color negro, tenía dos inmensos estantes llenos de libros en la sala de estar. Los sofás eran de cuero blanco, muy relucientes y se notaban lo finos que eran. Jamás tendría un apartamento así.
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Filo Rosso
Novela JuvenilZack Andersson sinónimo de arrogancia. Krysten Ainsworth sinónimo de desgracia. Dos mundos completamente diferentes que se entrelazan trayendo consigo que la desgracia sea atrayente de la arrogancia. La vida de Krysten parece huracán y tormentas cua...