【1.4】Mañana.

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Una joven se encontraba sacando agua del pozo de su Señora con un cubo, a petición suya. Ella aún no sabía lo que tramaba, solo obedecía órdenes.

—Vamos, Gurin. Miru nos espera.

El osezno siguió a su dueña con gusto. Sí, un osezno, la chica amaba a los osos y su Señora le regaló uno como agradecimiento por haberla servido durante 16 años sin rechistar, desde que ambas nacieron ya eran Señora y sirvienta.

Aquel día, Miru -su Señora-, estaba muy rara. No paraba de pedirle cosas como que comprara comida o ropa, y ahora venía con lo de ir a recoger agua al pozo. No sabía lo que se traía entre manos, pero se avecinaba algo grande. La joven sirvienta lo sabía.

—•—

Entró en la habitación de su Señora. Dejó el cubo de agua junto a todas sus anteriores peticiones, junto a la cama.

—Señora Miru, ¿qué tiene pensado hacer con todo esto?-Preguntó ella mientras cogía a Gurin en brazos.

Miru, que se encontraba mirando por la ventana, se giró dramáticamente hacia su sirvienta.

—¡Vamos a partir hacia la capital!

Silencio.

—Que vamos a ¿¡QUÉ!?-Preguntó ella, atónita.

—Vamos a ir a la capital. El rey ha solicitado que los Señores de los territorios de Omur asistamos a una reunión importante que se va a celebrar en la capital. Obviamente, te voy a llevar.-Explicó Miru.

La sirvienta estaba emocionada. Nunca había salido del pueblo, esta era su primera vez, y sintió que aquella noche no iba a poder dormir.

—¿Cuándo partimos?-Preguntó.

—Mañana. Así que Kiboa, ¡prepara tus maletas!-Contestó Miru sin ocultar su emoción.

—Miru.

—¿Sí, Kiboa?

—Sabes que no es necesario llevar un kilo de azúcar al viaje, ¿cierto?

—Eh...-Empezó a mirar por toda la habitación.-Es para hacerle un altar a la Diosa Zuko. Sí, eso.

—Pero el de la Diosa Zuko consiste en-

—¡No importa!-Miru la interrumpió.

—Pero es que tampoco hace falta llevar un cubo de ag-

—¡No cuestiones mis decisiones! ¡Ve a preparar tus cosas para mañana!-Miru, algo roja, sacó a su sirvienta y su pequeño animal casi a rastras de la habitación.

Kiboa suspiró. ¿Cómo sería la capital?

—•—

—Niños, tengo algo que contaros.

Oyu, tras haber estado hablando un rato con aquella mujer, llevó a su habitación correspondiente a sus tres jóvenes voluntarios.

—¿Qué ocurre?-Preguntó Neb.

—Vamos a partir a la capital.-Anunció él.-Partiremos dentro de unas semanas. Hasta entonces, comprobaré vuestras habilidades y juzgaré qué clase de sabiduría debo otorgarle a cada uno.

—En castellano, por favor.-Pidió Ren.

—A cada uno de los tres os voy a enseñar una cosa en función de vuestras habilidades.

—¡Aaah!-La joven ya lo había comprendido.

—Y, ¿por qué vamos a la capital?-Preguntó por su parte Masaru.

—Allí, los nobles van a tener una reunión. Quiero investigarla.

Masaru recordó una conversación que habían tenido minutos antes con Hika y Toyo. Dijeron que tenían que ir a la capital a petición del rey.

Pero ellas no eran nobles. ¿Por qué el rey les pediría que fuesen a su palacio?

—Bajad a cenar en cuanto podáis. Oris y yo os estaremos esperando en una mesa abajo.-Dijo para acto seguido salir de la habitación.

Neb, Ren, Masaru, Hika y Toyo habían estado hablando casi todo el día. Habían comido después de escuchar la Leyenda de la Creación, y se habían pasado el resto de la tarde hablando entre ellos. Ahora se conocían más y tenían más confianza, además de que habían hecho dos nuevas amistades.

Los tres jóvenes bajaron abajo, al comedor más concretamente, donde se encontraron con una sala llena de mesas y a rebosar de gente. Localizaron a Oyu y Oris y se sentaron junto a ellos.

Oris no era muy hablador, que digamos. Solo aportaba lo necesario a la conversación, y contestaba cuando le preguntaban. Puede que a veces te respondiera con un gesto solo para no hablar. Ya se acostumbrarían.

Aquella noche cenaron carne. Al parecer, Oyu y Oris tenían mucho dinero, una cantidad digna de un noble, pero desconocían el porqué. Seguramente nunca se lo dirían a los chicos, y si lo hacen, faltaría mucho para eso.

Después de cenar, los tres jóvenes subieron a su habitación y los dos adultos a la suya. Todos cayeron dormidos rápidamente, excepto Masaru. Notaba una presencia extraña, y era incapaz de no sentirse observado. Decidió salir fuera a tomar un poco el aire.

Una vez fuera, miró al cielo estrellado. No había ni rastro de nubes. El albino recordó aquellas veces de pequeño en las que se tumbaba en la hierba y observaba aquellos astros luminosos. Le relajaba mirarlos, y eso no había cambiado. Cada vez que se sentía estresado, pensaba en aquellas luces nocturnas o, si era posible, las observaba. Era espectacular aquel conjunto de luces adornando el cielo, y en el caso de aquel día, sin una Luna que no dejara a algunas estrellas mostrar su verdadero potencial.

Aquella sensación de relajación se cortó repentinamente. Escuchó un ruido sospechoso proveniente de algún lugar cercano a él, y se volvió para revisar la zona. No encontró a nadie.

—Me lo habré imaginado...-Dijo el albino para entrar a la posada, con intención de intentar conciliar el sueño de nuevo.

【王|: Rey.】[Hiatus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora