—Masaru.
Aquella voz femenina no le sonaba de nada.
Estaba tumbado bocabajo en el suelo, que estaba cubierto de césped. Se levantó para observar el terreno e intentar averiguar dónde se encontraba.
Cuando se incorporó, pudo apreciar que estaba rodeado de niebla. Tanta, que no podía ver nada más allá de su nariz.
Entonces, una luz salió de entre la niebla. Una chica de cabellos dorados y ojos azules.
La chica del sueño.
¿Estaba soñando de muevo?—Sí. Esto es un sueño.-La chica le leyó el pensamiento.-Masaru, no hay tiempo, te puedes despertar en cualquier momento y debo decirte algo importante.
El albino solo calló. Si tan importante era, no haría ninguna pregunta y la dejaría continuar hablando.
—El rey de Omur sabe que podemos ir más allá de la frontera mediante la magia.-Comenzó a explicar.-Y esto lo sabe porque uno de los magos más importantes del reino ha desaparecido. Se sabe que ha ido más allá de la grieta porque su aprendiz se encontraba con él en los momentos previos a que desapareciera.
—¿Por qué se fue?-Preguntó el chico.
—Solo dijo que quería probar la potencia de su hechizo. Nada más.
—Y, ¿con qué fin me cuentas esto?
—Porque están pensando en poner vigilancia en la frontera para prohibir cruzarla. Y si eso ocurre, nunca conoceremos nada más. Además de que hay materiales que en Omur no se pueden conseguir, y cuando crucéis la frontera los descubriréis y no os arrepentiréis. Debes evitar que ocurra eso, Masaru.-Pidió la joven.
—Pero... ¿por qué me lo cuentas a mí? ¿Por qué no a un mago o noble? Seguro que pueden ayudar más eficientemente que yo.
—Aún no lo entiendes, ¿verdad? Eres un Ūmu. Solo se conocen 2 casos de Ūmu entre toda la historia, y tú eres el tercero. Eres muy especial, Masaru.
—Pero, ¿por qué? Nadie me ha explicado aún la razón.
—Eso es porque debes averiguarlo por ti mismo, Masaru. Si te lo digo yo no tendrá ningún sentido.
El albino no contestó.
—Espero que cumplas la misión que te he impuesto, aunque no hayas elegido aceptarla. Por favor, hazlo por el bien de Omur.
—Psst. Hey. Despierta.
El albino abrió los ojos rápidamente, alerta. No se encontraba en su habitación, junto con Ren y Neb, y eso era sospechoso cuanto menos. Unos ojos brillantes de color miel lo miraban fijamente.
—¿Ya has despertado? Has estado moviéndote todo el rato. ¿Has soñado algo?
Masaru miró fijamente a aquella persona. Lo único que se le veían eran los ojos, ya que llevaba una capa, una tela que le cubría la boca y un... ¿velo? El albino desconocía el nombre de aquella prenda, no la había visto nunca. Pero juraría que había escuchado algo sobre ella de la boca de algún mercader del desierto...
—¿Q-Quién eres? ¿Por qué no estoy en mi habitación?
—Ah, eso es cosa tuya. Yo te he encontrado en las escaleras de la posada y te he traído a mi habitación.-Explicó lo que parecía ser "el" desconocido por su voz grave.-Si morías quería comerte, no se debe desaprovechar la comida gratis.
—Ignoraré eso último. Aún no me has respondido a la primera pregunta.-Respondió el joven de pelo blanco.
—Cierto. Mi nombre es Zankogon y este es Ryuuji.-Señaló a algo que había en la esquina de la habitación. El albino no conseguía identificar qué era.
—¿Ryuuji...? ¿Quién es Ryuuji?-Preguntó, confuso.
—Oh cierto, no lo verás bien desde aquí. ¡Ryuuji, ven!-Ordenó Zankogon.
La figura se giró, y Masaru pudo apreciar un par de ojos anaranjados que lo miraban fijamente.
Masaru retrocedió. Aquellos ojos le transmitían inseguridad, era como si su instinto le dijera que se alejara de lo que fuera aquella criatura.
Aquello salió de las sombras. Se trataba de un dragón, o al menos eso creía el albino a partir de las descripciones que había escuchado antes de aquellas criaturas. Le recordaba a un ave, ya que tenía plumas en vez de escamas y sus patas eran parecidas a las de cualquiera de estos animales alados. El plumaje de la zona de la tripa era de color blanco, mientras el de su espalda era de color verde. La forma de su cráneo le recordaba también a la de un ave, ya que la mandíbula tenía una forma vagamente parecida a un pico.
Masaru retrocedió aún más, hasta tocar la pared de la habitación. Una fuerza superior a lo que su cerebro le ordenaba que hiciese le obligaba a retroceder. Le decía que huyera, que se alejara lo más posible de aquella criatura alada. En cambio, él quería acariciarla, aprender sobre ella y su comportamiento. Pero no podía. Aquella fuerza extraña no le dejaba.
—Tranquilo, no te hará daño. Solo atacará cuando yo se lo ordene.-Intentó tranquilizarlo Zankogon.
—¿Comprenderás que no puedo fiarme mucho de alguien que oculta su rostro casi completamente, no?
El otro soltó una risita. Después, asintió.
—Tienes razón. Debería ser menos maleducado.
Se quitó aquel "velo" y la tela que le cubría la boca, además de la capa. Ahora podía ver bien a Zakogon, observaba que era bastante delgado, y tenía pinta de ser de la misma edad que Masaru. Su pelo era completamente negro, además de bastante corto.
—¿Y bien? ¿Ya te fías de mí?
El joven asintió.
—Zakogon, perdóname, pero debo irme. Me gustaría hablar contigo más tiempo.-Era cierto, ahora que observaba su aspecto no parecía ser de la zona, y tenía muchas preguntas para él.-¿Dónde y cuándo te puedo encontrar?
—En la posada. Estaré aquí durante unos días, no tengo nada que hacer. Lo único que tienes que hacer es decir mi nombre y te oiré, estés donde estés.-El extranjero ahora se encontraba cruzado de brazos y apoyado en la pared, acariciando a su dragón con una mano mientras miraba a Masaru.
—Entendido. Espero verte pronto, Zakogon.-Se despidió el albino antes de salir de la habitación.
—Yo también lo espero, Masaru...-Pudo escuchar que decía antes de salir de aquella estancia.
—•—
Meru se encontraba mirando por la ventana del carruaje. Le gustaba admirar el paisaje en movimiento mientras imaginaba situaciones que, aunque sabía que no iban a pasar, le gustaba pensar en ellas.
—Meru.-La llamó Kiboa, que se encontraba acariciando a Gurin, su pequeño osezno.
—Sabes que el saco de azúcar no es un peluche, ¿no?
Meru miró al saco que estaba abrazando en aquellos momentos. Después, miró a Kiboa.
—¿Meru?
Ella solo sonrió como respuesta. Kiboa puso los ojos en blanco y siguió jugando con el animal.
—¡Llegaremos a la capital en unos 10 minutos! ¡Ya vemos la muralla!-Avisó Rapin, su más fiel mayordomo.
Meru le contestó con un "¡Entendido!" mientras fantaseaba con lo que iba a ocurrir en la capital. Se iba a hospedar junto a sus acompañantes en el palacio del rey, que no era precisamente pequeño. Incluso tenía pasillos exclusivos para los visitantes de los diferentes territorios de Omur.
Predecía que se iba a perder junto a Kiboa en los interminables pasillos de aquel edificio, y eso le emocionaba.
Pensar que esos momentos estaban a punto de llegar la emocionaba.
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【王|: Rey.】[Hiatus]
FantasíaLos habitantes del reino de Omur no saben lo que hay más allá de las fronteras. El rey y sus amigos más cercanos son los únicos que conocen el secreto que escondían aquellos terrenos desconocidos. A Masaru lo mataba la curiosidad. Quería salir por...