—¡Masaru!
El albino miró a todos lados, en busca del origen de aquella voz. Solo pudo ver niebla.
—Masaru... ¡Masaru!
El chico pudo identificar a lo lejos una luz. Una luz algo débil que parecía ser de color azul. Corrió hacia ella con precaución.
—Masaru...
La voz se había transformado en un susurro.
El chico ahora se encontraba frente a una joven de ojos azules que parecían poseer luz propia.
No pudo fijarse más en su figura, ya que algo lo despertó repentinamente.—¡MASARU! ¡Te llama madre!
—Uh... ¿Asu...?
—¡Vamos, pedazo de vago! - Su hermana pequeña lo tiró de la cama.
El albino no reaccionó, solo se quedó en el suelo, pensativo.
¿A qué venía aquel sueño? ¿Qué significaba?—¡Masaru, o vienes ya o te quedas sin comida!
—¡Ya voy, madre!
El chico se levantó, ordenó como podía el montón de paja que tenía por cama y fue a atender a las órdenes de su madre.
La casa de la familia de Masaru era muy pequeña. Eran bastante pobres, y no se podían permitir más. Su padre siempre estaba de viaje en busca de trabajos que les proporcionen más dinero, y su madre, hermana y él debían trabajar la pequeña porción de tierra que tenían.
Pese a ello, el albino tenía la piel muy pálida, al contrario de los demás miembros de su familia. Estos tenían también el pelo claro, pero de un tono rubio sin llegar a blanco, pero su piel era morena debido a las horas que pasaban al aire libre.
La madre del albino le esperaba en la entrada de la casa con un saco de lo que suponía que era trigo.
—Masaru, coge esto y llévaselo al Señor Koshima.
Le tiró el saco al aire, sorprendiendo al albino por la facilidad con la que lo había hecho teniendo en cuenta el peso que tendría el saco, y el albino lo atrapó, con algo de dificultad.
—Toma estas monedas. Compra también algo de pan, y si están baratas, alguna gallina. Y vuelve antes del mediodía. - Ordenó la mujer señalando el sol.
El chico miró al cielo para calcular la hora. Si no se daba algo de prisa, no podría cumplir los horarios de su madre, por lo que asintió rápidamente y se puso en marcha.
De camino a la casa del Señor Koshima, se topó con una multitud reunida en la plaza del pueblo. El chico no pudo evitar que la curiosidad se apoderara de él, así que se acercó a ver qué pasaba.
—¡Habitantes del poblado! ¡Soy un viajero de la capital!
Se formó un murmullo en el lugar. El lugar donde vivía el albino estaba poco habitado, y solo asistían viajeros para dar noticias importantes. Algo grande se avecinaba, al parecer.
—No soy un mensajero del rey ni de ningún conde importante, vengo a voluntad propia.
El murmullo cesó, dejando sorprendidos a todos los presentes. ¿Por voluntad propia? A este pueblo nunca venía nadie por ninguna razón parecida.
—Vengo a reclutar a jóvenes valientes que estén dispuestos a cualquier cosa, a aprender sin importar la materia, y a arriesgar su vida por un bien común. Claro está, esto último será solo en caso de que algo vaya mal, mi intención inicial es que todos salgamos vivos.
—¿Hay alguna clase de recompensa? - Preguntó alguien entre la multitud.
—El saber. - Contestó aquella persona a la que Masaru no conseguía verle el rostro.
Se formó un murmullo de nuevo.
—Este hombre está loco.
—¿Aún no ha muerto con esas ideas durante el viaje hasta aquí?
—Yo me apunto, Señor.
Todos callaron ante una voz femenina. Se formó un pasillo para dejar ver a una joven que avanzaba para llegar junto al viajero.
Masaru consiguió abrirse paso para ver al fin al viajero y a la joven voluntaria. El viajero era algo bajito y un poco rellenito, tenía algo parecido a un gorro en la cabeza y iba vestido con una túnica de color marrón con algunos parches. Tenía sobre su espalda una gran mochila de cuero.
La joven, a su vez, era ligeramente más baja que el viajero, pero mucho más delgada. Su pelo era corto, de color castaño oscuro, y le rozaba los hombros. Tenía puesto un vestido sencillo, como todos los de las mujeres de la aldea. Su piel era morena, como era normal en aquel lugar.
—Buena decisión, niña. ¿Alguien más?
Masaru se sentía tentado a dar un paso adelante. Aventuras, respuestas a sus preguntas, más lugares para ver más que aquel pequeño pueblo en el que vivía...
Se decidió. Dejó aquel saco de harina en el suelo y dio un paso adelante.
—Yo también voy.
El viajero sonrió. Parecía que se esperaba que Masaru dijera eso, cuando seguramente no lo hubiera visto en su vida.
Volvió a preguntar y esperó, pero esta vez nadie contestó. La multitud comenzó a dispersarse, dejando a un joven de la misma edad que Masaru y la chica voluntaria solo en la plaza, al lado de los tres valientes -o locos-.
—E-Em...
—¿Tú también quieres venir? - Sonrió el viajero.
—¡S-Sí, señor!
—Me alegra escuchar eso. - Sonrió.- Ahora deberíais de avisar a vuestras familias, no quiero asuntos legales. Volved aquí cuando hayáis acabado, partiremos antes del anochecer.
—Pero, ¿partiremos hoy mismo así como así...?-Preguntó Masaru.
—Sí, sé de un lugar donde pasar la noche y no hay tiempo que perder. Id rápido a avisar a vuestras familias,
Los voluntarios asintieron, algunos más decididos que otros.
Masaru corrió lo más rápido que pudo hacia su casa, olvidando aquel saco de harina en el suelo de la plaza. Estaba nervioso por lo que iba a suceder y no quería esperar.
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【王|: Rey.】[Hiatus]
FantasyLos habitantes del reino de Omur no saben lo que hay más allá de las fronteras. El rey y sus amigos más cercanos son los únicos que conocen el secreto que escondían aquellos terrenos desconocidos. A Masaru lo mataba la curiosidad. Quería salir por...