Lunes.
Marina caminó ansiosa por la biblioteca, por el pasillo B-187.
Abrió El rayo de Luna, y nada. No había nada.
Una lágrima resbaló por la mejilla de Marina, la cual secó con brusquedad.
Había sido una semana difícil y esperaba realmente una nota de Anónimo para reconfortarle con que no estaba sola.
Se sentía, de alguna manera, abandonada.
Martes.
Pese a que Marina estaba realmente molesta con Anónimo, a las cinco en punto de la tarde, estaba en el café Lane.
Llevaba un vestido negro, de tirantes anchos, el cual tenía el símbolo de Nirvana en el pecho, unas medias negras medio transparentes rasgadas y sus inseparables botas de combate.
Ella sabía con plena certeza que Anónimo no iba a aparecer, aún así, allí estaba Marina, esperando con un café humeante frente a ella.
A las dos horas de estar allí sentada, las lágrimas comenzaron a nublar su vista. Una cayó, y otra, y otra. Y Marina no las detuvo.
Estaba harta de ser fuerte.
Miércoles.
Día en el que los idiotas la despertaban.
Aunque ese miércoles más bien era el día en el que un idiota sin nombre la mantenía despierta.
Como solía hacer durante sus insomnios, estaba sentada en la cornisa.
Desde ahí se podía ver prácticamente toda la ciudad. Miró hacia abajo. Podía haber cincuenta metros de caída. Se mataría.
Con cuidado se puso de pie y miró al vacío. Desde su apartamento, sonaba Asleep de The Smiths.
Sería irónico, ¿verdad? Saltar al vacío mientras suena una canción sobre un suicidio.
Suicidarse sería irónico.
Pero Marina era una ironía en sí misma.
Jueves.
Se levantó con un sólo pensamiento; «No sirvo ni para vivir, ni para morir.»
Apartó a un lado las sábanas y se vistió. Se puso unos vaqueros, una camiseta de The Smiths, sus botas de combate y se recogió el pelo en su habitual cola.
Salió a la calle y se fundió en sí misma hasta llegar a la biblioteca. Subió rápidamente los peldaños de mármol, saludó a Sarah y caminó hasta el pasillo B-187.
Agarró El rayo de Luna, dispuesta a dejarle una nota a Anónimo, cuando se dio cuenta de que había una nota ahí.
"Marina;
Lo siento. Me asusté.
Fui al café Lane. Estuve allí todo el tiempo que tú estuviste.
No me taches de psicópata, por favor.
Sólo tenía miedo. Se te veía tan bonita, con tu aura de misterio.
Y yo pues...Lo siento. Mis inseguridades.
Yo...te vi llorar. Llorar por mi culpa, y fue peor que una puñalada en el pecho.
Lo siento.
Pero tengo miedo.
Tengo miedo de decepcionarte.
-Anónimo."
Cualquier mal sentimiento que tuviera hacia Anónimo por no haber aparecido en el café Lane había desaparecido.
Marina quiso abrazar a Anónimo y no soltarlo nunca y, en ese justo momento, se dio cuenta.
Se cayó al suelo, de rodillas, y las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas.
Se dio cuenta de que se estaba enamorando.
Viernes.
Aquel día, Marina se limitó a tumbarse en la cama mientras su cantante favorita sonaba. También, devoró una pizza familiar, cuatro panes de ajo y dos litros de té de limón.
Sábado.
Aquel día, Samantha no pudo ir a verla. Marina adivinó que fue por su nuevo novio.
Samantha y James Hal, expertos en defraudar a su única hija.
Marina bajó al portal de su edificio a revisar el correo. En su buzón había una carta poco habitual.
No tenía ni sellos ni nada, por lo que Marina supo que no había sido enviada por correo, alguien la había puesto ahí.
Observó su nombre escrito en el sobre amarillento. Reconoció esa letra; Anónimo.
Abrió el sobre con cuidado y se dio cuenta de que olía...¿A lavanda? Sí.
"Marina;
No sé por qué no he dejado esta carta en El rayo de Luna.
Y no me tomes por un psicópata que sabe dónde vives, es sólo que conozco al cartero y le dije que dejara esta carta en el buzón de Marina Hal.
Te quería decir que mientras estaba en el café Lane, te dibujé.
Te veías tan bonita que no pude evitarlo.
El dibujo está en la siguiente hoja.
-Anónimo."
Marina sonreía como una completa idiota.
Pasó la página y tuvo que ahogar un grito. Era un retrato a lápiz perfecto de ella.
Su mirada reflejaba tristeza mientras miraba a la humeante taza de café. Su cabello estaba recogido en una coleta y su pelo ondulado y rubio. Sus labios finos eran exactamente iguales que los suyos, todo exactamente igual.
Marina se fijó que en la esquina inferior izquierda había una pequeña G y la fecha del martes pasado.
Al menos tenía una pista de la verdadera identidad de Anónimo; su nombre empezaba por G.
Domingo.
Su padre ni pasó a por ella aquel día, ya que ella lo ignoraba completamente.
Marina seguí pensando nombres que empezaran por G; ¿George? ¿Gabriel? ¿Gideon? ¿Garret? ¿Gil? ¿Gus? ¿O quizás Gold?
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Anónimo.
Rastgele«Una semana más, una carta más, y un poco más de ganas de saber quién se esconde tras el Anónimo.»