Capítulo XI - Se me va Salomé y Mariana se vuelve un maldito quiste. (II)

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Te necesité, te necesité anoche, me dejaste con las ganas de volverme loca con tu cuerpo. —Le reclamaba, mientras la veía colocarse un par de gotas de perfume en medio de los pechos.
Licenciada, ¿olvida usted que en una hora tenemos reunión? —Nuevamente, me dejaba sin argumentos. Con Salomé, las cosas eran así.
Aunque sea un besito antes de dormir, ¡tampoco te pido un domingo! —Sí, estaba siendo infantil.
Tú sabes muy bien cómo terminan esos "besitos", Annelien. Vamos, que se hace tarde.

Respiré profundo y la seguí. El chofer, cuyo nombre no lograba fijar en ese momento, nos estaba esperando en la entrada del hotel. Nos saludó cordialmente y abrió la puerta de la camioneta para que pudiéramos abordarla. El lugar quedaba un poco retirado, y cada cierto tiempo, él frenaba de golpe; debido a eso, Salomé se transformaba lentamente en un ogro a punto de asesinar a alguien.
¿Mario?, ¿ocurre algo? —Ya me acordé, era Mario su nombre.
Disculpe, Licenciada, tenemos algo de tráfico. —Respondió, apenado.
Busca una vía alterna, necesito mantener mi desayuno en ese delicado saco que estás agitando con esos frenazos tan bruscos. —Le dijo, completamente seria. Él asintió y se concentró en su tarea.

A pesar de las dificultades para llegar, estuvimos a tiempo. Lo primero que hizo Salomé, fue buscar a Verónica. Y las vi, las vi abrazarse de una forma tan... ¿estaba celosa?

Verónica, ella es mi socia, Sofía Sneijder Alonso.
Encantada. —La mujer extendió su mano, mientras me escudriñaba con la mirada.

La detallé lo suficiente como para saber que no rivalizaba conmigo, pero, Salomé era muy bohemia con las mujeres; le daba lo mismo una mujer con atributos exuberantes y rasgos bellos, que la que vende los tamales. Es más, si la que vende los tamales la hacía sentir especial, se olvidaba de la mujer con atributos exuberantes y rasgos bellos.

Verónica estaba entre "la mujer de atributos exuberantes y rasgos bellos"; y "la que vende los tamales".

Era mucho más baja que Salomé, se podrán imaginar, yo soy más alta que ella, para mí, era un maldito gnomo. Su piel era morena, pero, sus rasgos eran finos, y sus ojos verdes. Cabello naturalmente liso y oscuro; su cuerpo estaba dotado de unas curvas interesantes, delgada, buen trasero, y... ahí estaba su falla, "pocas chichis", ¡jaque mate, perra! Salomé las ama grandes y gordas, así como las mías.

¿Sofía? —Salomé me sacó de mi cavilación.
Sí, dime. —Reaccioné, algo confundida.
Que ya vamos a entrar. —Me miraba extrañada, y señalaba insistente el camino a seguir.

El salón de reuniones era bastante amplio, y se respiraba un ambiente agradable; tenía un buen presentimiento de todo esto, y sabía que Salomé se sentía igual.

Cuando el dueño llegó, Verónica nos presentó y sin mucho preámbulo, la reunión dio inicio. Él nos explicó con bastante amplitud todo lo relacionado con los procesos que se llevaban a cabo en la empresa, mostró especial preocupación en cuanto a ciertas cosas ligadas a la fabricación de tejidos.

Bien, como verán, hay más rentabilidad en la fabricación de tejidos, en detrimento de la confección en sí, pues, existen mayores probabilidades de abaratar costos si se invierte en tecnología, en vez de invertir en salarios para los trabajadores. La demanda de nuevos materiales, es una de las razones tras esto, si lográramos cubrir esa cuota, seríamos líderes del sector. Dudo mucho que la competencia actualice la maquinaria de ayer para hoy. Ya eso nos dejaría con todo el mercado para nosotros, y cualquier cosa que ellos quisieran hacer a posteriori, quedaría como una vulgar imitación. —El hombre hablaba entusiasmado.
Me gusta. Entonces, financiamos tu inversión en maquinaria y actualizas los procesos. ¿En cuánto tiempo obtendrás suficiente ganancia como para saldar el financiamiento? —Salomé hizo la primera movida.
Bueno, es un desarrollo a largo plazo, iríamos amortizando constantemente para no ahogarnos con los intereses.
Aun así, considero que el monto es demasiado alto y el riesgo recae en nosotras. —Acomodé mi cabello, dejándolo caer hacia un lado, mientras lo miraba. —Debe existir otra forma de garantizar que nuestro capital no se devalúe. Salomé, ¿qué opinas?
Tienes toda la razón. Necesitamos un seguro. —Añadió, mirando fijamente al hombre.
¿Qué proponen? —Los nervios lo dominaban.
Acciones en garantía. Retener acciones por un porcentaje del total que estamos ofreciendo como financiamiento, eso, o dejarse absorber como una franquicia; el capital estará resguardado hasta cancelada la deuda, luego, deciden si quieren seguir teniendo los beneficios de formar parte de nuestro conglomerado, y en ese caso, no será necesario seccionarlos al terminar de amortizar la deuda. —Salomé le explicó la naturaleza del rescate.
¿Bajo qué condiciones? Preguntó el hombre.
Derechos sobre los dividendos, y congelar cualquier incremento o liquidación de acciones mientras dure el proceso. Dije, sin vacilar.
Dudo que los socios acepten eso. Se mostró preocupado.
Bien, siendo así... Salomé se levantó y me miró, movió ligeramente su cabeza, invitándome a seguirla.
¡Espere!, Licenciada Pocaterra. Convocaré a una reunión por la tarde, con los socios, les hablaré de su propuesta y podríamos negociar. El hombre sudaba profusamente.
Tienen hasta mañana a las dos de la tarde. Tenemos otros candidatos que debemos evaluar, así que por hoy, nos retiramos.

Por tu amor [+18 explícito]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora