Capítulo XII - Se me va Salomé y Mariana se vuelve un maldito quiste. (III)

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Esa noche, nos preparamos juntas para salir al dichoso "local bomba", del que me habló Salomé. Sentí ganas de salirme de lo convencional, a donde quiera que iba, no salía de un vestido, una falda, trajes sastre... "la vida de una empresaria"... algo así alcancé a exclamar, mientras buscaba entre mi ropa algo cómodo qué usar.

Entre mis cosas, vi una bolsa de regalo, cuando la abrí, supe que Salomé andaba tras aquello. Dejó una nota que me hizo soltar una gran carcajada. No pude evitar leerla en voz alta, imitando ese timbre de voz tan "particular" que ella tiene.

-"Hoy te verías bien con algo como esto."

La ropa no tenía mala pinta, se notaba que Salomé me conocía a la perfección. Decidí usarla, era realmente hermosa. Me hizo poner unos pantalones a la cadera, tenía tanto tiempo sin usar algo así, que me sentía rara. Lo complementaba con un cinturón de cuero marrón, grueso, con un gran anillo plateado haciendo las veces de hebilla, y una camisa blanca, bastante corta y de escote pronunciado, dejaba al descubierto todo mi abdomen, mis hombros, y parte de la espalda. Unas botas extremadamente sensuales, sí, sensuales, que hacían juego con el cinturón. Todo en conjunto me hacía ver muy provocativa.

No sabía qué clase de peinado hacerme, así que opté por una "cola de caballo" algo alborotada. Un maquillaje suave y ya estaba lista. Salomé no daba señales de vida, así que tomé un trago de brandy mientras la esperaba.

Soy impaciente, ella lo sabia, me estaba sintiendo desesperada, pero, cuando la vi llegar, supe que había valido la pena. Usaba unos pantalones de jean bastante desgastados, con una blusa de tirantes y buen escote, base blanca, estampada en flores. Su cabello caía de forma espectacular sobre sus hombros, solo verla, provocaba mil sensaciones en mí, ella sabía que me la quería comer en ese instante.

-¿Estás lista?
-Dame unos segundos mientras me quito la ropa y estaré lista. -Dije con malicia.

Ella soltó una carcajada con aquello. Salimos de ahí y tomamos un taxi que nos llevaría hasta el local.

Tras un recorrido de unos veinticinco minutos, llegamos al sitio llamado "Los Cinco Charros". El ambiente era agradable. Cuando entramos, quedamos sorprendidas con el decorado del local. Era un bar-cantina con decoración tradicional mexicana, el lugar estaba lleno de banderines de colores que colgaban por todos lados, muchos sombreros charros y cuadros con diferentes escenas mexicanas, las cuales abarcaban desde la revolución hasta personas con los trajes típicos de los diferentes estados de la República; la barra tenía cientos de botellas vacías de tequila de diferentes marcas y tamaños. Cuando terminé mi recorrido visual, me quedé boquiabierta, vi una hermosa rubia sola en la barra. Vestía unos pantalones de mezclilla ceñidos al cuerpo y una blusa negra con cordones que dejaban a la vista una buena parte de sus pechos.

Cuando busqué a Salomé para advertirle, no estaba, ya andaba de zorra con una morena hacia el otro lado de la pista. Volví a mirar a la rubia y ella correspondió mi mirar con un guiño seductor y una linda sonrisa. Eso fue suficiente para que yo decidiera acercarme.

Me senté junto a ella, dejé mi antebrazo reposar sobre la barra y me incliné un poco para hablarle.

-Señorita, ¿me permite acompañarla? -La miré con cierta picardía.
-Claro, ¿por qué no? -Sonrió, sin mostrar demasiado interés en mí.

Decidí pedir un trago, y, sin preguntarle si lo quería, pedí para ella lo que vi que consumía en ese momento. Pregunté discretamente a quien atendía la barra y me dijo que eso era un "Charro Negro", una bebida que contenía tequila, refresco de cola y un toque de limón, era el trago icónico del lugar.

-Y... ¿puedo saber tu nombre? -Pregunté, sosteniendo la mirada en ella.
-Pamela, ¿y tú?
-Lindo nombre. El mío es "Sofía". -Hice cierto gesto de galantería al decir mi nombre.
-Por tu acento puedo suponer que no eres de por aquí, Sofía. Tienes toda la pinta de ser vikinga, ¿estoy en lo correcto?
-No, intenta de nuevo. -Dije, mientras daba un sorbo a mi trago.
-¿Eres una nazi alemana? -Bromeó.
-¡Nee! -Solté una carcajada, fue inevitable.
-Me rindo.
-Mitad holandesa. De ahí la apariencia "aria". -Seguía riendo, me sentía a gusto con ella.
-Ya veo. Allá se caracterizan por priorizar el sexo y las drogas, ¿no?
-Tienen cierta fama, pero, en mi caso, solo aplica lo primero. Todo legal y consensuado. -Dije, mirándola a los ojos.
-Es bueno saberlo. -Dijo, de manera coqueta. -Nos vemos por ahí, "holandesa", gracias por el trago. -Acarició ligeramente mi brazo y se retiró.

Por tu amor [+18 explícito]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora