Siempre me encantó estar desnudo y no solo de cuerpo. Me sentía libre, me sentía yo mismo, el yo más verdadero de todos. Aún teniendo mis defectos tantos internos o como externos, me gustaba. Aunque, claro, todo puede ser alterado en un par de segundos. Ese día en el que todo ese sentimiento de libertad se convirtió en una maldición tremenda, no me volvió a gustar desnudo. Esa persona removió entre mis inseguridades más profundas y las fue sacando una a una como si piezas de un puzle se tratase, aunque esas piezas eran parte de todas mis inseguridades. Espero algún día encontrar a alguien con el que desnudarme de nuevo. Hasta ese día esconderé mi cuerpo y mi alma entre sábanas para que nadie remueva más en mis flaquezas.
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El último destello de luz
Short StoryA veces nosotros mismos nos metemos en la más profunda oscuridad de la que pocas veces podemos salir sin quedar dañados.