Es la hora que más me gusta del día, la hora de limpiarme de mis pecados e imaginar cómo estos se acaban yendo con el agua. Me quito la ropa sin prisa, observando las impurezas de mi cuerpo; mis defectos, mis heridas, empiezo a recordar todo los pecados que he cometido. Viendo mi rostro en el espejo evito mirarme a los ojos, dicen que los ojos son el espejo del alma, yo nunca quise mirarme los míos, nunca quise ver algo tan negro como mi alma. Entro en la ducha. Me recorre una sensación por todo mi cuerpo, una sensación de la que me limito a ignorar. A medida que el agua corre por mi cuerpo, recorro con mis manos mi piel. La sensación que sentía se hacía mucho más fuerte, aunque no sabía de qué se trataba realmente. Me miré en un pequeño espejo colocado en la ducha. Pude ver mi rostro. Es ahí cuando descubrí el sentido de aquella sensación. Aún estando en la forma más natural del ser humano, desnudo e indefenso, pude sentir cómo al que estaba viendo a través de aquel espejo no era yo. Todo esto se puede comparar con una mariposa, al principio era un horrendo ser, que a partir de unos cambios, ésta se convierte en mariposa. En mi caso todo fue al contrario. Los hechos que ahoran están marcando mi vida hicieron de una persona un horrendo monstruo.
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El último destello de luz
Historia CortaA veces nosotros mismos nos metemos en la más profunda oscuridad de la que pocas veces podemos salir sin quedar dañados.