A trompicones y como puedo, bajo del coche de mi hermano con su ayuda y con la ayuda de mis nuevas mejores amigas, las muletas. Hace una semana tuve un accidente con el coche, me rompí la pierna por tres partes, además de que mi espalda sigue un poco tocada por lo que ahora deberé estar en reposo unos largos días en mi casa después de estar una semana ingresada.
-¿Me llevas en brazos, Bradley? -pido cuando cierro la puerta del coche.
-No voy a subirte en brazos, Faith. -dice divertido, mientras le pone el seguro al coche.
Cojo mis muletas mientras refunfuño y me acerco a él con el ceño fruncido. Él se ríe y se da la vuelta para empezar a caminar hacia mi casa. Brad me abre la puerta de casa y me deja pasar primera. Al ver las escaleras, suspiro sonoramente en dirección a mi hermano.
-Venga, ahora si. -dice riendo. Coge mis muletas y se da la vuelta. Me sujeto de sus hombros y doy un saltito para subirme a su espalda. -Joder, cómo pesas.
-Oye, estúpido. -me quejo, golpeando su cabeza. Él se ríe. -Tanto jugador de fútbol americano y mírate, un debilucho.
-¿Yo? ¿Debilucho? Vas a ver.
Me río por lo bajo cuando empieza a subir con facilidad las escaleras
Bradley tiene veinticinco años y trabaja como profesor de educación física y de entrenador de fútbol americano en el instituto de nuestra ciudad, Denver. Es mi hermano y a pesar de serlo, no nos parecemos en nada. Yo soy rubia de ojos verdes, con las facciones super finas, y él es de pelo negro, ojos marrones y de piel tirando a morena. Somos polos opuestos, pero debo reconocer que nuestra relación es la mejor del mundo.
Él es igual que mi madre y yo soy como mi padre. Mamá es cirujana y papá es fisioterapeuta deportivo. Ambos eran mejores amigos desde pequeños, en la adolescencia se enamoraron y míralos ahora. Mejores amigos, casados y con dos hijos. Uno de ellos medio idiota -mi hermano-.
Luego estoy yo. Faithinne Jones, pero todos me llaman Faith. Tengo veintiún años y soy fisioterapeuta como mi padre, aunque no me he especializado en deporte como él. Trabajo en el mismo hospital que mi madre, aunque después del accidente, debo estar de baja dos meses.
Cuando llegamos a mi dormitorio, veo a mi hijo sentado en mi cama. Cuando me ve, empieza a mover su colita.
-Hola, mi amor. -digo con una voz algo infantil. Brad me deja en el suelo. -Gracias, Bradley.
-Ahora vendrán los chicos. -me dice. Yo asiento con la cabeza. -¿Te espero y te bajo cuando te hayas cambiado?
-No hace falta, ya bajaré yo.
Él asiente con la cabeza, besa mi frente y se va. Cierro la puerta de la habitación y miro a Shaw. Mi pequeño cachorro Shiba Inu de dos meses. Es un perro japonés, y juro que tiene cara a asiático.
-Mi niño chiquitito. -digo sentándome con cuidado en la cama. Él pone sus dos patitas en mi pierna escayolada. Lo acaricio un poco y vuelvo a levantarme.
Voy al armario a la pata coja y me quito la ropa que llevo puesta como puedo, quedando en ropa interior. Me pongo un short deportivo de color granate con dos líneas blancas en los lados, un top corto de color blanco que suelo usar para estar por casa. Me hago una coleta alta, me pongo las gafas y cojo un libro que me lo meto en la goma del pantalón para tener las manos libres. Mi móvil lo cojo con la boca.
Cojo las muletas y salgo de mi habitación, seguida de mi perro. Cuando llego al salón, dejo caer el móvil en el sofá y rezo para que no rebote y caiga al suelo. Dejo las muletas, cojo el libro y me siento en el sofá, justo cuando mi móvil suena.
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LAS CARTAS SOBRE LA MESA ©
RomanceHay diez mandamientos irrompibles entre amigas: 1. Estarás ahí cuando lo necesiten. 2. Apoyarás sus decisiones. 3. Guardarás sus secretos. 4. No la criticarás. 5. No serás envidiosa 6. La defenderás 7. No mentirás 8. No la cambiarás por nadie. 9...