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Ya ha pasado una semana desde que llegué a casa del hospital y hoy he tenido mi primera revisión. Me han dado una mierda de venda para que me ponga en las lumbares, parece una faja. Por lo visto, están mucho mejor de lo que esperaba. Además, me han dado antibióticos, pues he pillado una gripe horrible. También me han dicho que debo poner el pie en alto, porque los dedos se me estaban empezando a poner morados y no es nada bueno.

Mi padre me ha colgado una cosa rara, que le han prestado del hospital, en el techo de mi habitación, encima de mi cama para que apoye el pie allí así está en alto. Modernidades muy extrañas.

Así que aquí estoy, en mi habitación, tapada hasta el cuello y con la pierna en alto. Con lo que pesa ahora mismo mi pata, no entiendo como ese gancho que ha puesto mi padre en el techo para sujetar este artilugio del futuro no me ha caído en la cabeza.

La puerta de mi habitación se abre y por ella aparecen Char y Anetta. Esta última con una mascarilla. No es más tontita porque no se entrena.

-No me mires así. -dice ella.

-Déjala, dice que no quiere gérmenes. -rueda los ojos Char y besa mi frente. -¿Cómo te encuentras?

-Voy tirando. -digo con mi sexy voz nasal. -No deberíais estar aquí, os contagiaré.

-Me harías un favor, no quiero ir a trabajar el lunes. -dice Char, sentándose a mi lado.

-A mí no me contagiarás. -dice la voz de Ane ahogada por la mascarilla. Yo me río un poco.

-Vosotras mismas. -sonrío divertida.

Ane acerca la silla del escritorio hacia la cama y se sienta.

-¿Sólo te quedan dos semanas para quitarte eso, no? -me pregunta Charlotte, señalando mi escayola. Yo asiento con la cabeza.

-El 1 de septiembre. Dios, no puedo ni imaginarme lo peluda que debo tener la pierna. Yo me voy depilando la buena, así que no sé como estará esta. -digo divertida, haciéndolas reír.

-Qué asco. El día que te quites eso, llévate la cera al hospital. -me dice Anetta.

-No me voy a depilar en el hospital, lo haré cuando llegue aquí.

-Déjala que haga lo que quiera. -la regala Charlotte.

Charlotte es la madre de esta relación.

La puerta de mi habitación suena y se abre. Mi hermano saca a cabeza.

-¿Estás visible? -pregunta. Yo asiento con la cabeza. Abre la puerta y veo que tiene un plato con un sándwich en sus manos y a su espalda están Esther, Ryan, Edward y Marshall. -Te traigo la merienda y estos que querían ver cómo estabas.

Sonrío mientras cojo el plato y lo dejo en la mesita de noche. Esther es la primera en acercarse, besa mi mejilla y revuelve mi pelo.

-¿Qué tal estás? -pregunta, yendo hacia su novia para besar sus labios.

-Como el culo, ¿y tú?

Ella se ríe y me mira divertida.

-Eso es una voz sexy, el resto son tonterías. -dice Ryan, divertido. Yo le saco el dedo del medio.

Él y Edward besan mi cabeza y revuelven mi pelo, igual que Esther, pero al ser dos me despeinan aún más.

-Estúpidos, mi pelo, idiotas. -digo, peinando mi pelo. Ellos sueltan una carcajada y yo les sigo.

Marshall también se acerca a mí y besa mi frente.

-Luego vengo un rato a verte. -me susurra. Yo asiento con la cabeza.

LAS CARTAS SOBRE LA MESA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora