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Al cabo de dos días, el pequeño comenzó a confiar en nosotros.

Hablar no hablaba, pero jugaba con todo, lo que me hizo descubrir cosas que nunca me habían dicho en el mundo urbanizado:

Que correr era un juego, que los árboles se trepan, los sapos se agarran y se vuelven a soltar y que no hace falta un columpio para columpiarse, vale con una liana y un poco de imaginación.

Si, imaginación, eso que nos quieren quitar esas empresas que nos gobiernan

¿No habrá a caso un lugar donde las personas gobiernen? Tengo leído que antes se hacía, pero como la gente le votaba siempre a dos partidos solamente, el mundo fue vendido, porque lo que el pueblo no sabía (O no quería saber) era que ambos partidos eran una sola mafia.

Por lo demás, el niño comenzó a dormir entre nosotros, y estamos comenzando a enseñarle palabras tan básicas como mamá y papá.

Alek le enseña cosas que solo un salvaje podría enseñar, como cazar, atacar y defender. Parece muy empeñado en que el pequeño se una a la resistencia. Creo que es el mejor padre del universo.

Pero a la vez, Alek parece celoso del niño, como si sintiese que me alejase de él

-Vamos a ver, tonto ¿Crees que podría cuidarlo sin ti?-Le dije una noche en la que trató de quitar al niño de mi regazo. Pero me sorprendió su respuesta, porque en ese momento, dejó al niño sobre una manta y me arrastró tras unos arbustos, en donde comenzó a abrazarme y a acariciarme. Y justo antes de quedarse dormido tras haber estado en mi interior, susurró Lindonaim, un nombre que creo que es para el niño.

Y además volvió a hacerme de su propiedad. Supongo que jamás dejaré de amar al macho alfa de mi manada.

Infierno RadiactivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora