u n o

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Cierro los ojos ante las miradas de las personas a mí alrededor tratando de olvidar que están allí. Esperan pacientemente a que cumpla con mi reto. Si deseas ser una de ellas, tienes que sobrevivir a todas sus pruebas y creo que ésta es la más sencilla que me podrían haber puesto en un millón de años. Tomo un suspiro y limpio mis manos sobre mi falda azul celeste y observo al chico que  está solitario bajo la sombra del viejo roble que parece ser de su propiedad, en ninguna ocasión, nadie se ha atrevido a acercarse a por lo menos diez metros de distancia, ninguno hemos tenido la osadía de acercarnos al chico misterioso del que corren tantos rumores por los pasillos de la secundaria. He escuchado a mis hermanos hablar de él, hay muchísimas historias y cada una son tan diferentes que, si lo piensas bien, puedes darte cuenta de que no se trata más que de puras mentiras. Leyendas urbanas, pienso yo. Como todo en la escuela secundaria.

Camino y pienso en la posibilidad de dar vuelta atrás y rechazar la oportunidad de pertenecer al grupito de Emily Carter, dejar a un lado las esperanzas de ser una chica popular que el próximo año se convertirá en porrista. Amo la gimnasia y creo que eso me da la oportunidad de permanecer en el grupo de animadores. Soy bastante buena en realidad. Pero, si lo hago, si rechazo esto, seré una marginada al ser la chica que inteligentemente dio vuelta atrás antes de siquiera estar a menos de un metro de distancia del temido chico que ahora me mira con diversión. Ugh, si pensaba dar vuelta atrás, su mirada de burla y suficiencia me hace querer hacer esto más que nunca y demostrar lo equivocado que está.

Las chicas a mis espaldas no despegan los ojos de mi cuerpo, pacientes a mis movimientos.

Tengo que hacerlo, realmente puedo hacerlo.

¿Qué tan difícil sería robarle un beso a ese chico?

No lo sé y es lo que Emily desea saber. Me está usando como un conejillo de indias. Yo soy el sujeto con el que experimenta.

Los nervios están a flor de piel y siento el ligero vello de mis brazos erizarse ante la sensación de miedo.

"El miedo es un mecanismo de defensa".

Las palabras llegan como un susurro a mi mente y me detengo. Estoy bajo la sombra del roble y él continua observándome, ahora, con el ceño fruncido.

"Vamos Collins, tu puedes". Me animo no muy convencida a rechazar la oportunidad.

Retomo mis pasos con decisión y pongo mi mejor semblante. Él se pone de pie justo cuando estoy a menos de dos metros de separación junto a él.

"Vamos, aléjate ahora".

No lo hago y me atrevo a dar otro paso. El chico levanta ambas cejas en interrogación.

— ¿Qué haces aquí? — su molestia es evidente y me encojo un poco. He perdido un poco de valentía en los últimos tres metros. No respondo y él mira a las chicas a mis espaldas. Gruñe y vuelve a hablar. — Ellas te han mandado aquí, ¿no es así? — me muerdo el labio repentinamente demasiado tímida para expresar palabra alguna. — Ya veo, pues diles a todas aquellas que no estoy disponible para ninguna. Nunca. ¿Entendido?

No puedo evitar soltar una carcajada exagerada. El frunce el ceño, molesto y veo mi oportunidad. Venzo el miedo que todos han tenido ante él. Podrá ser un ermitaño y grosero, un montón de cosas más pero él no parece sumamente peligroso como todos susurran por los pasillos.

"Aquí vamos". Pienso y tomo su rostro y lo atraigo al mío con rapidez. Coloco mis labios sobre los suyos a pesar de que tengo la mínima experiencia besando chicos, él comprende lo que estoy haciendo y me toma de la cintura, acercándome mucho más a él y comienza a mover sus labios sobre los míos con delicadeza y poco a poco sigo su ritmo. Comienzo a sentir la presión de su lengua por entrar a mi cavidad bucal y deshago el beso. Siento mis mejillas arder y algo de adrenalina corriendo por mis venas. Para ser mi primer beso, no he sido muy "sosa" en ello. Su ceño sigue fruncido cuando me doy la vuelta y me alejo al lugar donde Emily y las demás me esperan con la boca abierta. No son las únicas, todos los que han presenciado la escena están tan impresionados como yo misma lo estoy.

Orgullosa me acerco esperando que mi rubor no se note demasiado.

—Gané. — digo. Ellas asienten y comienzan a incluirme en sus charlas para ir al centro comercial el fin de semana. Desisto de interrumpirlas y explicar que no podré acompañarlas. Las sigo en su camino al interior de la escuela y me atrevo a dar una rápida mirada al sitio donde supongo está él aun. No me equivoco, el chico continúa ahí un poco impresionado por mi acto de valentía.

Despierto sobresaltada. Llevo mis piernas hasta mi torso, casi en posición fetal y respiro profundamente. Yo no sabía en lo que me estaba metiendo y la escena se ha convertido en un sueño recurrente, tan real que siento volver al pasado, hace dos años, cuando comencé toda esta tontería. Cuando mandé mi vida al abismo del que no puedo salir.

Me recuesto aún respirando agitadamente y tomo la manta para cubrir mi cuerpo entero, deseo que todo eso fuera sólo un sueño. Algo que jamás ocurrió en realidad. Pero no es así, y tengo que aprender a enfrentarlo.

Fears | niall horanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora