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—Maiah, ¿vendrás con nosotras ésta tarde? — presto atención a Rebecca, mi hermana y niego en silencio. Me parece cruel no acompañarle cuando ella me lo ha pedido miles de veces durante toda la semana. A pesar de que ella es mi hermana mayor y viene solamente en vacaciones, no puedo permitirme ir con ella afuera y correr el riesgo de que él me vea nuevamente y me atrape. En adición, anoche apenas y pude conciliar el sueño, por lo que no es un gran día para salir.

"¿Y cuándo es un buen día para Maiah Collins?"

—Lo siento, tengo algunas cosas que hacer. — miento. Seguramente pasaré la tarde entera viendo un maratón de series con muchas golosinas como compañía. — Diviértanse.

Rebecca me observa atentamente y creo que puede ver en mi interior. Me remuevo incomoda.

—No. Tú vendrás el día de hoy. No puede ser posible que cada vez que venga a casa te niegues a acompañarme fuera. Hoy vienes porque yo lo digo. Maiah, por favor. — suplica y exhalo una gran cantidad de aire de manera exagerada.

—Está bien.  

Ella salta alegremente mientras aplaude y me maravillo por lo jovial que se muestra a sus treinta años y una gran barriga de embarazo. Yo tengo dieciocho y no hago eso desde unos meses atrás, cuando decidí dejar de comportarme infantilmente, como mis compañeras en el equipo. Cuando me aparté un poco de la vida social activa de la preparatoria a causa de todos esos estúpidos cuentos que corrían a mí alrededor. Simplemente me fastidié de todo ello y solo acudo a la escuela a "prestar atención" a las clases y volver a casa. Es generalmente mi rutina del día a día. Claro, eso es sí él no logra atraparme antes.

De pronto una risa ahogada se escapa de mi hermana y a pesar de que trata de ocultar su preocupación, no logra pasar desapercibida para mí. Papá debió haberle contado toda la historia. Digamos que la versión de mi padre no es la que más me agrada, pero es la que tiene más raciones de veracidad de todas las que he oído en el último año. ¿Quién imagina que en un año cambien tantas cosas? Antes yo era de las que hacían las historias, no la protagonista.

Tres horas después, ambas recorremos el centro comercial, atentas a cualquier cosa bonita que nos llame la atención. Rebecca repara su atención en cualquier artículo para bebé o algún atuendo para ella e inclusive para mí. Por mi cuenta, busco cualquier otra cosa que termine con mis pensamientos estúpidos, además de buscar suéteres, suéteres grandes y reconfortantes, siento que los necesitaré mucho.

Mis pies piden un descanso pero al dejar de moverme, el frio azota mi cuerpo hasta los huesos. Vaya, bonito día para ir de compras. Este diciembre no está siendo nada agradable en Dublín y Rebecca parece no percatarse de ello.

— ¡Este es hermoso! — comenta totalmente emocionada al ver un pequeño conjunto de abrigo, bufanda y gorro en colores invernales. Me abstengo de decir algún comentario sobre lo terrible que me parece. Al fin y al cabo, es su hijo. O hija, no tengo idea. — Oh Maiah, deberíamos llevarlo. — me encojo de hombros. No me importa en absoluto, solamente quiero regresar a casa y ver un par de episodios de Hannibal o alguna serie que encuentre por ahí. Rebecca, ante la falta de respuesta de mi parte, bufa resignada y se retira del local. La sigo y ambas entramos a una pequeña cafetería. El olor del café entra en mis fosas nasales y siento que se me revuelve el estómago. Tomamos asiento en el cálido interior y me siento ligeramente agradecida.

—Maiah. ¿Qué te sucede?, tú no eres realmente de esa manera. ¿Ese chico ha vuelto a acercarse a ti? — Mi hermana me observa atentamente y aparto la mirada. No soporto su mirada de preocupación.

—No sucede nada. — respondo. — Simplemente estoy agotada. — eso es parcialmente la verdad.

—Hey, sabes que puedes confiar en mí, ¿no? Te prometo que no le contaré a nadie lo que está sucediendo. — ella persiste. Muerdo el interior de mi mejilla y acepto el dolor seguido del sabor metálico de la sangre que comienza a derramarse.

—Él me atrapará y se molestará si te he contado algo. — susurro y casi puede ser una escena de película de terror por la forma en la que realmente suena. Lo digo de una manera tan mecánica, que provoca un estremecimiento a mi hermana.

— ¿A eso le llamas nada?, ¿Por qué tienes tanto miedo de él, Maiah?, ¿Qué mierda pudo hacerte ese tipo para dejarte tan trastornada?, ¿Por qué...

—Maldita sea, Rebecca. No estoy trastornada, ¡deja de repetir lo que mi padre te ha dicho! — siento como el pulso se acelera y me percato de que me he levantado de la mesa repentinamente, llamando la atención de los pocos clientes del lugar. — Tengo que irme. — susurro, me alejo a pasos rápidos y me escondo un poco más en mi abrigo. Tengo demasiado frío y no cargo ni un centavo para regresar a casa.

Acelero mis pasos mientras esquivo a las personas que transcurren la acera, estoy lo suficientemente alejada del centro comercial para retractarme.

<< ¿Por qué tienes tanto miedo de él, Maiah? >>

Sí Maiah, ¿Por qué? Pienso mientras espero a que el semáforo de peatones se ponga en verde y me permita cruzar al otro lado.

Me tomo la libertad de cerrar los ojos un instante y volver a revivir pedazos de mi no tan lejano pasado.

Todo es realmente extraño... es tan irreal y absurda la manera en que mi mundo se colocó de cabeza en cuestión de un par de acciones.

Me detengo en el siguiente semáforo de peatones en rojo, sólo una cuadra más adelante, para mirar hacia el cielo, es tan nublado y oscuro, y parece que ha estado así durante todo el año, pero no. Sólo es mi perspectiva de él. Sólo es mi perspectiva de las personas que me rodean, de los acontecimientos que suceden a mí alrededor. Simplemente, se trata de mi falta de interés al mundo general. Por eso mi familia se rindió conmigo. Todo el mundo lo hizo.

El semáforo cambia y me hundo entre la multitud de personas que cruzan junto conmigo. Apuro mis pasos para llegar antes de que anochezca a casa o muera congelada en las calles.

Fears | niall horanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora