3. La chica suicida.

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Me metí en la cama, incapaz de conciliar el sueño. No paraba de repetir en mi cabeza lo que acababa de suceder, el hecho de que Chase se hubiera vuelto tan reservado y hubiera decidido que lo mejor era que cada uno durmiera en su respectiva habitación. Di vueltas y vueltas, buscando una posición en la que poder tener una mínima posibilidad de dormir, pero nada.

Aunque, visto de ese modo, si no conseguía dormir no tendría pesadillas. No era la primera vez que las había sufrido, pero las que había tenido anteriormente habían estado relacionadas con lo que había sucedido en el almacén: veía morir a Lay, a Chase… e incluso a mí. Pero las que había sufrido desde aquella mañana y mientras dormía en el dormitorio de Chase, eran más aterradoras que las que había tenido.

Al final, cuando el reloj que había dejado sobre mi mesita marcó las tres, conseguí dormirme.

Me levanté a la mañana siguiente, temprano. Me asomé a la ventana que había con un asiento y me quedé allí unos instantes, viendo transeúntes que iban y venían en varias direcciones, sin fijarse en nadie. Al contrario que en Blackstone, allí todo el mundo parecía estar pendiente de sus propias cosas. Bajé a la planta de abajo, procurando no hacer ruido y me senté sobre el sillón que había usado Chase la noche anterior, mirando por la ventana distraídamente. Oí la puerta de la entrada y me sobresalté, dudando entre correr hacia el piso de arriba o quedarme allí.

Al final opté por quedarme.

Chase, vestido con una sudadera con capucha y chorreando de sudor, se quedó paralizado, sorprendido de verme. Ambos nos quedamos observándonos en silencio; la cortante despedida de ayer se ancló en mi cabeza y me pregunté si tendría que hacer yo lo mismo. Chase se quitó la capucha, jadeando por el esfuerzo, e hizo un intento de acercarse a donde me encontraba; no llegó a avanzar mucho más, disuadido por la mirada que le lancé.

-He ido a correr –se excusó, como si tuviera obligado a ello-. No podía dormir.

Me encogí de hombros.

-Voy a desayunar –dije en su lugar.

Era una excusa patética, lo sabía, pero era lo único que se me había ocurrido en esos momentos. Sabía que era demasiado temprano para ponerme a preparar un desayuno, ya que podría despertar con todo el ruido a los demás, pero parecería un poco patética si decidía cambiar de opinión en el último momento.

Así pues, me dirigí a la cocina con toda la indiferencia posible y comencé a buscar por los armarios. Me había quedado durmiendo hasta muy tarde, por lo que no tenía ni idea de si habían decidido ir a comprar en ese tiempo.

Cuando comprobé que todos los armarios estaban vacíos, me sentí más estúpida aún.

-Podemos salir a desayunar algo los dos juntos –me propuso la voz de Chase a mi espalda.

Me giré lentamente para mirarlo directamente a los ojos. Se había apoyado en la enorme encimera de mármol y me observaba, o debía haberme estado observando, mientras había llevado a cabo mi búsqueda de provisiones para prepararme un desayuno. Sus ojos oscuros se mantuvieron fijos en los míos y me pregunté, por milésima vez, qué estaría ocultando; qué era lo que le había traído realmente allí.

Había pasado un año fuera de Blackstone, había regresado, había pedido mi perdón y había pasado uno de mis mejores veranos. Mi último verano en Blackstone. Pero, a pesar de todo ello, algo parecía haber cambiado entre nosotros nada más ponernos en marcha para venir hasta aquí. Era como si hubieran pulsado un interruptor dentro de Chase que lo había convertido en un chico diferente.

Un chico al que apenas reconocía.

Al ver que me había quedado en silencio, las cejas de Chase se enarcaron. Me apresuré a farfullar una respuesta:

Huntress. (Saga Wolf #3.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora