8. La Marca del Cazador (2ª parte.)

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Miré mi plato por enésima vez y me obligué de nuevo a masticar. Estaba contenta con mi elección, sí, pero mi pobre estómago ya había cumplido su cupo para el resto de la noche; a mi lado, Caleb bebía de su copa de vino mientras Alice gesticulaba sobre otra de sus divertidas anécdotas. Las únicas que permanecíamos en silencio y concentradas en nuestros respectivos platos éramos Lena y yo.

Cuando el maître vino a retirarnos los platos, me permití soltar un pequeño suspiro de alivio. Ahora me estaba preguntando qué haríamos después y a dónde pretendía llevarnos Alice en su misión de enseñarnos las noches de Manhattan.

Deslicé una mano al interior de mi bolso y saqué el móvil. Sin mi plato delante en el que poder concentrarme, mi mente había regresado de nuevo a la discusión que habíamos tenido Chase y yo sobre Grace; me pregunté qué estaría haciendo y si se sentiría tan arrepentido como yo de las cosas que nos habíamos dicho el uno al otro. Incluso pensaba que me habría mandado multitud de mensajes pidiéndome perdón.

La realidad era muy distinta: nada. Ni siquiera se había dignado a reconocer que, en el asunto entre Grace y yo, tenía razón.

Solté un respingo cuando alguien me dio un cachete en el muslo, sobresaltándome.

-Ah, no –sonó la voz de Alice-. Esta noche nada de móviles, cariño –me regañó, arrebatándome el aparato de las manos y metiéndolo de nuevo en el bolso.

Alice, tal y como nos había asegurado al principio de la cena, se hizo cargo de la cuenta. Salimos del restaurante y Alice nos guió de vuelta a su descapotable. Caleb parecía excitado por la emoción mientras que Lena no apartaba la vista de los callejones oscuros que había cerca.

-¡Próxima parada: Marquee, la discoteca más exclusiva de Manhattan! –aulló Alice, dándole un golpe al volante.

Lena abrió los ojos desmesuradamente, a la vez que se aferraba con fuerza al asiento.

-Pero no tenemos la edad mínima para entrar –gimió-. Y seguro que es horriblemente caro…

-Oh, por Dios, menudos amigos más pesimistas he encontrado –se burló Alice-. Dejad a un lado los contras y pensad en los pros: ¡vais a ir a una de las discotecas más lujosas y exclusivas de aquí! Yo, personalmente, estaría dando botes en mi sitio y no con esas caras tan mustias, a decir verdad.

Caleb soltó un alarido de júbilo en el asiento de atrás que me hizo dar un respingo y Alice se lo tomó como una señal para que saliéramos de allí en dirección a Marquee.

Tenía que reconocer que estaba nerviosa, jamás había puesto un pie en ninguna discoteca y aquella iba a ser mi primera experiencia y no en una cualquiera, sino en una en la que no todo el mundo conseguía pasar.

Cuando me apeé del coche, creí que iba a desmayarme allí mismo: había una cola estratosférica que no parecía tener fin delante de la entrada de Marquee. Para que no hubiera confusiones, dos gorilas en la entrada y un enorme letrero neón nos recibían. Empezamos a dirigirnos al final de la cola cuando Alice nos agarró del brazo y nos dirigió directamente hacia uno de los gorilas de la entrada. Me pregunté cómo serían ese tipo convertido en licántropo y me respondí a mí misma: una máquina de matar y destrozar huesos.

-¡Hey, Jonnhy! –exclamó Alice, dándole una palmada en el bíceps tamaño XXL del tipo en cuestión.

Tensé mis piernas, dispuesta a echar a correr en la menor oportunidad que se me presentara.

El portero nos miró primero a nosotros, fulminándonos, antes de clavar sus ojillos oscuros en Alice, que exhibía su mejor sonrisa. Fue entonces cuando se obró el cambio: si antes nos había mirado como si quisiera asesinarnos, ahora que había descubierto que éramos acompañantes de Alice parecía que había cambiado su opinión sobre nosotros.

Huntress. (Saga Wolf #3.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora